«¿Inocencia? Lamento decepcionarte, pero jamás la he tenido.»
Libro #3 de la serie "Traidores"
Melissa Matheson, única heredera del patrimonio Matheson, una familia inglesa perteneciente a la famosa organización criminal, el Círculo de Sangre.
Ah...
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25 de enero, 2019.
Glasgow, Escocia.
Melissa Matheson luchaba porque la soltaran, de igual manera que su madre, que no paraba de pensar en todas las razones por las que habían conseguido encontrarlas.
Estuvieron tan cerca.
Iban a conseguir esa libertad que tanto deseaban tener, iba a darle a su hija una vida que merecía, una vida que ella no pudo tener.
Pero todo se fue a la borda.
—¡Suéltenme! ¡Suéltenme! —gritó Carrie Strong mientras era arrastrada por cuatro hombres con los ojos vendados.
—¡Mamá! —chilló Melissa Matheson mientras era cargada.
Carrie se retorció en los brazos de los hombres, estando en entre la línea de la cordura y la locura por los llamados de su hija.
No podía creer que se encontraba en esa situación, no podía creer que realmente las habían encontrado, que en su cara le habían arrebatado a su hija. La culpa la estaba matando lentamente. Jamás se lo iba a perdonar. Ella le había fallado al amor de su vida y le había fallado a su hija cuando le dijo que siempre la iba a proteger.
El Círculo de Sangre lo sabía. Sabían que Melissa era la heredera de Henry Matheson, que debía hacerse cargo de su patrimonio. Que debía ser una de ellos y que ella había mentido en varias ocasiones.
La dejaron de arrastrar, obligándola a estar de rodillas y le quitaron la venda. Cerró sus puños de rabia al reconocer a los hombres frente a ella. Los tres líderes de la organización.
Robert Johnston, Max Hunter y Gilbert Kerr.
—Carrie Matheson —dijo Robert Johnston, líder máximo—, ¿cómo has tenido el coraje para ocultarnos a una heredera?
—¡Ella no es una de ustedes! —rugió la pelinegra, queriendo levantarse, pero la presionaron en su lugar.
Un golpe en su rostro la hizo voltear la cara, siguiendo de una patada en el abdomen dejándola sin aire.
—¡Mamá! ¡No! ¡Déjenla en paz! —chilló la niña que observaba todo.
Carrie sintió la rabia estremecer su cuerpo y cerró sus puños, en un rápido movimiento se soltó de quien la sostenía y le robó el arma, disparándole a la cabeza.
La escena dejó atónita a la dulce niña, pero su madre no se detuvo, con la necesidad de salir de ese lugar junto a su hija lo más pronto posible.
