Empecé a pasar mis últimos días con Azael, la gran parte del tiempo me hacía practicar con la espada y también consultar acerca de métodos de magia y un poco de la historia. Mi mente fue pensando en él a medida que las horas pasaban, había conseguido un amigo con mal genio y un rostro un tanto serio, tanto que me había acostumbrado al verlo todos los días quejarse y con una cara de culo, el tiempo que pase con él me hizo darme cuenta que yo era uno más de ellos, mi magia era fuerte como cualquiera de los otros, solo tenía que aprender a usarla y en qué momentos.
Finalmente una vez que entré a mis aposentos, me metí perezosamente a la cama soltando un suspiro al sentir la calidez de las sabanas alrededor de mi cuerpo haciéndome relajar de a poco para terminar durmiendo poco a poco. A la mañana siguiente, el golpe en la puerta me despertó de un salto, de mala gana abrí los ojos, no tardó mucho para escuchar los pasos adentrarse y llamar mi atención.
- ¿Aún no te vistes? Son casi las siete de la mañana - Gruñó Azael, acercándose a la cama y quitando las sábanas de mi cara - Llegaremos tarde, date prisa.
- ¿A dónde nos vamos? - pregunte sin ganas.
- Al comedor, su majestad desea vernos a todos. Date un baño rápido, iré a buscarte algo de ropa - me dijo, antes de desaparecer por la puerta.
No sé como hice para siquiera ser tan veloz y ducharme en pocos minutos, luego de secar mi cuerpo y vestirme salí a los pasillos para poder encontrarme con el.
- Ya te estabas tardando, apurate que tengo hambre - Camine a su lado para poder dirigirnos a nuestro destino, mire por el rabillo del ojo para observar su semblante, los recuerdos de la biblioteca llegaron a mi y la espada sobre mi cuello me hacía enrojecer - ¿Qué cosa son las que pasan por tu mente para que te pongas rojo? Espera, no me lo digas, no me quiero traumar - exclamó con rapidez mientras los guardias abrían las puertas.
Definitivamente uno de mis lugares favoritos del castillo era el comedor, no solamente por el tema de la comida, sino también por la belleza que era. Sus paredes eran de un color verde oscuro que llamaba mucho la atención, la mesa era tan grande como para que incontables personas pudieran llenar sus estómagos sin problema, las sillas tenían un verde y dorado conjunto sobre lo mismo, sobre el techo colgaba una lámpara de araña que iluminaba sin la necesidad de usar velas. Todos los presentes estaban sentados, el rey, la reina a su izquierda, a la derecha la princesa, y mis dos amigos a los otros extremos faltantes.
- Pietro, Azael, por favor vengan y tomen asiento, la comida está casi lista - dijo el rey, ambos nos dirigimos hacia las otras sillas, mi corazón se encogió cuando él dejó que me sentara a su lado.
Me quedé en silencio saludando a mis amigos enfrente de mí, dándoles una cálida sonrisa de buen día, la puerta de la cocina se abrió y los cocineros fueron sirviendo la comida en la mesa, mi boca se hizo agua al sentir el olor exquisito. Máximo salió unos segundos después, pasó detrás mío y sentí mi cuerpo erizarse cuando se sentó en la silla a mi derecha, el maldito estaba tan cerca que me ponía nervioso.
Solté un suspiro bajo cuando me di cuenta de que había un asiento libre entre Arlet y Yelena, pero se notaría mi incomodidad si me cambiaba de asiento, estaba sentado entre Azael y Maximo, por favor tierra, tragame.
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𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐇𝐄𝐂𝐇𝐈𝒁𝐀𝐃𝐀
FantasyACTO UNO Pietro es un escritor mediocre del pueblo Aarush. Sin saber, una oportunidad llega a su puerta, algo que le cambiaría completamente la vida. Zyra, un reino con una maldición, y él, que debería entrar a conocer a sus gobernantes. ¿Podrá co...