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Un gran y fuerte silencio se sostuvo sobre el reino por un par de horas, la luna que se levantó sobre el cielo brillaba lo suficiente para iluminar la tierra, aunque cualquiera con un poco de razonamiento no saldría de su habitación hasta el amanecer, al menos no aquella noche. Los sollozos eran lo único que podía escucharse en los aposentos de la princesa, su corazón estaba pasando por un momento realmente difícil sin la presencia de su madre, su cuerpo estaba abrazado por las sabanas que la cubrían del frío que sentía aunque la chimenea estuviera encendida hace varias horas. Por primera vez, la presencia de Azael no era confortable en ningún momento, pudiendo sentir sus caricias sobre la tela de la sábana superior. 

— Por favor permítame ayudarla —  murmuró, con un nudo sobre su garganta que le dificultaba hablar. 

— No quiero nada de nadie en estos instantes, déjame sola —  ordenó. 

Un suspiro fue lo último que se escuchó proveniente del general antes de levantarse de los pies de la cama y encaminarse a la puerta, mirándola por encima de su hombro antes de retirarse. Millicent, quedó en un completo silencio antes de quebrarse en lágrimas una vez más. 

(…)

— Hay señales de que su majestad luchó hasta el último segundo con vida, mi señor, hasta que el asesino la ahorcó con esa soga. Será difícil descifrar si se trató de un hombre o una mujer, pero no puedo descartar nada. Claramente ha fallecido por asfixia, aunque también puedo notar marcas sobre su cuerpo, estoy bastante seguro de que había dos o más personas en la habitación  — Explicó el médico forense, la morgue era uno de los lugares más oscuros del palacio tanto como el calabozo, el rey se quedó en silencio y miró el cadáver de su esposa por una última vez antes de que el hombre volviera a tapar su cuerpo, despidiéndose de sus recuerdos que tenían juntos. 

— Mi esposa deseaba ser enterrada, y eso es lo que haremos al amanecer. 

(…)

—  No puedo creer que ella esté muerta —  dijo Stefan, entrando a su oficina. 

— Todo ha sucedido muy rápido, es normal que todavía se encuentre en shock — comentó Azael, cerrando la puerta detrás de su espalda. Se quedó en silencio observando cada uno de sus pasos, el rey se acercó al mini bar para llenar una copa con vino, tomando un largo sorbo antes de sentarse. 

Sus ojos estaban rojos e hinchados de las horas que se pasó llorando, su garganta con aquel nudo característico que no lo dejaba respirar en paz, como si estuviera derrotado en una guerra que ni siquiera había comenzado totalmente. 

— No puedo entenderlo, estábamos tan bien en un momento, estábamos comenzando los preparativos para la boda de nuestros hijos, nos conocemos desde hace años. ¿Cuál fue ese detonante para poder meterse con la vida de mi mujer? — Soltó un suspiro pesado, acariciando su frente. 

— Tal vez fue un malentendido, ese tipo de cosas suceden a veces con ciertas acciones anteriores, como el accidente con el príncipe  — Azael bajo la cabeza, avergonzado — no debería haberme metido en lo que sucedía entre ellos, mejor hubiera sido dejarlos. 

— Jamás te disculpes por proteger a mi pequeña de ese niño mimado, hijo mío  — advirtió — Si hubiera sido un malentendido, hubiéramos hablado al respecto en vez de haber lanzado la primera piedra, pero la reina está muerta, y unas disculpas no la traeran de vuelta a mi lado. 

(...)

El sol volvió a salir, los cocineros y las criadas no prepararon absolutamente nada, el salón estaba lleno de aquellos seres que vivían en el castillo, bendecidos y humanos, todos en silencio. La puerta se abrió, una fila formándose sobre el medio de esta, la cual daba la salida hacia el cementerio pequeño conformado por los antiguos gobernantes, algunos guardias se encargaban de llevar el cajón donde el cuerpo de la difunta reina descansaba por la eternidad, sollozos en lo profundo del pasillo, otros rezando para que su alma estuviera junto a los dioses. Se construyó una gran estatua en su honor junto a los otros fallecidos, Stefan y Millicent eran los que estaban más cerca de la tumba, poco a poco el ataúd fue bajando hacia la tierra, tapando el cajón con su cuerpo en el interior. De aquella manera, una madre y esposa se despedía,  recordada como la reina blanca, mientras el invierno llegaba.

𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora