VII

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En estos momentos tengo más trabajo que todos los años que llevo trabajando juntos, al parecer a este asesino le esta divirtiendo hacer esto, ya es como una clase de juego, incluso, en veinte días ya les arrebató la vida a doce hombres, si sigue así nos vamos a quedar sin población masculina, lo cual sería mejor para la humanidad, pero de todos modos no podemos dejar que siga haciéndolo. Por esto he tenido más reuniones de las que quisiera con Paola y el Teniente O'Connor, estamos siguiendo cada pista por más mínima que sea, como siempre hemos tenido roces por diferencia de opinión, ya saben que él es un maleducado y además, un machista. Yo todavía sigo con que el asesino puede ser un hombre o una mujer, pero él simpre tiene que contradecirme con que una mujer no podría ser capaz de matar un hombre, mucho menos a dieciocho. A decir verdad todo el pueblo dice que es un hombre, incluso, ya lo apodaron como "El Estrangulador", no es muy original, pero se esta haciendo conocer.

Justo estamos revisando el lugar del bosque en donde encontraron el último cuerpo, un hombre entre los cuarenta y cincuenta años, ya había sido denunciado por abuso sexual hace ocho años, pero la justicia no llegó para aquella niña, hasta que volvió a abusar de otra hace un mes, y esté estaba en proceso, pero no llegó a manos del juez porque el estrangulador decidió darle otra clase de juicio.

—Esto va de mal en peor—comentó Paola.

—Ese imbécil siempre va un paso más adelante de nosotros—el Teniente le dio un golpe con su puño a la mesa en donde teníamos todos los papeles—Nunca deja una maldita pista.

—Es un asesino, que por lo visto quiere seguir asesinando, así que no va a dejar pista porque no quiere que lo encuentren—dije algo obvia.

—Tuvo que haber cometido algún error, no puede ser el crimen perfecto—ignoró mi comentario.

—Hay que buscar mejor, algo tuvo que pasársele por alto, y eso será lo que nos ayude a encontrarlo. Es muy extraño que sepan con detalle todo lo que no hay que hacer en un asesi...—Paola no terminó de hablar ya que entró uno de sus ayudantes.

—Encontramos algo—dijo jadeante.

Todos nos miramos antes de salir casi corriendo de la carpa hacía el lugar en donde toda la gente que nos estaba ayudando estaban en círculo.

—¿Qué está pasando aquí?—preguntó el Teniente con voz demandante.

—Encontramos una huella de zapato, Teniente—informó el mismo hombre que nos avisó.

—¿Y? ¿Ya revisaron si es de alguno de ustedes?

—No, Teniente.

—Entonces no hay nada todavía, cuando tengan algo contundente nos avisan—les dijo de mala manera antes de volver a caminar hacía la carpa.

—Estan haciendo un muy buen trabajo, todos lo estan haciendo—les sonreí, junto a Paola empezamos a caminar de nuevo a la carpa.

—¿Están haciendo un buen trabajo?—me preguntó con burla—¿Usted acaso esta ciega? No han hecho nada que nos ayude en la investigación.

—Pues al parecer si estoy ciega, porque tampoco he visto que usted haya dado algo contundente a la investigación, y eso que es un Teniente—tensó su mandíbula, que hasta a mi me incómodo un poco verla así.

—¿Usted creé que a mi me regalaron mi puesto?—me encogí de hombros—Le voy a pedir Doctora que me respete...

—No, el que tiene que aprender a respetar aquí es usted—lo interrumpí—Yo no sé de que manera trabajaban en su anterior trabajo, si es que allí no se veían las palabras valores y educación, pero yo llevo trabajando con Paola y su equipo desde que entre a trabajar a la morgue, y aquí si se exige el respeto. Todos afueran han estado trabajando veinte horas seguidas, ese ni siquiera es su horario, y no los ha escuchado quejarse o algo por el estilo, pero si estan haciendo todo lo que está en sus manos para darnos información sobre este asesino, así que no vuelva a hablarles de la manera en que lo hizo hace un rato.

—¿Usted quién se cree que es?—me encaró, pero yo no me quedé atrás.

—Yo no me creo, yo soy. Al parecer soy la que le va a tener que enseñar de modales, y la que no va a dejar que irrespete a las demás personas.

—¿Y cuando no estemos en el mismo lugar? ¿Qué va a hacer?

—Como usted mismo dijo Teniente, nos tendremos que ver muy a menudo.

—Al parecer recuerda todo lo que digo—enarcó una ceja.

—Así es, tengo buena memoria, no estoy vieja como otros—le sonreí inocentemente.

—Bueno—Paola carraspeó llamando nuestra atención, para así evitar tanta tensión del ambiente—Ya es hora de que todos vayamos a descansar, la huella encontrada será estudiada y pasado mañana tendremos un resultado.

—Si, todos debemos descansar—opiné.

—No pueden...—antes de que continuará lo interrumpí.

—Teniente, antes de que diga esas cosas que solo usted sabe decir, quiero aclarar que ya nos vamos a descansar ¿Si?

—Bien.

Cada quién se fue por su camino.

Llegué a mi casa y me di una buena ducha, me vestí con unos pantalones de jean claros, una camisa de tiras negra junto con una chamarra negra y unos tenis del mismo color. No tenía muchas ganas de dormir, así que decidí salir a tomar algo en un lugar cerca.

—Un Whisky, por favor—pedí en la barra.

—En un momento—me dijo el chico.

—Usted—otro hombre le habló al chico—Deme un Whisky Doble.

—Por favor—dije.

Al parecer en todo lado es igual de grosero e irrespetuoso.

—A usted me la encuentro hasta en la sopa—rodó los ojos con fastidio.

—Eso parece—sonreí mientras tomaba un trago de mi bebida.

—No que quería descansar—masculló.

—No, yo quería que los demás descansaran, se los merecían—me encogí de hombros.

—Obvio—soltó una pequeña risa amarga.

—Te estaba buscando—a él llegó una hermosa chica, rubia de ojos oscuros y un rostro angelical, lo opuesto al Teniente.

—Vine por un trago, ya podemos irnos.

—¿No me vas a presentar a tu amiga? Vi que estaban hablando—sonrió.

—No soy su amiga—aclaré.

—Así es, no es mi amiga.

—¿Otra de tus amantes?—esa pregunta me hizo reír, haciendo que casi escupiera el trago—No te avergüences, entre nosotras nos llevamos bien.

—No, yo no soy su amante, ni muerta lo sería—dije con una mueca de asco.

—Ella es del trabajo—dijo él.

—¿Eres policía?

—¿Ella policía?—de burló el Teniente.

—Soy Alexia Evans, la Forense de la morgue—me presenté.

—¿Tú eres la que abre cuerpos y eso?

—Si, esa soy yo.

—Mis respetos para ti, eh, muy pocos lo hacen.

—Gracias.

—Ya hablaron demasiado, ya nos vamos—el Señor se levantó de la silla, a los que la rubia sonrió.

—Si, nos veremos después por ahí—se despidió.

—Claro que si. Hasta mañana, Teniente.

—Hasta mañana, Doctora.

Así que el tipo del teniente son las rubias, afeminadas y dulces, que bueno soy morena y nada dulce, quizás es por eso que me odia y no me soporta, está acostumbrado a que ellas le den atención, y yo no se la doy, pobre hombre, le he herido el ego, pero ni modo, tendrá que aguantarme así sea unos meses mientras atrapamos a ese asesino en serie, lo cual quiero que sea pronto, quiero que nuestro pueblo vuelva a ser el mismo, quiero volver a mi vida pasada.

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora