10: BASTIAN

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El reino de Edhem estaba muy tranquilo como siempre, a diferencia de los otros reinos del continente, nosotros no teníamos un pueblo el cual se deleitara con nuestra presencia, y nosotros los únicos que existíamos ahí éramos los mismos que vivíamos entre esos techos y escaleras interminables. Me había dado una ducha caliente luego del baile, procurando que el jabón no tocará los moretones de mis brazos y los golpes sobre mi espalda, luego de salir del agua y vestirme, podía ver desde el reflejo del espejo cada una de las veces que el rey se había desquitado conmigo, las marcas sobre todo mi cuerpo eran visibles, las viejas y las recientes. Por algo que supuestamente había causado yo, y el recuerdo volvió a mi mente.

- Mi príncipe, su majestad requiere su presencia en su despacho - Había dicho uno de los guardias, su rostro estaba totalmente tapado por la armadura, además de su cuerpo con la armadura. Era más alto que yo, tenía una voz media oscura y podría deducir que tenía más o menos la edad de mi padre.

No tuve de otra que ser escoltado por el desconocido hasta la puerta, de hecho, no conocía el rostro de ninguno de los hombres que nos servían, mi padre siempre decía que esa era una forma de mantener el respeto a la gente que daría su vida por nosotros en cualquier ámbito. Me detuve enfrente de la puerta, di dos pequeños golpes para llamar, al oír la voz de mi padre di vuelta la manija y entré. La oficina donde mi padre se encontraba la gran mayoría del tiempo era muy espaciosa, aunque sus colores eran oscuros, las velas intentaban dar un poco de iluminación a un lugar tan frío y nostálgico donde la gran parte de mis pesadillas comenzaban, el rey estaba sentado sobre su oficina y dos guardias se encontraban a su lado, dandome una reverencia.

- ¿Querías verme? - pregunte acercándome a él. Yo era una copia exacta suya, nuestra estatura era diferente por dos centímetros, mismo color de cabello y ojos. Me senté frente a él, quedándome en silencio y observando cada uno de sus movimientos.

- Hace unos minutos me llegó una noticia desafortunada, ¿sabes? Siempre he deseado que puedas ser un mejor rey de lo que yo lo soy, poder tener tus hijos, y que el reino de Edhem se encuentre en paz al estar con tu mandato, por eso es que te sigo criando - Se levantó de golpe, su mirada puesta en mi - Todo lo que yo te he pedido es que me demuestres que eres digno de la corona, que eres digno de ser mi hijo, pero no haces nada más que decepcionarme con cada cosa mínima que te ordeno.

- Solo intento ser un orgullo para ti - murmuré, comenzó a rodear su escritorio y caminando hacia mi - He hecho todo lo que me pediste al pie de la letra, no sabia que las cosas acabarian de esa manera.

- Me importa una mierda cuantas veces lo intentes, con solo una vez debería ser suficiente. Sabes que no debes equivocarte, cualquier error que llegues a cometer daña tu imagen como sucesor al reino, ¿¡como siquiera pudiste ser tan estupido!? - me grito, el dolor sobre mi mejilla se hizo presente cuando me dio una cachetada.

No tuve oportunidad de responderle algo, los guardias me tomaron con fuerza de los brazos dejándome inmovil, luego me pusieron de rodillas sobre el suelo. Mi padre abrió el primer cajón del escritorio, sacando una vara donde salía una soga de cuero. El rey me castigaría con un látigo, su mirada se volvió hacia mí cuando termino de sacarlo y fue acercándose, sentí como la parte trasera de mi camisa era levantada por las manos tapadas con unos guantes, el agarre sobre mis extremidades se volvió más fuerte, causandome dolor.

- Quiero que sepas que esto lo hago solo por tu bien, y para que no se te ocurra volver a decepcionarme - Lo escuche decir, antes de que el fuerte azote llegara a mi columna.

Deje de mirarme al espejo cuando un golpe a la puerta llegó de repente, sabía que esa era el aviso de que la cena estaba lista, no estaba listo para ver el rostro de mi padre denuevo, y al no estarlo las cosas se harían más incómodas con mi presencia en ese lugar. Las cosas no podrían perdonarse solo así, si es que siquiera sucedia un milagro para que fuera a pedirme disculpas. Pero sabía que en el fondo, todo lo que él me había dicho aquella noche era cierto, lo que yo pensaba de mí mismo era de verdad, siempre me esforzaba para poder hacerlo sentir orgulloso de mi, poder decir a los demás que era su hijo sin que se llegue a decepcionar, jamas habia conocido cómo era el amor paterno, contarle cómo me sentía cuando me decía todas esas palabras, mis sentimientos, la incomodidad que tenía al no poder salir tan a menudo del castillo como si fuera un prisionero en mi hogar, la constante sobreprotección y vigilancia tanto suya como de los guardias. Si tan solo pudiera saber si el me amaba.

Salí de mis aposentos y no me sorprendí a que literalmente podía escuchar mi propia respiración a tanto silencio en los muros, no tarde mucho en llegar al comedor y reconocer la figura de mi padre sentado a lo lejos en silencio, esperando. Me senté en la silla más alejada de su alcance, mi mirada iba hacia cualquier lado mientras nos servían la comida, sentí mi estómago rugir al sentir el olor exquisito, la comida siempre había sido mi escape de este tipo de situaciones estresantes como estas.

- ¿Por qué estás tan callado? - preguntó de repente, rompiendo el silencio. No le respondí, pero me sobresalte cuando golpeó la mesa con su mano - Te estoy haciendo una pregunta, y quiero que me respondas.

- No tengo ganas de hablar, solo deseo comer en paz por favor - pedí, volviendo mi concentración al plato.

- ¿Qué sucede? Normalmente siempre hablas en la mesa - Sentía mi cuerpo arder en rabia, odiaba cuando hacía como si nada hubiera pasado.

- Si, sucede que tengo unos golpes en la espalda por si no te acuerdas de que tu mismo me golpeaste con un látigo - le dije, observe como su mandíbula se tensaba.

- No es un buen momento para hablar de eso, tu comida se va a enfriar.

- ¿Y cuándo hablaremos de esto, la próxima vez que me golpees? - Pregunte, su boca se abrió pero no me dijo nada - Estoy cansado de intentar ser la persona perfecta para alguien que ni siquiera llega a preocuparse por mi en lo más mínimo, que intentes convertirme en todo lo que tu no pudiste llegar a ser, pero tu eres solo un monstruo.

- Bastian, cuidado con tus palabras - advirtió, se levantó de su asiento así que hice lo mismo - No quiero que hables de estas cosas delante de los empleados, y mucho menos de que me faltes el respeto.

- Pero tu ya me lo has faltado a mi, así que ¿por qué debería hacerlo? - le dije, yéndome antes de que tuviera oportunidad de levantarme la mano de nuevo.

𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora