XVI

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Salimos de la morgue cada quien para su auto, no me demore mucho en llegar a casa de mis padres, estacioné el auto y bajé de él, justo escuché el motor de otro auto a mis espaldas, así que me giré para encontrarme al Teniente bajando de su auto.

—Doctora, hace cuánto no la veía—dijo sarcástico.

—Lo mismo digo, Teniente.

—¿Me estaba esperando?

—No, acabe de llegar igual que usted.

—Entonces, que coincidencia.

—Así es ¿Vamos?

—Vamos.

Caminamos hacía la puerta de la casa en donde pasé toda mi infancia, toqué varias veces hasta que después de unos segundos la puerta se abrió dejándome ver a mi padre.

—Hola, pa—le di un abrazo.

—Ale ¿Cómo estás?

—Bien.

—Señor Matheo—saludó al hombre a mi lado.

—Dígame Matheo, Señor Evans—tanto mi padre como yo abrimos los ojos como platos, ante su amabilidad.

—Y usted dígame Harry—asintió—Pasen.

Entramos a la casa, en el salón estaban todos, Joe, la Señora Amanda, Peter, mis padres, mis dos hermanos y Genna, la novia de mi hermano.

—Buenas noches—saludamos el Teniente y yo al unísono.

—Buenas noches—nos saludaron.

—Matheo, me hubieras avisado que venías con Lexi y no te habría llamado tanto, con razón no contestabas—le habló su madre.

—No, nosotros no veniamos juntos—aclaré de inmediato, al sentir la mirada de Peter sobre nosotros—Nos encontramos en la entrada.

—Tenía en silencio el teléfono, madre—explicó el Teniente.

—Lexi ¿No nos vas a presentar a tu amigo?—preguntó mi hermano.

—Somos compañeros de trabajo—dije.

—Entonces presentanos a tu compañero de trabajo—comentó con algo de burla, Eleonor.

—Chicos él es el Teniente Matheo O'Connor. Teniente, ellos son mis hermanos, Gabe y Eleonor.

—Un gusto—dijo él con amabilidad.

¿Por qué tan amable el día hoy?

—El gusto es de nosotros—respondió mi hermano.

—Y el respeto también, porque aguantar a Lexi es bastante difícil—mencionó mi hermana.

—Aguantarlo a él tampoco es fácil—me defendí.

Eso hizo que el Teniente me mirara con una ceja enarcada, solo pude sonreír inocentemente.

—Pasemos a cenar—nos llamó mi madre.

Todos pasamos al comedor para cenar, en las dos cabezas como era normal iban mi padre y Joe, a sus lados sus esposas e hijos, está vez no me tocó al lado del Teniente sino de Peter, y enfrente del primer nombrado, él cual nos daba algunas miradas gélidas, a las que no les puse mucha atención, pues estaba concentrada en mi plato de comida.

—Bueno, familia e invitados—habló mi hermano—La verdad es que esta cena tiene un motivo.

—¿Cuál?—preguntó mi padre.

—Quiero darles una noticia—tomó la mano de su novia—Genna y yo, nos vamos a casar.

Tragué grueso. Vale, no me esperaba eso, yo...él, digamos que es mi hermanito, y se va a atar al matrimonio tan joven.

—¿Estás seguro?—me escuché preguntar.

—Claro que si ¿No te alegra la noticia?

—No es que no me alegre, solo que...¿No están muy jóvenes? Además de que llevan qué ¿Un año y medio de relación?

—¿Cuánto llevabas tú con Peter cuando se comprometieron? ¿Cuántos años tenías? 

—Esto no es sobre mi, y sabes bien que las cosas son diferentes—dije molesta.

—¿Por qué? Te estás metiendo en mi vida y yo no puedo en la tuya—soltó una risa amarga.

—Sabes muy bien porqué, pero tienes razón, es tu puta vida, así que cuando veas que las has cagado, que la han cagado ambos, será su puta vida y verán como la resuelven sin meter a la familia en esto—me levanté de mala manera de la mesa.

—¿Por qué te quejas de algo que tú también hiciste? Metiste a la familia en tu relación con Peter.

—Joder, Gabe, fuiste tú quién lo integró a la familia hace veinte años.

—Era mi mejor amigo, no sabía que iban a resultar de novios.

—Yo no sé que tengo que ver yo aquí, la verdad—intervino Peter.

—¿Cuánto llevaban cuando le pediste matrimonio?—él no respondió, así que mi hermano volvió a hablar—Responde, Peter.

—Un año.

—Ves, llevaban menos que nosotros cuando se comprometieron.

—¿Y ves un anillo en mi dedo? No. Además de que yo conocía muy bien a Peter, llevábamos trece años de amistad.

—Y de todos modos no se casaron ¿De qué les sirvió tantos años de amistad y de conocerse? Duraron cuatro años comprometidos y no hicieron nada.

—Exacto. Y ustedes quieren casarse cuando solo llevan un año y medio. Conózcanse más, disfruten más, no se aten tan jóvenes a la vida del matrimonio, de las responsabilidades—mi hermano bufó.

—Estoy de acuerdo con Alexia—habló mi padre sorprendiéndonos a todos—Genna, sabemos que eres una gran mujer, y que eres para mi hijo, pero ustedes están muy jóvenes, ni siquiera han terminado sus carreras profesionales. La vida matrimonial no es un juego que se toma a la ligera, es una gran responsabilidad.

—No sé porqué la respaldan, ella ni siquiera sabe nada de matrimonio, ni de esa vida. Habla de algo que no hizo.

—¿Por qué crees que no lo hice?

Sin esperar respuesta alguna de ninguno de ellos, salí de la casa echa furia hacía mi auto, en el cual subí y comencé a manejar a mi casa.

Cuando yo tenía siete años, mi hermano llevó a casa a otro niño mayor que nosotros, era de su entrenamiento de fútbol, en cuanto yo lo vi quedé embobada, era el niño más lindo que había visto en mi corta vida. Cabello castaño claro, ojos color miel, era lo que más me gustaba de él, y siempre fue muy lindo conmigo. Él era el mejor amigo de mi hermano, y a la vez, mi amor platónico. Pero hasta mis veinte años se fijó en mi, confesándome, que yo también fui su amor platónico, desde allí comenzó nuestra relación, era maravillosa, todo iba muy bien con nosotros, ambos estábamos estudiando en la ciudad, a mi me faltaban dos años para terminar mi carrera, y él ya la había terminado, pero siguió allí, cuidándome y estando para mi.

Cuando cumplí veintiuno y cumplimos un años de novios, Peter hizo algo que yo no esperaba, me pidió matrimonio, yo no estaba segura, creía que era muy pronto, pero tampoco quería rechazarlo y que se sintiera mal, así que acepté, con la condición de que nos casaríamos cuando yo ya haya terminado mi carrera, nos devolvieramos al pueblo y consiguieramos trabajos, para así tener estabilidad para casarnos, la condición la puse más porque, me convencí de que de aquí a allá estaría mucho más segura de decir que si, pero no fue así, cada vez por cuatro años le sacaba una excusa, en ese entonces tampoco estaba segura de hacerlo, hasta que se terminó su paciencia, mis excusas, y con ello la relación.

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora