Un verdadero amor 6a parte.

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Capítulo 1151

"Está bien entonces, pero si desea beber algo más tarde, no dude en pedírselo a los sirvientes; esta es como su casa, así que si necesita cualquier cosa, pídalo".
Le dijo Manuel, sin seguir insistiendo ofrecerle una bebida. Seguidamente, se volvió de nuevo hacia HongKi y le miró el bello rostro. Su hijo era tan hermoso, pero parecía que había otra belleza que se superponía con su rostro; HongKi se parecía mucho a su madre. ¡Sí, era eso! Le recordaba a su preciosa esposa, a quien extrañaba tanto.

Si bien había viajado mucho, nunca logró sacársela de la cabeza en sus recorridos, incluso llegó a pensar que no podría seguir viviendo sin todos esos recuerdos junto a ella.

Estaba grabada en su mente y en su corazón para toda la vida. Por un momento cerró los ojos y cuando los abrió, volvió a ver a HongKi, aún podía recordar a su esposa como si las cosas hubiesen sido ayer.

Tuvo que sacudir un poco la cabeza para aclarar sus pensamientos, lo que les había pasado a ellos le hizo creer en el destino. Pensaba que era cuestión de la fatalidad la prematura muerte y su solitaria viudez; incluso llegó a sentirse como un niño abandonado durante todos esos años luego de que ella muriera, él siempre estaba solo. Pero también le preocupaba que pudiera estar sola en el cielo, y deseaba reencontrarse con ella pronto.

"Papi, ¿qué pasa? ¿Tengo algo en la cara? ¿Por qué te quedaste mirándome?"
Le preguntó, confundido. Fue justo en ese momento que notó que su padre lo miraba fijamente; además, podía intuir en su mirada profunda que había algo que le estaba ocultando.

"¡No, no es nada! Solo pensaba en lo hermoso que está mi niño; pase lo que pase, siempre serás el príncipe más hermoso del mundo. Al fin y al cabo eres mi hijo ¿no?".
Manuel le sonrió, y se recordó a sí mismo que no debería actuar triste en público.

Él nunca le contó demasiado sobre su madre y no quería que adivinara lo que estaba pensando; así que desvió su atención de esos sentimientos y trató de cubrir su tristeza, aunque aún se sentía frustrado por lo que les había pasado. Quizás era porque estaba envejeciendo que no podía dejar de pensar en sus años mozos, especialmente aquellos que pasó junto a su amada esposa.

"¡Jajaja! ¡Papi, eso es tan propio de ti! Estoy seguro de que no hay nadie en el mundo que fanfarronee más sobre sí mismo que tú".
Respondió HongKi, bromeando. Él prefirió sonar gracioso aunque podía adivinar por la mirada de su padre, que había algo que él no quería decir.

Su respuesta había sido demasiado escueta, y no era común en él ser tan misterioso; lo que sea que había dicho tenía que ser su forma de ocultar sus sentimientos reales, pero HongKi fue lo suficientemente amable como para fingir que creía en su excusa, aunque no podía dejar de pensar en ello. Algún día se enteraría de lo que ocultaba su padre.

"Bueno mi niño, así soy, lo siento. ¡Pero, oye! ¡Eso también es propio de ti! Sabes a lo que me refiero, ¿no?"
Le dijo el anciano, riéndose alegremente. Sabía perfectamente que era un chico inteligente, sus pensamientos siempre habían sido distintos de los de las demás personas, por lo que sus respuestas siempre eran singulares también.

"Por supuesto que sé a qué te refieres, fingías hacerme un cumplido pero, en realidad, ¡te jactabas de ti mismo! Es tu forma de decir '¡Oye, tengo unos genes perfectos!' sin decir directamente que debo mi apariencia de príncipe a mi padre, el rey".
Le respondió juguetonamente, mientras le hacía una reverencia a Manuel.

Dobló una rodilla, ladeó la cabeza y elegantemente tomó un pliego de su pantalón al decir "mi padre, el rey". ¡Qué principito más encantador y ocurrente era!

Por esa razón es que nadie podía evitar reírse cuando estaban con él. Sin embargo, como hijo de Manuel, conocía muy bien a su padre; sabía cuándo él estaba alardeando, por más sutiles que fueran sus palabras. Por el amor del Dios, había actuado de esa manera durante más de veinte años.

"¿Quién tiene los genes perfectos?"
Súbitamente una voz los interrumpió mientras HongKi seguía jugueteando.

Era ShangGuan, quien se dirigía hacia ellos rápidamente, estaba sonriendo cuando hizo la pregunta y se robó la atención de todos. Definitivamente lucía maravilloso con su traje ejecutivo; su ropa de alta costura se acomodaba tan bien a su figura que toda la estancia se llenó de cierto aura de poder y confianza. Era fácil notar que él no era del tipo de doncel que los demás deberían subestimar porque era uno de negocios fuerte y competente.

"¡Shang, finalmente has vuelto! ¡Te extrañé mucho!"
Exclamó HongKi emocionado al darle la bienvenida a su cuñado.

Secretamente, miró detrás de ShangGuan para ver a su hermano. HongKi no dudó en dejar solo a su padre cuando vio a su cuñado y se abalanzó en sus brazos con una sonrisa; corrió rápidamente hacia él, sin importarle la brusquedad de sus maneras.

"¡Kikí! Pero si ya eres un hombre casado. ¿Cómo puedes comportarte de esa manera? ¿Sabes lo que pareces ahora? ¡Un niño maleducado! Ciertamente te reprendería duramente si no fuera tu hermano; alguien tiene que enseñarte a comportarte como un caballero".
Le dijo una voz familiar a HongKi. Ni siquiera necesitaba adivinar de quién era, pues conocía esa voz de barítono como la palma de su mano. ¡Nadie más en esa casa podía hablar en un tono tan gélido e inexpresivo que su hermano SunMin! Es por eso que el lo había apodado "Sr. Frío".

Al contrario del aura vigorizante de ShangGuan, la presencia de SunMin era tan gélida que podía congelar el mismísimo infierno.

Apenas llegó, dejó en evidencia la forma en que funcionaba su temperamento, pues se puso a pelear con su hermano; pero, a pesar de eso, sus ojos estaban llenos de preocupación y cuidado hacia su único hermano.