Millicent miró por encima de su hombro una última vez antes de adentrarse a la oficina de su padre, al verlo a lo lejos se quedó en silencio un momento observando como ponía su sello sobre unos papeles. El hombre al no poder siquiera escuchar la respiración de su hija, levantó su cabeza para confirmar si ella estaba allí.
La vió, sus ojos llenos de ira y decepción, la respiración de la princesa era calmada pero dentro de su mente ocurrían miles de pensamientos ante las cosas que habían sucedido. Quería gritarle, exigirle una explicación del porqué había hecho en contra de su voluntad, si no había pensado siquiera en preguntarle que era lo que realmente ella quería. No a la corona, no a los consejeros, solo a ella, su hija y la heredera al trono.
- ¿Sucede algo? Dilo rápido y retírate, estoy ocupado - Dijo el rey, volviendo su mirada hacia aquellos pergaminos.
- Necesito que por un momento dejes tus obligaciones, y hables con tu hija - Le comentó, acercándose hacia el escritorio.
Stefan suspiró ante la demanda de su hija, al principio siguió con su trabajo, pero cuando la femenina aún seguía en su lugar de trabajo, decidió hacerle caso por un momento. Dejó los pergaminos a un lado y se dedicó a mirarla, estrechando sus manos mientrás se miraban a los ojos. El lugar tenía un tenso ambiente, no solamente por el gran silencio que había, sino de la manera que el padre veía a su hija con seriedad, y como ella lo miraba decepcionada. Sin una pizca de piedad.
- Nisiquiera la muerte de mi madre pudo darte una razón para intentar entenderme - Comenzó Millicent - Tú sabías que no quería casarme con Bastian y de todas maneras me comprometiste con él. La guerra hizo que anularan la boda y ahora, ¿Quierés buscar otro hombre cuando sabes que no me agradaría?
- Hija, no es la primera vez que hablamos de este tema, pero tú sabes bien el motivo del porqué lo hago. Eres la heredera al trono, la futura reina de este reino. Tu debes proteger al pueblo y a la gente, tener descendientes, casarte con un buen hombre de una familia, preferiblemente un príncipe. Y sea quien sea aquel hombre que te gusta, nisiquiera me lo has presentado, y eso de por sí ya me da una mala imágen de quien podría llegar a ser -
La princesa comenzó a reir ante la ignorancia de su padre, confirmando los pensamientos de su mente, que su padre nisiquiera le prestaba la más mínima atención en todo lo que ella hacía - Aquel hombre del que hablas, siempre he estado a su lado y él del mío. Nos has visto muchas veces a un lado del otro, ves como yo lo miro, pero nisiquiera tú dejas ver quien es. No quieres aceptarlo.. -
Stefan no respondió absolutamente nada a los comentarios de Millicent, era como si quisiera que ella lo dijera para poder aceptar a lo que él intentaba entender de alguna manera extraña.
- Creo que sabes de quien se trata...padre, yo estoy enamorada de Azael - Tragó saliva - Y hemos comenzado a salir hace unas semanas atrás - El silencio volvió a encontrarse entre ellos, la tensión, como si todo el mundo ya no existiera y solamente serían ellos dos. Observándose, perdiéndose de una manera en los ojos del otro entre aquellas aguas que se camuflaban como lágrimas.
Ni uno de los dos cortó aquel gran cubo de hielo por vario tiempo, Millicent esperaba que su padre dijera algo, que le pidiera una razón del porqué el y no otro hombre. La razón de que su corazón latiera por Azael, y no por Bastian, nisiquiera por el príncipe de Englecona que nisiquiera sabía su nombre. Ella conocía la historia de sus padres, como se habían conocido y lo mal que su madre lo pasaba en el matromonio, sabía cada detalle gracias a ella. No deseaba lo mismo para su futuro, quería casarse con Azael, formar una familia con él y reinar a su lado o sin aquella corona como su responsabilidad. No quería llorar todas las noches arrepitiendose de estar viva y buscar cualquier objeto puntiagudo para quitársela. No quería tener hijos y nisiquiera poder mirarlo a los ojos, porque cuando lo hacía, veía los del hombre que le había quitado la felicidad de su corazón.
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𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀
FantasyACTO UNO Pietro es un escritor mediocre del pueblo Aarush. Sin saber, una oportunidad llega a su puerta, algo que le cambiaría completamente la vida. Zyra, un reino con una maldición, y él, que debería entrar a conocer a sus gobernantes. ¿Podrá co...