Dejé caer mi cuerpo contra la pared del pasillo mientras observaba a la gente bailar en la pista. No sabía con certeza la justificación de marcharse del príncipe de Edhem, pero cualquiera podría saber que algo grave había sucedido para que Azael tuviera que intervenir. Sentí una presencia femenina detrás de mí, cuando voltee vi una cabellera roja asomarse de a poco, la había visto cuando saludo a los reyes, pero no sabía con exactitud quien era.
- No eres de aquí, ¿cierto? - Me pregunto, acercándose a mi lado.
- Me temo que no señorita, vengo desde el pueblo
- ¿De verdad? Me alegra por fin conocer alguien de ahi, dicen que es muy lindo - Se dio la vuelta para mirarme y extender su mano - Yelena Obrien, es un gusto
Tome su mano para estrecharla - Pietro Romanoc, el gusto es todo mio
- He escuchado algunas cosas sobre vos, dicen que has venido para hacer unas entrevistas por la imprenta
- Así es, quisiera poder conocer más a fondo cómo viven las personas en el reino y sus controversias. Creo que sería muy importante que el pueblo supiera eso - le explique.
- Si necesitas ayuda no dudes en pedirmelo, tengo la suerte de tener mi propia cabaña a las afueras del bosque, Si te interesa ve mañana como a las seis, verás un camino que te guiará hacia allí, no es muy complicado - No alcancé a responderle ya que había desaparecido. De todas formas no tenia nada mas que hacer ahi, asi que me devolvi a mi casa.
(...)
Al llegar a casa pude sentir el olor a alcohol llegar hasta mí, ya sabía que tendría que quedarme hasta tarde nuevamente para que la bebida no le pasara factura, me acerque a la cocina y finalmente la vi ahí sentada. Mi madre se encontraba con una botella casi vacía de whisky, su cabello ondulado tapaba su rostro, pero estaba seguro de que era totalmente un desastre. Ella levantó su cabeza y me sonrió.
- Llegaste, te estaba esperando.
- Puedo decir lo mismo, me quede esperando que aparecieras al menos para apoyarme en esto de la entrevista - Le dije, me senté frente a ella.
- No tenía muchas ganas de ir a ese tipo de eventos donde todo el maldito pueblo hace como si nada para besarle los pies a esos hijos de puta. Ese castillo está lleno de ellos, de solo pensarlo me da nauseas - Antes de que pudiera volver a beber le quite la botella.
- Sabes que odio que te dirijas así a gente que no conoces, y menos que te emborraches todo el tiempo cuando no lo estoy. Parece que lo haces a propósito - Suspire frustrado, cruzándome de brazos.
- Tal vez si no viera el reflejo de tu padre cada vez que te miro a ti, esto no sucedería - Me quedé en silencio, hablar de él era un tema muy delicado que ambos intentábamos no tocar con frecuencia. Pero que ella lo hiciera primero me sorprendía, era claro que el abandono de mi padre hacía ambos había sido un shock en nuestras vidas, pero mayormente para ella, yo ni siquiera recordaba su rostro.
- Deberías ir a darte una ducha para quitarte el olor y te despejas un poco - Le recomende mientras me levantaba de la silla para retirarme a mi habitación.
Luego de encerrarme me puse más cómodo para poder dormir, en ese momento los recuerdos de mi padre regresaron por un momento, no fue una persona cariñosa ni alguien a quien le importara su familia, recuerdo que gastaba nuestros ahorros en whisky o incluso se iba de la casa y no volvía hasta el dia siguiente sin darnos ninguna explicación. Al ser hijo único siempre fui una responsabilidad vital para mi madre pero para el no. Desde que tengo memoria fue alguien ausente en la mayor parte de mi vida en todos los sentidos, finalmente cuando tenía diez años tomó sus cosas y se fue.
Había veces que me sentaba en el suelo frente a la puerta esperando que lo volviera a ver, a los quince deje de hacerlo. Me acosté en mi cama y unos momentos después me sumergí en un profundo sueño.
(...)
De repente, comencé a sentir mucho calor como si me encontrara rodeado de fuego. Abrí los ojos, no estaba en mi habitación ni en mi casa, pero definitivamente estaba en la calle del pueblo. Todo se sentía diferente, como si no fuera la misma como lo recordaba, pude ver a lo lejos como unos hombres estaban alrededor de un tipo de monumento extraño que no podía descifrar.
Uno de aquellos hombres traía a una chica en brazos, bueno, mejor dicho la jalaba del pelo. Ella era mucho más joven que él, intentaba zafarse de su agarre pero era inutil puesto que la fuerza de ambos no era la misma. Intenté meterme para ayudar, desafortunadamente ni siquiera pude tocar su hombro, a diferencia de la mujer, que me miraba fijamente.
La pusieron encima de ese monumento, aunque podría confirmar que se trataba de una hoguera. Según sabia, esta era usada para quemar a las personas acusadas de traición, brujería o herejía en su mayor caso. Dos hombres se habían acercado para prender fuego la parte baja de aquel piso de hierba, el fuego se propagó lentamente pero lo suficiente para que mis fosas nasales se cierren ante la intoxicación del dióxido de carbono, era como si mi garganta también lo hiciera y no pudiera respirar con facilidad.
Las ganas de gritar del dolor eran cada vez más fuertes, lo hice con todas mis energías, escuche como esa mujer también grito, igual o incluso más fuerte que yo. Pero eso no era todo, un tercer grito se escuchó a lo lejos, a juzgar por su voz parecía masculina. No podía ver quien era puesto que el dolor era más que un tipo de mortaja, tanto así que mi cuerpo no pudo aguantar mucho y terminé desmayandome.
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𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀
FantasyACTO UNO Pietro es un escritor mediocre del pueblo Aarush. Sin saber, una oportunidad llega a su puerta, algo que le cambiaría completamente la vida. Zyra, un reino con una maldición, y él, que debería entrar a conocer a sus gobernantes. ¿Podrá co...