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29 de Noviembre de 1813.

El viento golpeaba contra las ventanas del castillo y sus paredes de mármol, aunque sus rafagas fueran suficientes para mover a los árboles hacia los lados, los bendecidos seguían practicando a pesar del frío clima. En el jardín, se encontraban varios de ellos alrededor de Yelena y Arlet, los cuales estaban mejorando sus dotes en la pelea. No podía distinguirse quien llevaba la delantera en esto, pero varios de ellos apostaban que la joven pelirroja pudiera llegar a ganar. Ella colocó su espada encima de su frente para bloquear el ataque de su oponente y alejarlo de su cuerpo, corrió hacia él para derribarlo sobre el suelo sin ningún tipo de arma, sus piernas rodearon su cuello para comenzar a apretar.

— Vamos, ríndete — dijo Yelena, observando como Arlet se quedaba sin aire y se movía hacia los lados en busca de algo que lo sacara de su agarre, al no encontrar una golpeo múltiples veces el suelo, dando la señal de que se rendía. Ella quitó sus piernas de su cuello para levantarse, extendió su mano hacia él, ayudándolo a levantarse.

— Buena pelea, espero que a la próxima pierdas — exclamó soltando una risa cuando terminó de limpiarse sus pantalones.

— Ya lo veremos, ojala que aprendas a defenderte mejor — le saco la lengua mientras ambos comenzaban a caminar lejos de los demás.

(…)

La noche estaba más fría de lo esperado, los cocineros terminaban de limpiar la cocina luego de la exquisita cena que había terminado hace unos veinte minutos, la princesa y el general salieron un momento a tomar aire fresco antes de irse a dormir. Millicent estaba acostada sobre el suelo, su mirada puesta sobre las estrellas mientras acariciaba las manos de Azael con lentitud, el viento golpeaba contra sus rostros haciendo que sus cabellos se movieran hacia atrás, el silencio que estaba sobre ese lugar era lo mejor que se podría apreciar de la relación prohibida que tenían, como si aquello fuera una forma en que ambos demostraban su amor sin siquiera hablar.

— ¿Crees que algún día sería probable que seamos felices lejos de aquí? — preguntó la princesa, levantando su cabeza para mirarlo a los ojos.

— Me gustaría pensar que lo seremos, pero las cosas jamás pueden ser como deseamos. De por sí, esta relación que tenemos es realmente peligrosa, usted está comprometida con el príncipe de Edhem, si el rey se diera cuenta de lo que sucede entre nosotros, probablemente mañana aparezca sin cabeza — Explicó, dejando salir un largo suspiro.

— Mi padre es consciente de mi negación al casarme con alguien que no deseo solo por el simple hecho de unir nuestros reinos y crear algo poderoso según él, lo único en lo que yo puedo pensar es cuánto tiempo pasaría a su lado sin desear mi muerte aproximarse — Murmuró, colocando sus manos sobre el suelo para levantarse y regresar adentro, sintiendo los pasos de el detras.

Al volver al castillo, el silencio volvió a aparecer entre ambos al caminar por los pasillos, todos durmiendo excepto las criadas, los guardias y los cocineros, pero aun así cada uno tenía su tarea, por lo que nadie estaría merodeando a estas horas de la noche. Volvieron a la misma rutina de siempre, solo que esta vez Azael entró a sus aposentos, cerró la puerta detrás de él y se acercó a ella para darle un beso de las buenas noches. Rodeó su cuerpo con sus brazos para tenerla más cerca, sintiendo como iba perdiendo poco a poco el oxígeno al pasar los segundos, cuando un grito desgarrador los hizo separarse.

— Por favor quédese aquí, volveré en un minuto — dijo el general, alejándose de ella solo un poco cuando le tomó del brazo.

— No, déjame ir contigo, no tienes que ir solo. Yo podré defenderme si algo ocurre, solo eso.

Azael no tuvo otra alternativa que aceptar su pedimiento, abrió la puerta poco a poco para tener una buena visión del exterior, sacando de su bolsillo su espada con mucho cuidado, sintiendo como Millicent lo agarraba del brazo para seguir su camino. Luego de chequear que todo estuviera despejado, volvieron al mismo pasillo por el que habían caminado una vez, hasta que pudieron observar a lo lejos la puerta de los aposentos de la reina abierta totalmente, una criada estaba de rodillas llorando en una multitud de guardias y otras mujeres que miraban la escena horrorizados, la princesa sacó su mano de su brazo para correr y aclarar sus dudas.

Su corazón se rompió en miles de pedazos en un par de segundos, los ojos se llenaron de lágrimas y sus piernas se debilitaron, su madre, la reina Crystal yacía en el suelo de su habitación, el cuerpo sin vida bañado en sangre y en una posición incómoda, la cabeza inclinada hacia atrás dejando ver una marca sobre su cuello. Millicent cayó de rodillas sin darse una idea de cuando comenzó a llorar desconsoladamente, sintió unas manos sobre sus brazos que la movían hacia atrás para abrazarla, pero no dejaba de mirar el cuerpo de su primogénita. El resto de los presentes tampoco dejaban de mirarla, Azael tenía sus ojos llenos de lágrimas y consolaba a Millicent en silencio.

— ¿¡Cómo has permitido que entren a los aposentos de la reina!? — gritó el rey hacia uno de los guardias del palacio, mientras que el hombre solamente miraba hacia sus pies.

— Mi señor no es mi culpa, se lo juro, me comentaron que usted me estaba llamando y deje a los demás a cargo — dijo, tragando saliva.

— Lo más seguro es que alguien ordenara la muerte de la reina para no mancharse las manos, majestad — Stefan se volteo al otro hombre que le hablaba. también con su mirada hacia abajo.

— ¿A qué te refieres con eso, uh? — pregunto, frunciendo el ceño.

— De que aquí debe haber un traidor, puede estar en cualquier lado, incluso con nosotros en este instante. El rey Vinter cree que nosotros hemos mandado esas cosas a su reino, y seguramente dio la orden de muerte —

El rey Stefan tomó una respiración profunda ante lo que había dicho el guardia, alguien los había traicionado, a su reino y podría ser cualquiera, tenía que saber de quién se trataba antes de que fuera demasiado tarde, pero la guerra debía comenzar y nada podía detenerlo.

— Avísale a uno de tus compañeros que envíen un mensaje al reino de Edhem, diles que la reina de Zyra será vengada, cueste lo que cueste — Dijo Millicent, levantándose del suelo y limpiándose las lágrimas, llena de ira.

El guardia hizo una reverencia antes de retirarse, mientras ellos seguían llorando la pérdida. un mensajero se subió a uno de los caballos libres y galopó al palacio vecino, ese era el comienzo del invierno y de una guerra que se llevaría miles de muertes consigo, la difunta reina sería vengada de todas formas, pero no solamente ella, muchas otras que se ocultaban en lo profundo del corazón del traidor. El frío comenzó para avisarles a todos que la masacre, la sangre, y la muerte llegaría muy pronto y no sería paciente con nadie.


𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora