19

24 4 0
                                    

Eran los últimos días del otoño, las hojas comenzaban a caer y el viento se volvía más fuerte con el paso del tiempo, el invierno se acercaba poco a poco pero no era una excusa para que aquella pareja se escaparan por las noches al jardín. Millicent llegaba a retorcerse del dolor de estómago y sus mejillas se acaloraban por las palpitaciones rápidas de su corazón, sus ojos no llegaban a poder dejar de mirarlo al hombre que estaba sentado a su lado.

Gracias a los dioses que aquella mañana, el rey decidió cancelar los entrenamientos como un descanso para todos, la princesa dejó la canasta sobre el mantel que había colocado anteriormente sobre el suelo y comenzó a sacar todo. Una botella de vino, fresas, sandwiches y un poco de postre. Los rayos del sol golpeaban contra sus rostros mientras ambos comían en un ligero silencio que no duró demasiado tiempo.

- Jamás llegué a imaginar que llegaría a tener un momento privado con usted en mi vida - Comentó Azael, sirviendo un poco de vino.

- Siempre hay que aprovechar los momentos de descanso para pasar tiempo con la gente que amamos - Respondió ella, tomando un sorbo.

- Tiene razón, alrededor de todos años recuerdo pocos momentos donde he podido tomarme el tiempo de comer algo sin apresurarme. Lo cual debe ser mucho peor para alguien de tu estatus - Dijo, soltando un suspiro - De solo pensar que mañana debemos volver a esa rutina, el estrés vuelve a aparecer.

- Lo sé, a mi me sucede lo mismo cada vez que debo volver a portarme como tal. Pero creo que he encontrado algo que me ayuda a calmarme - Susurro, de a poco fue acortando la distancia entre sus cuerpos hasta poder sentir su respiración - Si lo deseas, puedo alejarme.

- No, te lo prohibo.

Aquella pequeña distancia entre ambos llegó a su fin cuando sus labios se unieron en un tierno y torpe beso, los dedos de la mano del general se colocaron sobre su barbilla con suavidad, los ojos de ambos no pudieron evitar cerrarse ante la pequeña muestra de afecto que se daban por primera vez. A ella se le cortó la respiración por sentir la gentileza de sus labios y la manera que llegaban a hacerla suspirar, su cuello fue rodeado con sus brazos en un pequeño intento de encontrarle un sentido a la calentura que sentía por dentro, su cuerpo tomó impulso para poder sentarse a ahorcadas sobre él, y al sentir sus manos posarse contra sus caderas, su piel se erizo en un segundo.

Sus cuerpos se detuvieron en ese mismo instante al escuchar una voz femenina llamando a Millicent, un suspiro decepcionado escapó de su boca mientras se levantaba de sus piernas y acomodaba su vestido. Azael decidió no decir nada para no llegar a causarle problemas, por lo que fue guardando las cosas nuevamente sobre la canasta, dando la pequeña cita por finalizado.

- Después de todo, espero que podamos seguir con esto más adelante - dijo con una sonrisa, guiñandole un ojo.

(...)

- Realmente estas haciendo que pierda la paciencia, Stefan - Decía la reina, quitándose la corona para dejarla sobre el escritorio.

- Tu sabes que tengo razón y eso es lo que te molesta. Siempre intentas evadir estos temas cuando tengo que hablarlo contigo. Tarde o temprano tendremos que hacerlo, parecemos un maldito matrimonio con problemas para poder comunicarse.

- Ese es exactamente el problema que tenemos, siempre te haces la víctima con todas estas cosas. Tu sabes completamente que nuestra hija no está bien, el pueblo necesita más dinero para que sus familias coman, hay que encontrar una manera de mejorar todo esto y simplemente le das la espalda a todo.

- ¿¡Y qué deseas que haga!? Estoy todo el tiempo con el consejo de encontrar una manera de solucionar y mejorar el reino que algún día nuestra hija tendrá que reinar. Pero parece que solo soy yo el que se preocupa por el legado que le dejaremos.

- Sabes muy bien que no desea casarse con Bastian, la pobre terminará con depresión o algo peor si la dejamos con alguien que no podemos confiar su seguridad. No deseo morir sabiendo que ella no tendrá un final feliz, tal vez yo no lo estoy teniendo pero quiero que ella sí.

- ¿De qué estás hablando? - preguntó el rey, frunciendo el ceño.

- Tu padre fue el que nos quiso casar, y tú en vez de negarte al matrimonio dejaste que ese hombre lo hiciera. Sabías que amaba a ese hombre más que a nada, en ningún instante te pusiste a pensar en mi felicidad y lo que yo quería. Realmente me importa muy poco si alguna vez has sentido algo por mi o no, pero mi hija es lo único que tiene importancia en mi vida, y estoy dispuesta a hacer lo que sea con tal de que no salga herida. Espero que al menos tengas la decencia de no cometer un error esta vez - Terminó, dándose la vuelta para retirarse de la oficina.

𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora