24: MILLICENT

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Un año nuevo, vida nueva, metas nuevas, heridas sanadas, cicatrizadas o abiertas. Cuando algo comenzaba, era una oportunidad para aprender del pasado y dejarlo atrás, los miedos, los recuerdos olvidados, pero aún así la tristeza seguía persiguiéndome, la imagen de mi madre me hostigaba desde su muerte y no sabía cómo deshacerme de él, mi único remedio era llorar hasta que no quedaron más lágrimas para derramar.

Aquella cercanía que tenía con mi padre empezó a desaparecer, puesto que me alejaba con mucha frecuencia, no tenía ganas de nada, aunque la presencia de mi amado realmente ayudaba a mi corazón, la sonrisa que solamente me entregaba a mi siempre lograba tener fe en el mundo que vivía. Algunas veces recordaba los cuentos que mi madre me leía en las noches, aquella princesa en una torre esperando a ese caballero que la salvara del horrible monstruo, suena algo cliché, ¿verdad?, jamás tuve el pensamiento de que pudiera volverse realidad cuando era niña, pero supongo que al volverte mayor los sueños se vuelven realidad, como también las pesadillas. Así que, no me juzguen si les digo que por un momento comparé mi vida con ese cuento, solo que el monstruo tomó una postura humana.

En fin, esa mañana mi rutina para seguir en la cama sin hacer nada comenzaba a ser mi momento favorito, la paz que sentía en mi habitación era todo y a la vez nada, como si estuviera en el espacio simplemente existiendo y sin nadie que me interrumpiera. Al menos fue eso por un par de segundos antes de que la puerta se abriera, rápidamente me tapé con las sábanas mi rostro para hacer creer que estaba dormida, pero eso no duró demasiado tiempo antes de que Azael me destapara.

— Entonces, ¿estamos jugando a las escondidas?  — cuestionó, arreglando mi cabello enredado.
—  Aunque deseara poder jugar como si nada, sigo de duelo —  le recordé, soltando un quejido cuando intente volver a taparme.

—  Por supuesto que lo estás, pero tu padre necesita de tu presencia en el consejo — comentó — y sabes que sucede cuando las cosas no son como él quiere, ahora levántate. 

— No, no quiero — rezongué mientras me agarraba del brazo, intentando sentarme en la cama.

— Mira, se que no es fácil vivir luego de lo sucedido con tu madre, pero no puedes quedarte aquí toda tu vida mientras todos intentamos seguir — comenzó, tomando mi mano —  Tienes derecho a sentirte mal, pero no estás sola, no mientras yo viva.

Me quedé en silencio, Azael siempre decía las palabras que necesitaba escuchar, sin importar lo doloroso que fuera. No tenía nada para decir, y tampoco me daba el tiempo para poder pensar en algo.

— Ahora, toma el tiempo que necesites, iremos con tu padre y luego te llevaré a tomar aire — me dijo, levantándose para luego dejarme sola.

Tan rápido como se fue, las doncellas aparecieron para ayudarme a arreglar, no mentiré diciendo que el agua caliente no estuvo bien, ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que tomé una ducha. Mi cabello plateado estaba hecho un desastre, sin agregar los nudos que tenían por no haber tomado el cargo de cepillarlo todos los días como de costumbre. Sobre el armario, estaba colgado un bello vestido de violeta y blanco, las mangas me quedaban un poco grandes, pero supongo que fue obra de las doncellas que quedara perfecto una vez puesto, luego de peinar mi cabello en una trenza, observe las ojeras debajo de mis ojos frente al espejo antes de que una de las muchachas lo cubriera con algo de maquillaje. Una vez al estar preparada, salí de mi habitación para dirigirme a la sala del consejo.

Una vez que los guardias abrieron las puertas, tragué un suspiro que se quedaba sobre mi garganta hace tiempo, comencé a caminar para ir a mi lugar y sentarme, observando los mismos rostros de siempre que también me miraban a mí en silencio, veía desde lo lejos a mi padre en el medio.

— ¿Has podido descansar bien?  — preguntó de pronto.

— Bien no sería la palabra que usaría, pero no puedo quejarme — contesté con toda sinceridad, encogiéndome de hombros.

Luego del pequeño silencio que se centró sobre la sala, un suspiro salió de la boca de mi padre mientras un sirviente llenaba su copa con vino.

— ¿Tenemos nuevas noticias de nuestras flotas?

— Sí majestad, los barcos están tomando espacio en el mar, mis hombres ya se están preparando. Solo necesitamos su orden — respondió Isbeth.

— Avisaré cuando lo necesitemos, ¿y nuestros ahorros? — prosiguió.

— Aunque el dinero jamás ha sido un problema desde hace siglos, majestad. Debemos movernos con sabiduría, todo este gasto que estamos poniendo sobre las armas, barcos y armadura jamás ha sido barato — comentó Magnus — si me lo permite, las cuentas hablarán por nosotros, y nos demostraran que decisión es la mejor.

— Hazlo y avisame a la brevedad — dijo, ahora mirando a Azael — ¿Cómo van nuestras fuerzas?

— Progresando, mi señor — respondió — Los bendecidos ya están preparados para cualquier tipo de sorpresa, y los humanos se mantendrán en alerta.

— Excelente, acércate a mi oficina más tarde para hablar — dijo, finalmente levantándose de su asiento — si necesitan comentarme algo más, ya saben donde encontrarme.

(…)

Siendo sincera, el día pasó mucho más rápido de lo que noté, regresé a mis aposentos sintiéndome un poco cansada. Le había dicho a Azael que me acompañara, su compañía siempre me hizo sentir mejor, hubo un momento de tensión entre ambos mientras nos mirábamos debajo de luz de las velas, cuando menos me di cuenta ya nos estábamos besando, mis manos abrazaron su cuello para acercarlo más y moví nuestros cuerpos para colocarme encima de él. Luego, mis labios comenzaron a besar su cuello, su pequeño jadeo haciendo que mi piel se erizara.

— No sabía que tendrías experiencia en esto — comentó con la respiración entrecortada.

— Debo serte sincera, no tengo ni la menor idea — respondí, mis manos quitándole su abrigo para luego deshacerme de su camisa.

Cuando sus ropas cayeron al suelo, mi mirada no pudo evitar bajar por su piel desnuda frente a mí, como si me estuviera llamando desde lo profundo de un canto. Un pequeño jadeo salió de mi boca cuando sus manos subían por la parte trasera de mi vestido, desabotonando los hilos uno por uno, dejándome desnuda hasta el estómago. La mirada sobre mi cuerpo era lo suficientemente fuerte para hacerme sentir que me estaba quemando por dentro, puse mis manos sobre sus hombros, un gemido salió de mi boca al sentir la suya entre mi seno izquierdo, besando, mordiendo, lamiendo.

— Carajo, Azael — maldecí por lo bajo, haciendo mi cabeza hacia atrás.

Mis caderas fueron moviéndose en pequeños círculos alrededor de su erección, una risa saliendo de mi interior cuando lo escuché gemir, luego de quitarme el vestido, sentí una descarga eléctrica al ver como se quitaba lo último de sus prendas, y luego hizo un movimiento para quedar encima de mi. El aliento salió de mi boca cuando sus besos pasaron sobre mi cuello, y sus manos pasando por todo mi cuerpo, como un pincel sobre el lienzo, y luego, sentí el éxtasis en mi interior.

Sus movimientos fueron lentos al principio, mis manos se pusieron sobre su espalda y mi cabeza sobre su pecho, sus sonidos me erizaban la piel y el hecho de que mis piernas rodearan sus caderas, lograba más profundidad.

— Más — ordené, mordiendo mi labio inferior cuando lo sentí acelerar sus vaivenes. Y cuando menos lo esperé, llegamos a nuestro punto.

Se acostó a mi lado, una sonrisa apareciendo sobre mi boca al observar su cabello rubio sobre la almohada, puse mi cabeza sobre su pecho y lo miré, complacida.

— Gracias por esto, por todo en realidad — susurré, cerrando mis ojos.

— No agradezcas, haría lo que fuera por ti — dijo, sellando la noche con un beso.

𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora