23. Pago de la deuda

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—Esto es ridículo

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—Esto es ridículo. Completamente ridículo —gruñó Ellie, molesta—. ¡Sabes que ella no lo haría!

Mi tío Luke estaba sentado con las mejillas apoyadas en sus manos. Miraba el suelo en silencio. Se veía cansado. Muy cansado.

Me dolió verlo.

Habían pasado horas desde que habían aprendido a Lionetta. Leah se había ido con nuestros hombres para encargarse de interrogarla.

Los informantes de Alexander fueron quienes consiguieron los vídeos de vigilancia del edificio donde vivía el soldado que había entrado a nuestra casa. Las cámaras habían captado a Lionetta una noche antes del incidente. Un vecino la reconoció cuando fueron a preguntar y el seguridad también dijo haberla visto. Sus palabras habían sido "No se puede olvidar una belleza oscura como la suya".

Todo indicaba que Lionetta lo había hecho, además de sus propias palabras, pero Ellie seguía diciendo que no era verdad. El silencio de mi tío decía que él también tenía sus dudas. Después de todo, apenas esa mañana habíamos disfrutado un desayuno juntos.

¿Era posible que nos engañara a todos? ¿Hasta ese punto habíamos quebrado su espíritu? ¿Le habíamos llenado de tanto odio que decidió desquitarse con Ellie? ¡Era una niña, por amor a Dios! ¿En qué diablos había estado pensando?

—Papá —insistió mi sobrina—. Por favor, di algo.

—Ellie —dije en voz baja.

Ella me miró. Sus bonitos ojos grises estaban llenos de lágrimas.

—Nunca creí ni por un segundo que tú lo hubieras hecho. —Asintió—. Estaba muy asustada, sí. Pero jamás lo creí. Y ella tampoco. No puedes creer esto. No puedes darle la espalda.

—No lo creyó porque ella lo hizo —interrumpió Alexander, malhumorado.

Ellie se giró hacia él.

—¿Y tú qué sabes? Tal vez conociste a mi tía Melissa, pero no conoces de nada a Lionetta. Pueden estar haciéndonos creer que ella lo hizo. Igual que contigo.

—Eso no explica porque estaba en contacto con el militar —murmuró mi tío Luke.

Me puse de pie, incapaz de quedarme quieta tampoco. La necesidad de defender a Lionetta me estaba arañando con demasiada fuerza.

—Tal vez la confundieron —animó Ellie.

—Mis hombres no se equivocan —replicó mi chico—. Tu querida Lionetta fue quien lo hizo. Enfrenta la verdad.

Me pasé las manos por la cara.

—No le digas eso a la niña —reñí.

Él se puso de pie.

—Estás considerando dejarla vivir, Melissa. Ya te traicionó muchas veces. No puedes seguir de esa manera. ¿Qué más esperas? ¿Qué te mate a ti?

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