XI

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Días, han pasados varios desde que me lastime el pie, tuve que decir que me había tronchado el tobillo para excusar el no poder caminar bien, cosa que se creyeron, excepto el Teniente que si sabe la verdad. He estado trabajando con los cuerpos de la mujer encontrada y los policías que cayeron en la explosión, por suerte Paola esta bien, pero varios de su equipo resultaron heridos.

—Necesito que llame a estas familias para que les informe que desde mañana ya pueden venir por los cuerpos—le dije a Alice.

—Si señora.

—En cuanto termine de hacer eso puede irse, tomese el día libre.

—Pero acabe de llegar.

—¿Y qué? Solo haga lo que le digo.

—Si señora—asintió, pero vi como se intimidaba a la vez que su mirada se fue a mi espalda.

—Son las siete de la mañana y ya esta aquí ¿No tiene nada más que hacer?—me giré para ver al Teniente.

—Creí que usted no estaría aquí tan temprano—rodó los ojos.

—Al que madruga Dios le ayuda ¿no?

—Entonces usted madrugó más que yo, porque no me ayudó si la estoy viendo.

—Siempre con sus buenos comentarios—sonreí—Mejor dígame a qué vino.

—Sabe a que vengo.

—La verdad es que no—me hice la desatendida.

—Tiene diez minutos para estar afuera o me voy solo—se dio la vuelta y salió.

Esta vez la que rodó los ojos fui yo, tomé mis cosas antes de decirle a Alice que dejara todo en orden y que cerrara bien. Caminé lentamente hacía el auto del Teniente. Hoy tenemos la reunión con el Alcalde sobre el caso del Estragulador, no tengo muchas ganas de ir pero trabajo es trabajo, la verdad es que el Alcalde no me cae nada bien, es un señor entre sus cincuenta años, el cual cree que por ser quien goberna puede tener todo lo que quiera, y eso me molesta.

—¿Por qué es tan lenta?—la pregunta del Teniente me sacó de mis pensamientos.

—Porque no puedo caminar bien con el puto pie así—espeté.

—Pero que genio.

—No haga preguntas tontas y vera que mi genio es mejor.

—Mejor súbase rápido, vamos a llegar tarde.

No dije nada porque tenía razón, me subí a su auto en el asiento de copiloto, mientras que él estaba en el del piloto, no dijo nada en todo el viaje, y yo tampoco hice algún esfuerzo para sacar conversación. Al llegar a la oficina del Alcalde nos bajamos del auto y caminamos hacía adentro, en donde por casualidad nos encontramos a aquella rubia del bar.

—Doctora Evans, Teniente O'Connor—le dio una mirada gélida al hombre—Mi padre los atendera en un momento.

—Gracias.

Se fue por un pasillo, en cuanto desapareció de nuestra vista no pude evitar hacer una pregunta.

—¿Le rompió el corazón a la hija del Alcalde?—solté una pequeña risa.

—No se ría, ella se rompió el corazón sola.

—Pobre chica, me caía bien—me encogí de hombros.

—A mi también, sobre todo en la cama, pero ella se ilusionó y acabó lo bueno.

Rodé los ojos por su comentario, y en ese momento el Alcalde se hizo presente ante nosotros.

—Buenos días—saludó.

—Buenos días, Señor Alcalde—dijimos el Teniente y yo al unísono.

—Díganme Ben, por favor. ¿Como han estado?

—Trabajando para que usted se lleve los créditos, Señor Alcalde—comenté.

—Ya veo—trató de sonreír—¿Y usted, Teniente?

—Lo mismo.

—Bien, sigan a mi oficina, la señorita Paola no debe tardar en llegar—nos invitó, pero ahí mismo salió para dejarnos solos.

—Me pregunto porque no le cae bien el Alcalde—el Teniente llamó mi atención.

—Digamos que él aspiraba que yo fuera la madre de sus futuros hijos—su ceño se frunció—Así mismo me dijo.

—Le lleva casi veinte años.

—Ya sé, y como yo lo rechacé me hizo la vida imposible por varios meses, hasta que llego la que ahora es su esposa.

—Al parecer padre e hija son iguales, la hija me amenazó con los mismo.

—¿Se imagina que ambos hubiéramos aceptado sus propuestas? Yo sería la madrastra de su novia, o sea usted sería mi yerno—sonreí.

—Una suegra más joven que yo, me da escalofríos de solo pensarlo—se movió incómodo sobre el asiento.

—Menos mal no sucedió.

—Buenos días—llegó Paola—Disculpan la tardanza.

—Mejor no hubiera venido, ya la reunión terminó.

—Teniente—advertí—No empiece con esos comentarios.

—Mejor siéntese—rodó los ojos, Paola hizo lo que el hombre le dijo.

—¿Cómo sigue de su tobillo?—me preguntó.

—Mejorando.

—Debería pedir incapacidad, así descansa unos días.

—Y nosotros descansamos de usted—comentó el Teniente.

—No, necesitan a alguien que le siga dando sus clases de educación, aquí va una, cállese y no se meta en las conversaciones de los demás—lo fulminé con la mirada antes de darle mi atención a Paola, la cual me miraba sorprendida—No pediré incapacidad ya que no es nada grave.

—Tiene que aprender a medir sus palabras conmigo, Doctora—me tomó del brazo sin ejercer mucha fuerza en él—Yo no soy el intento de policía que le dice que si a todo.

—No se llama intento de policía, se llama Peter—dije irritada.

—Me importa en lo más mínimo como se llama su novio.

—Que no es mi novio.

—Le vuelvo a recomendar que se lo diga para que él se vaya haciendo la idea—me soltó del brazo.

—Yo creo que deberían calmarse un poco—nos dijo Paola.

—Yo no entiendo porqué no le cae bien Peter, él no le ha hecho nada—no pude evitar decirlo.

—Lo detesto ya que no tiene voz propia, si usted le dice que el cielo es verde, él va a decir que así es, cuando ya ha visto que es azul—rodó los ojos.

—Eso no es verdad—refuté.

—Creo que ese tema no deberían hablarlo aquí—volvió a intervenir Paola.

—Lo que pasa es que usted es un amargado de mierda y todo mundo le cae mal—ignore a la chica.

—También puede ser por eso—se encogió de hombros.

—Hora de comenzar—el Alcalde se hizo acto de presencia llevándose consigo la tensión que había en el ambiente.

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora