XXII

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Acusar a una persona de ser un asesino en serie es algo demasiado grande, no voy a negarlo, aún sigo muy consternada por todo lo que está pasando, pero no puedo aceptar todo esto, es que a pesar de que las sospechas y pruebas si lo inculpan, se me hes difícil el entender porqué lo hace o que quizás de verdad no lo hizo él, y que es inocente.

Mi mente está muy confundida y literal loca.

—Lexi—mis pensamientos se ven interrumpidos gracias al Teniente.

—¿Ah? ¿Qué?

—¿Qué piensas?

—En nada.

—Cómo que nada, llevas más de veinte minutos con la taza de café llena, no has bebido ni una vez por estar mirando la pared.

—La pared es interesante—me defendí.

—A mí no me mientas eh.

—No pasa nada de verdad, solo que me siento mal.

—¿Por qué? ¿Por Wood? Sabes bien que ya no hay nada que hacer.

—Es que irá a la cárcel, Matheo.

—Eso pasa con los asesinos.

—Y si no lo es, y si nos equivocamos.

—Lexi, todas las pruebas lo acusan a él, lo sabes, incluso en este momento ya debe de estar en interrogatorio.

—No se merece esto.

—Se merece esto y más, él te acusó a ti de ser el asesino.

—Bueno, tienes razón, el acusarme fue algo muy bajo, si esos zapatos yo los boté hace muchísimo tiempo.

—Vez, está intentando librarse de todo, y no le importó inculparte para eso.

—Ok, no pensaré más en eso , no quiero matarme la cabeza.

—Mejor arreglate, tu familia te debe estar esperando.

—Si, me iré a duchar.

—¿Te acompaño?—su mirada me indicaba para qué quería acompañarme, por supuesto no pude negarme.

—No veo porque no—sonreí.

Nos dirigimos al baño, dónde gracias a él gran hombre que me acompañaba pues no tuve que esforzarme en tener que quitarme la ropa, tuve manos extras para eso, algo de lo que no puedo quejarme. Es difícil explicar cómo este hombre me puede levantar el ánimo en un segundo, ha sido una gran ayuda y compañía últimamente, es mi mejor amigo a la hora de escucharme.

Quizás la forma en que nos conocimos no es la mejor, desde el principio no nos llevamos muy bien, pero hay algo que si tengo que reconocer, es que le debo unas palabras de agradecimiento al Estrangulador, gracias a él pude conocer a Matheo O'Connor, con quién estoy comenzando otra etapa de mi vida, si eh, estoy feliz con el Teniente odioso que me cayó como un culo, literal, pero está historia dio un cambio de 180°, y espero que siga así, no quiero más cambios en mi vida, por ahora no.

Nos duchamos después de hacer una que otra cosilla, la verdad me quería quedar más tiempo con él, pero se me era imposible, tengo una reunión con mi familia para darles las noticias yo misma, no me gusta que se enteren por personas de afuera, Peter también era parte de la familia, así que es mi deber dar estás tristes noticias.

Me visto rápidamente porque ya voy tarde, me pongo lo primero que encuentro que son unos pantalones negros, una blusa y zapatos blancos, muy básica, pero son mi vieja confiable, mientras ya voy saliendo Matheo sale del baño hasta ahora, solo le doy un beso de despedida y ya, igual nos veremos aquí cuando vuelva, es su día de descanso, así que se quedará aquí en mi casa, quizás me tenga la cena eh, se ganaría mí corazón, aunque ya se lo está ganando poco a poco.

¿Te estás enamorando del Teniente?

No, claro que no lo hago.

Ajá y te creí.

Muy bien mejor sigo en lo mío e ignoro a mi consciencia, ella no es mi gran aliada nunca, así que sigamos.

Salí de casa en mi moto, manejé por algunas cuadras hasta llegar a casa de mis padres, dónde ya estaban todos los autos conocidos, sin pensarlo me bajé y caminé hasta la puerta de la casa, golpeé varias veces gracias a la ansiedad que en esta ganando en este momento.

—Ale, por Dios menos mal llegas—es la forma de saludar de mi padre el día de hoy.

—Hola pa.

—Nos llamaron los padres de Peter, está detenido, tienes que ir a ayudarlo, dile a Matheo.

—Ya lo sabía.

—¿Ya lo sabías? ¿Y por qué estás aquí y no allá?

—Tengo que hablar con ustedes.

—¿Qué está pasando Alexia Evans?

—Entremos.

A regañadientes lo hizo, se le ve algo consternado, yo sabía que iba a pasar esto, menos mal vengo preparada.

—Buenas Tardes familia—saludo.

—Hija ¿Tu padre ya te dijo lo que pasó?

—De eso vengo a hablar.

—Están acusando a Peter de ser el Estrangulador, Alexia eso es imposible—se queja mi hermano.

—Esto es un atropello, todos sabemos que Peter no sería capaz de hacer estas cosas, tenemos que sacarlo de allá, pobre muchacho.

—Ma, es verdad, todo de lo que se le acusa es verdad.

—No, claro que no—refuta mi padre.

—Esos policías no saben hacer su trabajo, incluyendo a Matheo—se queja está vez mi hermana.

—Ellos hicieron bien su trabajo, a Peter no se le acusa por gusto, todas las pruebas apuntan a él, es una investigación, no un juego de un niño de cinco años—dije algo molesta.

—¿Te das cuenta qué estás diciendo? Es Peter, nuestro amigo, ¡Tu novio!—me grita mi hermano.

—No es mi novio, hace mucho que no lo es, y si, es nuestro amigo, pero también es un asesino en serie, tienen que aceptarlo.

—Por lo visto tú lo aceptaste muy rápido, y Matheo tiene que ver en eso—efectivamente mis dos hermanos están contra mi y Matheo.

—No metan al Teniente en esto, no tiene nada que ver, solo hizo su trabajo. Y sí, ya lo acepté, créanme que no fue nada fácil, fueron quince días en que me maté la cabeza, y trato de ser fuerte para darles está noticia. No solo ustedes sufren está noticia, pero tiene que haber alguien cuerdo, y en este caso me toca a mí serlo—exploto.

—Hija, no te alteres.

—No ma, en esto no hay marcha atrás y punto.

No se habló más en esta casa, literal, yo al ver que todos seguían en show y no me querían hablar, decidí mejor salir de allí e irme para mi casa, por lo menos allá sería bien recibida. Tomé mis cosas, me despedí y salí de la casa de mis padres, me subí a mi moto y en menos de nada ya me encontraba en mi hogar.

Y vale, creo que me equivoqué, no fui muy bien recibida, al parecer el lindo Teniente me esperaba sentado en uno de los sofás, su cara no me decía cosas buenas.

—¿Qué pasa?—es lo primero que pregunto.

—¿Cómo pudiste?

—¿Cómo pude qué?—no entendía nada.

—Me viste la cara de estúpido, Alexia.

—No sé de qué hablas, háblame claro Matheo.

—Hablo de esto.

Sus manos me dejan ver un libro o libreta roja, sus bordes negros la hacían resaltar, lo peor es que su candado estaba abierto, no roto, solo abierto, lo que me recuerda que no lo cerré. No miento al decir que mi cuerpo sintió un horrible frío, no sabía que hacer, había quedado totalmente tiesa, quedé muerta.

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora