El sol terminó por esconderse, la luna se levantaba para que la noche comience, las criadas llevaban los vestidos de la reina y la princesa a sus aposentos, encargándose de que ambas quedaran deslumbrantes para que todos ellos aquellos dignos de admirarlas, quedarán hechizados. El fuego de aquellas velas se propagaba cada vez más, bailando hacia los costados dejando que sus flemas brillaran, las puertas del reino de Zyra finalmente se abrieron y la gente del pueblo comenzó a entrar con entusiasmo, niños y niñas, jóvenes, adultos y ancianos, todos mirando a sus alrededores, igual de impresionados ante la belleza que mostraba el salón del castillo. Un estruendo de unas trompetas dejó a todos en silencio.
- ¡Atención, sus majestades el rey y la reina, y su alteza imperial la princesa Millicent!
Una pila seguida de reverencias y reverencias se fue formando a medida de que iban apareciendo, el rey Stefan llevaba una túnica negra que cubría casi todo su cuerpo y su cabeza sin corona. Su esposa, la reina Crystal, lucía un precioso vestido anaranjado con detalles de espirales en sus brazos, portando una gran corona, y la princesa tenía un vestido color violeta que hacía resaltar la palidez de su piel, junto a su corona grabada con un bello diseño de amatistas.
Los tres se sentaron sobre sus tronos mientras Stefan daba un discurso, como todos los eventos que se armaban por el aburrimiento. La rutina la mataba, ella estaba cansada de hacer lo mismo una y otra vez, pero esta noche no sería así. Su cuerpo se tensó y su piel se erizo al verlo llegar por aquella puerta con su armadura que se pegaba a su cuerpo.
La música empezó a sonar y Azael se acercó a ellos, dando una reverencia.
- Sus majestades, es un gusto verlos esta noche tan importante - Dijo el rubio.
- No la perderiamos por nada hijo mío, sobre todo porque es también tu noche - habló el rey, sonriéndole a los pueblerinos que venían y besaban su mano para susurrarle un gracias.
La gente del pueblo estaba contenta, algunos reian y placticaban de lo precioso que era la noche, otros bebían y bailaban solos, y los demás se quedaban en los pasillos a comer algo para matar su ansiedad.
Arlet, Yelena, Maximo y Pietro fueron los siguientes en llegar, robando la atención al ser un cuarteto demasiado perfecto. Arlet llevaba un traje verde oscuro que resaltaba sus ojos, a su lado Yelena un vestido bordo con un escote y un corte sobre el largo de sus piernas, mientras que Máximo y Pietro que también modelaban unos trajes que quedaban pegados a sus cuerpos.
La música seguía sonando y el pueblo estallaba en risa ante la felicidad que les daba la noche, pero de un momento a otro todo se quedó en silencio una vez más, dejando que una trompeta diferente se escuchara.
- ¡Atención, su excelencia el príncipe Bastian! - exclamó un guardia desconocido, de complexión delgada y una armadura más oscura que la de Azael.
Las puertas se abrieron de nuevo, era como si el mismo demonio entrara en su casa sin ningún tipo de vergüenza, una sonrisa sobre su rostro, expectante, competidora. Como si de alguna forma estuviera listo para quitarle algo valioso al rey. Al estar frente de ellos, dio una reverencia demostrando respeto.
- Bastian, es un gusto tenerte con nosotros. ¿Cómo te encuentras? - preguntó Stefan.
- Gracias a los dioses me encuentro de excelente salud majestad, es un honor para mí estar presente en esta noche tan importante.
- Que los dioses te cuiden joven, espero que seas un gran rey como tu padre - dijo Crystal, sus ojos apuntando a otro lado.
- Amen, mi reina.
El príncipe movió su cabeza al sentir una fuerte mirada quemándole las entrañas, pero no era la mirada ni de la reina, ni siquiera de la princesa, era mucho peor. La mirada del fuego infernal, clavada sobre él como una espada, así se sentía cualquier enemigo de Azael, Bastian se quedó inmovil por unos instantes, los ojos del general seguian ahí, sin moverse.
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𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀
FantasyACTO UNO Pietro es un escritor mediocre del pueblo Aarush. Sin saber, una oportunidad llega a su puerta, algo que le cambiaría completamente la vida. Zyra, un reino con una maldición, y él, que debería entrar a conocer a sus gobernantes. ¿Podrá co...