13. La Iniciación

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Narrador Omnisciente:

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Narrador Omnisciente:

Melissa entró a la cocina por un vaso de agua, sintiendo que su cabeza palpitaba con recelo por haber bebido alcohol y encima envenenarse a sí misma.

Incluso le parecía escuchar una vocesita reñir: ¿Duele? Bien. Te lo mereces.

Sintiendo que el mundo giraba se sirvió el vaso de agua y apenas pudo beber con poca elegancia.

Entonces escuchó:

—¡ELLIE KENNER!

Su cabeza rugió de dolor y casi quiso dispararle a la voz femenina molesta. La susodicha entró a la cocina, jadeante, riendo. Melissa diferenció esa risa de la común, su risa era malévola, satisfactoria, como una niña que acababa de robarle una paleta a otra más pequeña.

Sus miradas se encontraron y la sonrisa de Ellie se desvaneció.

Por la puerta se abrió paso Lionetta, que tenía el cabello de color azul y apestaba a huevo podrido. Melissa no pudo contener su mueca de desagrado y eso enfureció a la italiana.

Ellie se movió con rapidez, escapando. Lionetta la interceptó, parándose frente a ella.

—¿A qué demonios crees que juegas? ¡Hoy tengo una fiesta! ¡Esto durará dos días en salir de mi cabello! —se quejó la castaña azulada.

Ellie frunció su ceño y levantó la barbilla.

—Se dice "Lo siento" —espetó.

Lionetta se quedó inmóvil. La miró durante un largo rato hasta que los ojos de la pequeña adolescente brillaron en decepción.

—Puedes culpar a Melissa de muchas cosas, pero no estás nada lejos de ser igual a ella.

Melissa suspiró.

Bien, habían jodido a su sobrina. Eso era totalmente perfecto. Justo lo que estaban tratando de evitar.

La chica salió de la cocina sin decir nada más, dejando sola a las dos hermanas. Lionetta murmuró algo por lo bajo en italiano y se pasó la mano por la cara. Giró en sus talones y sus miradas se encontraron. El ceño de la italiana se frunció.

—¿Ya se ha ido Alexander? —cuestionó.

Melissa se encogió de hombros.

—¿Te importa? Ayer lo vendiste sin ningún problema.

La rubia sabía que era hipócrita de su parte acusarla, pero no podía evitarlo. El juego que Lionetta había creado probablemente le costaría más de lo que se imaginaban. No quería perder la pequeña confianza que seguía en él.

Lionetta parpadeó.

—Y tú no parecías afectada.

—Me usarás en contra de alguien que una vez fue nuestro amigo, ¿cómo crees que no puede afectarme?

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