Edhem, seis horas antes de la batalla de los ángeles.
Eran una de esas noches donde el frío ya era tan fuerte que podía congelar tus huesos y tu cerebro si salías, no había señal de vida, como si la tierra se hubiera tragado al último hombre que se atreviera a hacer daño sobre la madre naturaleza. Dentro del gran castillo oscuro, los banquetes se volvieron algo normal cuando la luna estaba en lo más alto, la música y las personas seguían siendo las mismas. El olor a alcohol se impregnaba por el aire, cualquiera que estuviera en su sano juicio podría marearse por lo fuerte que se sentía. El rey Vinter y su hijo, se encontraban en la gran mesa al fondo observando el espectáculo frente a ellos, una tensión se podía sentir entre padre e hijo, tal vez ante palabras no dichas y desacuerdo entre ambos.
De pronto, las puertas del gran salón se abrieron de par en par, dejando que un sirviente pudiera correr por el pequeño pasillo, hasta quedar frente del rey.
— Su majestad — comenzó el hombre, haciendo una reverencia — Disculpe por entrar de esta manera, pero los guardias han visto a un joven acercarse a nuestro sector. Al parecer es del reino enemigo, y está esperando para tener una reunión con usted.
— ¿Un joven? — repitió Vinter, dejando su copa de vino a un costado para mirarlo — que pase.
Ante la orden del rey, el hombre hizo un ademán con su cabeza para que el chico pueda pasar, unos segundos después se escucharon unos pasos aproximarse, las personas presentes susurraban unas a otras a ver a Arlet caminar por el pasillo y quedar frente a él, los guardias que lo mantenían a raya apretaron sus hombros para que pudiera incar la rodilla frente al monarca. De ser así como se encontraba vestido, cualquiera sabría que no se trataba de un simple mercenario, veían el poder sobre sus ojos como si fuera un destello prometedor.
— Yo te conozco — comenzó el rey, frunciendo su ceño — estabas en el baile, si no mal recuerdo.
— Arlet no estaba ahí como cualquier otro plebeyo padre, él es un bendecido — comentó Baslan hacia su padre.
— ¿Un bendecido? Eso es bastante interesante — dijo el monarca, inclinando su cuerpo hacia adelante — ¿Y qué es lo que te trae a mi castillo?
— Tuve que hacerlo majestad, las cosas no estaban bien en Zyra — explicó Arlet, negando con su cabeza — el rey se ha vuelto loco, no está conforme con la guerra que se viene y ha comenzado a hacer culpable a gente inocente.
— ¿Y tú eres inocente? — Cuestionó Vinter, alzando una ceja.
— No puedo negar que yo he callado cierta acción que ha ocurrido anteriormente y no estoy orgulloso de ello, pero no soy un traidor — respondió, tomando una respiración profunda — tuve que escapar de ese lugar, estoy seguro de que su majestad tomaría acciones severas entre nosotros.
— ¿Y ahora deseas que yo te dé refugio en mi hogar? — adivinó — Podría ofrecerte un lugar cómodo, a mi no me molestaría tener más hombres con habilidades especiales, pero...necesito que te arrodilles.
Todo el salón quedó en un seco silencio en solo unos poco segundos, Bastian bebió un largo sorbo de su vino mientras Arlet lo miraba confundido.
— ¿Señor?
— No hay nada de lo que avergonzarse, tú mismo has dicho que has escapado de un lugar donde ya no estás a salvo y vives debajo del mismo techo donde un gobernante quiere tu cabeza, por algo te largaste de ahí — explicó el hombre, regalandole una pequeña y fría sonrisa — Te daré la seguridad que quieres, si solo te arodillas y me juras lealtad a mi, y a mi hijo.
Cuando el silencio volvió al salón, un escalofrío pasó por el cuerpo del joven, Vinter tenía la cruda y dolorosa razón, un dolor en su pecho en su corazón se hizo presente, estaba dejando atrás a amigos desde hace años, a aquellos que había conocido hace poco, a los valores que su padre le inculcó cuando era un niño. Una lagrima se deslizó por su mejilla mientras su rodillaba se incaba en el suelo, bajando su cabeza.
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𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀
FantasyACTO UNO Pietro es un escritor mediocre del pueblo Aarush. Sin saber, una oportunidad llega a su puerta, algo que le cambiaría completamente la vida. Zyra, un reino con una maldición, y él, que debería entrar a conocer a sus gobernantes. ¿Podrá co...