29. Talvez

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La mansión McKenzie por las noches tenía un aura demasiado sombrío para mi gusto

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La mansión McKenzie por las noches tenía un aura demasiado sombrío para mi gusto. Recuerdo que las primeras noches después de la muerte de mi madre me despertaba en medio de la madrugada y era incapaz de salir de la habitación porque sentía que había algo mal con ese lugar.

La sensación de ser observada me causó escalofríos cuando crucé el umbral de la entrada.

Ya no era jaloneada por Sarah Moreau, pero Alistair sí que iba empujando a Leah, que le insultaba por su maltrato. Incluso Ellie le llamó la atención en una ocasión, pero él le regaló una paleta y con eso compró su silencio.

¿De dónde había salido esa piruleta? Ni puta idea.

El rostro de Sarah decayó cuando entramos a la sala de estar, donde Kirk Stewart, Nighean Bothwell y los gemelos nos esperaban.

Nighean se levantó del sofá, sonriendo y mirando de manera muy extraña a Alistair, pero no fue hacia él. Caminó hacia Sarah y la examinó.

—¿Qué pasa? ¿Por qué esa cara?

Sarah hizo un mohín.

—No lo matamos. —Levantó su mano y me señaló—. Incluso aunque golpeó a Melissa. A Melissa.

Fruncí mi ceño y Nighean me miró, dándose cuenta del posible moretón que me estaba cubriendo el rostro en ese momento. Agradecí que no me dijera nada, pero eso no evitó que le enviara una mirada de reproche a su esposo.

Él alzó las manos.

—Melissa me hubiera detenido —se excusó.

Me encogí de hombros porque era verdad. Necesitaba a Carlisle vivo. Todos lo necesitábamos. Aunque respecto a Alistair... él nunca necesitaba a nadie si lo hacían enfadar.

Nighean se acercó a él con el ceño fruncido. Su mano alcanzó su camisa y la examinó también.

—¿Por qué tienes sangre? ¿Es tuya?

Algo parecido al pánico apareció en los ojos del hombre.

—No. No.

Ella empezó a desabotonar la camisa.

—No es mía —gruñó, apartando sus manos y mirando a todos con un poco de vergüenza, pero Nighean siguió en lo suyo.

Kirk fue quien la detuvo.

—Jesús, mujer, tus hijos están aquí —la regañó.

—Y tienes visitas —agregó Sarah, aunque ella tenía una gran sonrisa en el rostro.

—Oh, no, por nosotros no te detengas —dijo Leah con ese tono sensual.

Fruncí más mi ceño y me giré hacia ella.

No había sonado como ella. Realmente lo había intentado, pero ya no tenía la misma emoción. Era como si lo hubiera hecho de forma mecánica.

Nighean le desabotonó la camisa a su esposo y palidecí al ver la herida en su abdomen. era de él. Lo vi apretar los dientes, pero ella se veía más molesta que él.

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