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Carter

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Carter

Trago saliva en cuanto la mano de Jules me roza la pierna.

—No te vas a salir con la tuya —susurro, tomando su muñeca, mientras una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios.

Aprovecho la posición en que nos encontramos, para rozar mi nariz contra su brazo, y así distraerla, pero ella está bastante más concentrada en intentar hacerme cosquillas.

—¿Quieres ver que sí?

—¿Quieres ver qué no?

Pero mi pregunta no es más que una invitación para que ella cumpla con su cometido, o que al menos lo intente. Me empuja con toda la fuerza que le permiten su posición y yo trato de equilibrarme por difícil que sea desde este puesto.

—No vas a ganar esta partida —se queja, con la voz pastosa, mientras sigue tratando de apartar mis manos y mis pies de los círculos de la alfombra del Twister, y yo hago lo mismo, aunque aquello no esté permitido en las reglas.

Llevamos jugando dos partidas, y ninguna de las anteriores ha sido ganada de manera muy fidedigna por ninguno de los dos.

—Teóricamente ninguno de los dos debería —acoto y lo único que consigo es que lance un bufido e intente tirarme una vez más.

—Eso le quitaría lo divertido, pero tienes razón, deberíamos jugar justamente —De pronto deja de intentar botarme, y la mueca en su rostro cambia a una más dulce, y es lo que me coloca alerta.

—Tienes tanta razón.

—Lo sé.

Por dos segundos, ambos fingimos ser personas decentes, hasta que nuestras miradas vuelven a chocar y entonces es una carrera en quien actúa más rápido.

El golpe seco de una espalda chocando con el suelo, hace eco con la carcajada y el vítor triunfador del otro.

—¡Eso fue trampa! —Se queja como si no hubiera hecho lo mismo unos segundos antes—. Así que yo gano.

—No pienso lo mismo, te caíste antes.

—Pero porque me tiraste —recalca con indignación, desde el suelo.

—Tú querías tirarme a mí.

—Y como no funcionó, debo buscar una forma de demostrar que gano yo —Se cruza de brazos, mientras me observa con la ceja alzada. Me río por su insistencia por llevar la razón y también porque es divertido molestarla.

—Podría dejarte ganar, o regocijarme en mi triunfo y creo que hoy seguiré la segunda opción.

—¿Así que has decidido volver a ser soltero?

Su comentario consigue que una carcajada brote de lo más profundo de mi garganta y de no ser porque en sus ojos brilla la mofa, tendría miedo de que hablara en serio.

La Voz de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora