19.5. Confianza

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Londres, Inglaterra.

Sede de la Agencia Multinacional de Inteligencia Hentley.

"Howard & Lionetta Harrelson"

Howard revisaba unos documentos de un nuevo caso que uno de sus compañeros le había pedido revisar mientras se dirigía a su oficina.

Cuando estuvo dentro, se detuvo en medio del lugar, sintiéndose observado, pero no miró en ninguna dirección sin estar completamente seguro. Cuando tuvo la sensación que estaban detrás de él, sacó su pistola y apuntó a la persona.

Dejó caer sus hombros en alivio al reconocer a Lionetta, pero luego recordó que nadie conocía esa dirección y la miró con incredulidad.

—¿Cómo diste conmigo? —preguntó, exteriormente preocupado.

Si alguien conseguía leer sus pensamientos, en su interior una parte de él estaba maravillado con la mujer recostada a la puerta. Era inteligente, audaz y jodidamente hermosa a la vista. ¿En serio le sorprendía que ella, de entre todas las personas, lo encontrara?

Lionetta se alejó de la puerta y avanzó hacia él, mirándolo con arrogancia. Se quedó hipnotizado con su belleza. La mujer siempre usaba ropa que le robaban el aliento y esa falda negra ajustada, top negro que mostraba una parte de su abdomen y un saco del mismo color que llegaba hasta el final de la falda —y le dejaba ver no sólo su escote, sino el arma que tenía escondida— definitivamente le estaba dando muchas ideas.

—No eres el único que conoce los secretos de los demás —se burló.

Él tomó del cuello a su yo maravillado con ella y lo metió en una caja con candados porque necesitaba recordar con quién estaba hablando.

Le dio la espalda de nuevo y caminó a su escritorio. Trató de leer los documentos, pero las letras eran inentendibles. Con suerte, ella no se daría cuenta. Sabía que los leones podían olfatear el nerviosismo de su presa.

Agradeció mentalmente a su mejor amigo por haber insistido en que las oficinas de la sede fueran cerradas y no con paredes de cristal como a él se le había ocurrido primordialmente.

Se sentó frente a su escritorio, ignorando a la hermosa mujer porque... ¿por qué? Ah, sí, todavía estaba molesto con ella.

Su oficina sólo consistía en su escritorio, su silla, una silla más frente a él y dos sillones en la esquina con una mesita redonda que Edward había metido a la fuerza. Tenía también dos estanterías llenas de carpetas detrás de su escritorio. Y aún con todo el espacio restante porque su oficina era grande, se sintió sofocado.

Lionetta, que no le gustaba ser ignorada, le quitó la carpeta, dejándola sobre el escritorio y se subió su regazo. Todo su cuerpo se tensó al tenerla así. Aunque sus manos picaban por tocarla, se obligó a quedarse quieto.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó y se felicitó a sí mismo por sonar normal.

Lionetta rodeó su cuello con sus brazos y lo miró fijamente, arqueando su ceja.

—¿Qué crees que estoy haciendo? No he olvidado que te escapaste antes de que pudiera discutir el tema contigo. —Su ceño se frunció—. Como si el matrimonio conmigo fuera una perspectiva horrorosa. Creí que estábamos en la misma página después de...

Él tragó saliva, sintiéndose sólo un poco culpable.

Estiró su mano para apartarle el cabello del rostro, tratando de calmarla sin dejar de estar molesto con ella.

—Lionetta, estar en la misma página, no significa que quería casarme contigo —aclaró—. Sigues siendo una criminal y yo un agente especial.

Ya lo habían discutido. Lo que ellos tenían era un lío bien hecho y no había por donde cambiar las cosas. Los dos enfrentaban la verdad de quienes eran y él no iba a ser suave con ese hecho. No apoyaba en nada su estilo de vida. Ella lo sabía.

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