31. La rosa blanca

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Narrador Omnisciente:

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Narrador Omnisciente:

Callum Hunter cayó al suelo, sintiendo que pronto no podría respirar más. Estaba cansado, cabreado como la mierda, pero completamente cansado.

Estaban en el sótano de la mansión, siendo "castigados" por su traición antes de que los mataran por la misma. Tres hombres estaban encargados de ello, mientras en las cuatro esquinas del sótano había cuatro hombres más, simplemente vigilando, con las manos en sus pistolas y máscaras cubriendo su rostro.

Miró a su izquierda a Blake, que seguía en silencio mientras los imbéciles seguían golpeando su abdomen hasta hacerlo botar sangre por la boca. El tipo no había sacado ni un solo quejido de dolor.

Callum se estremeció de pies a cabeza cuando escuchó el grito de Juliette de nuevo. Llevaban alrededor de una hora escuchándola, y eso lo había agotado más que los golpes que había recibido.

No soportaba escucharla sufrir.

No sabía lo que le estaban haciendo en la habitación de al lado y eso sólo lo ponía más ansioso. La habían separado de él a golpes aunque intentó quedarse atado a ella como fuera posible. Sabía que en la mafia las mujeres no eran vistas como iguales, las veían como putas sin paga. Tenían que tomar cualquier mierda sexual que ellos le dieran y agradecer al final.

Juliette era hermosa y había sido declarada traidora. Nadie perdería la oportunidad de someterla.

—Quiero escucharte suplicar, hijo de puta —gruñó el tipo que estaba golpeando a Blake.

El pelinegro le dio una mirada burlona a su estilo serio.

—Si no golpearas como niña tal vez lo haría —espetó con aburrimiento.

Callum maldijo en su interior.

El tipo era un masoquista.

Él quería un descanso de la mierda que le estaban dando, así que se humilló y suplicó, aunque no estaba ni cerca de sentirse desesperado por su vida. Sin embargo, Blake parecía ensañado con burlarse de los torturadores.

La puerta del sótano se abrió y empujaron un cuerpo adentro. Callum se tensó cuando miró a Juliette caer con la ropa desgarrada y ensangrentada.

Los hombres la ignoraron y siguieron con Blake.

Él trató de asegurarse de que Juliette siguiera respirando, pero la vio sonreír mientras observaba el techo del sótano.

Ella también era una perra masoquista.

No podía creer que esos dos idiotas fueran sus únicos amigos. O algo cercano a eso.

Blake soltó un quejido por primera vez y eso captó la atención de Callum. Ya empezaban a romperlo. Y entró en pánico cuando vio a uno de los hombres acercarse con un bate lleno de clavos. No sabía si le horrorizaba más la idea de verlo sufrir por eso o lo oxidados que se veían esos clavos.

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