2: MILLICENT

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- ¿No crees que es demasiado largo por detrás? - Cuestione mientras me miraba al espejo, llevaba un vestido blanco que se inclinaba hacia el suelo, por la espalda y en las largas mangas se podían observar algunos hilos dorados.

- ¿De verdad? Se ve hermosa su majestad, y el vestido se luce entre su cuerpo. Al menos que desee cambiar alguna decoración, pero debería comentarlo ahora antes de que anochezca - Dijo Arlet, mi estilista personal.

Luego de perfeccionar varios pequeños detalles, con la ayuda de las criadas bajé de aquel balcón, y empezaron a quitarme el vestido.

- Arlet, ¿estarás en la celebración por si llega a sucederle algo al vestido? - Lo mire, mientras me acomodaba las mangas del otro atuendo.

- Por supuesto que si princesa, pero usted sabe bien que si los nervios le vencen, su caballero plateado estará allí para usted si lo necesita - Comentó él, con un tono burlón que luego fue sacado en una risa, a lo que yo también me reí.

- Tienes razón, pero ese es el trabajo de Azael. Cuidar de la corona, no tiene otro tipo de responsabilidad...aunque estoy agradecida por haberlo conocido -

Me despedí una vez que habíamos dado por terminado, les ordené a las criadas que me dejaran sola, y unos segundos después lo hicieron. Me quedé en silencio mirando a mis aposentos, el lugar apestaba a mi perfume, me quede entre mis pensamientos, en un silencio que podría haber sido eterno, de no ser por el golpe de la puerta.

- Adelante - Levante mi voz para que se escuche, esta se abrió y escuché las palabras de Azael.

- Disculpe la molestia princesa, pero alguien necesita un poco de su tiempo. Se trata del joven de la imprenta, ¿lo dejo pasar? - preguntó el rubio, esperando mi respuesta.

- Si, que entre - Azael se adentro primero, y luego el muchacho hizo lo mismo, tomé la silla que estaba enfrente del escritorio y la coloque frente a la cama para que él pudiera sentarse allí. Me posé sobre mi lecho, poniendo mi pierna encima de la otra.

- Es un gusto por fin conocerte... -

- Romanoc, Pietro Romanoc princesa. El placer es todo mio, gracias por aceptar mi entrevista, si no le molesta, ¿podría comenzar? - Asentí, mirándolo por un tiempo.

Estaba más nervioso de lo que yo podría esperar, pero no era la primera vez para mi, no toda la gente del pueblo podían tener la decencia de conocerme a mi o a mis padres los reyes. Me acomode sobre mi lugar y le dediqué una pequeña sonrisa antes de que pudiera comenzar.

- Para comenzar, el pueblo comienza rumores sobre aquella mujer que condenó el reino hace mucho tiempo. ¿Usted sabe algo sobre eso? -

Levanté mis cejas sorprendida, en ningún tipo de entrevista me habían preguntado aquello, no sabía con exactitud lo que debería responder, ya que todo lo que conocía era muy poco.

- Todo lo que se basa en mis padres y lo que ellos supieron de los suyos, a nuestros ancestros, fue donde comenzó todo, hace dos siglos atrás. Se decía que esa muchacha estaba llena de odio, nadie sabía el porque, solo quería vengarse de algo. Tal vez de la muerte de su madre, o de que los dioses no la bendijeron como a otros. - Comente mientras lo miraba, atenta a las anotaciones que tomaba en su pergamino.

- ¿Usted piensa que debido a ese trágico suceso es la causa de la muerte de tantos hechiceros y el porqué de la enfermedad? - Volvió a interrogar, levantando su mirada hacia mi.

- Supongo que culpar a una mujer de la enfermedad y la muerte de tantas personas es algo inmaduro. Así que te diría que no, porque creo que hay algo más que tuvo que suceder hace tan poco tiempo como para la muerte de tanta gente poderosa -

- Pero, ¿podría alguien de cualquier pueblo tener magia? -

- Por supuesto que sí, aunque lamentablemente solo el uno por ciento podría llegar a obtenerla. Si eso sucediera, la guardia real se encargaría de buscar de quién se trata, y una vez que lo tuviéramos en el castillo. Se volvería uno de nosotros, un bendecido -

Afirme agarrando la copa que Azael me entregaba, tomando pequeños sorbos de agua. Lleve mi mirada hacia la puerta, escuchando unos segundos después como fue tocada.

- Adelante - Dije, mire como esta se abría nuevamente y el mayordomo, Maximo, se adentraba a mis aposentos. - ¿Qué sucede, Máx? - Lo cuestioné, mirándolo directamente mientras me levantaba de la cama.

- Princesa, el sol ya se está escondiendo. Ya casi es hora del baile, debe prepararse antes de que se haga más tarde -

- Gracias por recordarmelo, puedes retirarte -

Al ver que me hacía caso y se iba, voltee a mirar a Pietro nuevamente, quien ya estaba guardando sus cosas, le sonreí un momento quedando en silencio. Y luego se me ocurrió algo.

- ¿Vendrás al baile? - Pregunte, sin perderlo de vista.

- Por supuesto que sí, tengo un traje pero no se si es lo suficientemente ocupado como para la ocasión - Me comentó.

- Tengo una idea para eso, Azael - Lo llamé, al escucharme me miró - Por favor, lleva a nuestro invitado a una de las habitaciones para que pueda cambiarse y buscale algo de ropa. Hasta más tarde, Pietro -

Lleve mi mirada rápidamente al rubio, dedicándole una sonrisa que rápidamente me copio antes de salir de mi habitación. Suspire cuando ya me encontraba sola, observe por la ventana antes de tomar mi vestido y alistarme para el baile.

𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora