XIX

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¿Qué más le voy a pedir a la vida? Mi cumpleaños ha empezado de maravilla, mi ex novio bastante enojado en la puerta de mi casa, mi compañero de trabajo a mi espalda con una sonrisa en su rostro, pues sabía muy bien lo que estaba provocando.

—¿Qué hace usted aquí?—preguntó Peter.

—Es claro ¿no? Estaba durmiendo muy plácidamente, pero usted llegó y lo arruinó todo.

—¿Qué hace él aquí, Alexia?—me pregunta esta vez a mi—¿Te acostaste con él?

—Peter, creo que sabes muy bien que no tengo que darte explicaciones de mi vida—respondí en un tono muy tranquilo.

—¡Ósea que si lo hiciste!—me acusó.

—Ya, ya deje el show que los vecinos están durmiendo, como deberíamos estar nosotros dos—nos señaló el Coronel—Abrazados o haciendo cosas...

—¡Ya! No me importa—lo detuvo Peter—Que siga pasando un muy Feliz Cumpleaños, Doctora Evans.

Sin más se marchó.

—Que mal humor—murmuró.

—Debería irse, Coronel.

—¿Por qué? Hasta ahora empieza el día, te lo dije anoche Alexia, estaba en mis sies sentidos, todavía lo estoy, así que voy a hacer esto—sin más une sus labios con lo míos.

No es un beso nada tierno, joder es lo todo lo contrario, literal este hombre me está comiendo la boca, obviamente aprovecho esto, mis manos van de inmediato a su cabello para enredar mis dedos en sus hebras, mis pies descalzos están de puntas para poder tener más acceso a su boca. Sus manos bajan a mis glúteos y dan un apretón, acción que me hace soltar un jadeo, y pues bueno, esto el lo toma como un si a todo.

No sé ni cómo ya me tenía con las piernas enredadas en su cintura, fue en un momento que lo hizo. Me lleva hasta una de las paredes para que mi espalda tuviera un soporte, ya allí comenzó a repartir besos por todo mi cuello, debo confesar que el cuello es mi gran debilidad, así que realmente me perdí. Ya en este momento volví a realidad, pues se le ocurrió la gran idea de romper mí camisa, de un solo tirón.

—Hey—me quejé.

—Te comprare otra después.

No se detuvo en su ataque de besos, ahora solo me cubría mí sujetador, el cual creo que no va a durar mucho, pues este hombre está bastante emocionado, bueno no niego que yo lo estoy también, desde aquella vez en la morgue quedé con algunas ganas, pero hoy al parecer cumpliré mi antojo. Cuando ya mi sujetador cae al suelo pues no nos podemos echar para atrás , ahora mis pechos son sus juguetes favoritos, y yo solo puedo disfrutar de su atención.

—Matheo—jadeo.

Sus brazos me toman con mucha más fuerza y comienza a caminar hacia la segunda planta, entramos a la habitación y siento el suave colchón en mi espalda, ahí ya puedo verlo, mientras va quedando tal y como vino al mundo.

Joder.

No puedo evitar que mis ojos se queden en ese punto exacto, mierda es que yo no sé si pueda, no obvio que puedo, esto no me va a quedar grande, a decir verdad me está quedando pequeño ¿Qué estoy diciendo? Ni me entiendo, solo sé que voy a disfrutar esto, y mucho.

Quisiera decirles con detalles todo lo que pasó en mi cama, pero la verdad es que con tanto placer me perdí, no puedo ni explicar cómo fue ese acto, solo puedo decirles, que ha sido el mejor de mi vida.

———

H

an pasado ya tres días desde mi cumpleaños, la verdad ese día estuve casi todo el día en casa con el Teniente, estuve muy bien atendida, solo en la noche salí con mi familia y la familia de Joe también, fuimos a cenar a un restaurante muy bonito y elegante, la pasé muy bien, y pues Matheo se portó bien, a pesar de que pensé que iba a cambiar después de salir de casa pues no lo hizo, fue muy atento y amable durante la velada, algo muy raro en él.

En estos días que llevamos no han sido encontrados más cuerpos, al parecer el estrangulador ha estado de muy buen humor y no ha dejado víctimas. De todos modos no nos confiamos porque es un asesino en serie, en cualquier momento vuelve a atacar.

Son en eso de las diez de la noche, estoy en la morgue sola, ya que tengo el cuerpo de un hombre mayor, murió por causas naturales, pero hoy como estuve algo ocupada con Matheo y Paola revisando algunas pistas pues no pude trabajar aquí, así que hasta ahora termino. Ya terminé de limpiar todo, así que ya me voy a descansar, solo tengo que cerrar y ya. Justo cuando voy saliendo del cuarto de refrigerado escucho un ruido afuera en la recepción.

—Hola ¿Alice?

Nadie responde, pero igual vuelvo a escuchar otro ruido.

—¿Quién anda ahí?

Nada.

—No es gracioso.

Siento como se me va la respiración cuando mi nariz y boca son cubiertas con una tela. Obvio luché para soltarme, le pego en el estómago a el hombre, haciendo que se remueva, esto lo aprovecho y corro de nuevo al cuarto de refrigerado, allí pongo seguro y saco mí celular, de inmediato llamo a Matheo, casi como unas quince veces, pero en ninguna contesta.

—Mierda, mierda, mierda.

Escucho los pasos hacia el cuarto, este lugar no tiene tanta seguridad, es muy fácil que ese hombre entre, así que como última opción llamo a Peter, quien me contesta de inmediato.

—Doctora Evans.

—Peter ayúdame, hay un hombre en la morgue.

—¿Qué?

—Ayúdame por favor.

—Voy para allá.

Cuelgo y guardo mi celular, al escuchar que abren la puerta intento correr, pero una mano me detiene del cabello de forma muy brusca.

—Por favor no me haga nada.

—Esto es una advertencia, Doctora—su acento me indica que es mexicano.

—¿Quién es usted? ¿Qué quiere?

—Quiero que acabé con el estrangulador, una nota mía ya había llegado aquí.

—¿Manolo Casillas?

—El mismo que canta y baila.

—¿Qué quiere de mí?

—Su equipo no hace nada para encontrar a ese cabrón, así que les daremos un incentivo.

—¿Yo qué tengo que ver?

—Tas bien buena mamacita, me voy a divertir y a la vez mandar un mensaje.

Me agarra mucho más fuerte del cabello, pegándose más a mí, su cara a unos milímetros de la mía, su otra mano baja por mi nuca hasta el cierre de mi camisa, comienza a bajarlo, dejándome al descubierto.

—No, déjeme.

Y preciso mi celular empieza a sonar, no sé a quien se le ocurre llamarme, pero igual le agradezco, pues lo entretiene un momento ya que contesta.

—Evans ¿Qué pasa? Estoy ocupado—escucho unas risitas del otro lado.

—No te preocupes O'Connor, ella también estará ocupada.

—¿Quién mierda habla?

—Un amigo de la Doctora.

—¡Matheo!—obviamente aprovecho para pedir ayuda, pero fue un gran error.

—Cállate perra—literal me calla con una cachetada—Adiós O'Connor, diviertete con las putas baratas, yo me voy a divertir con tu puta especial.

Sin más cuelga, y vuelve a fijar su mirada en mí, me tira al suelo y comienza a tocar mí cuerpo, por más que me muevo para no dejarme no lo logra, sus asquerosa manos ya me quitaron la camisa y está empezando a quitarme los pantalones, su boca también lame mi torso y me dan ganas de vomitar.

—¡Suelteme!—me remuevo más e intento golpearlo.

—Hijo de puta—alguien me lo quita de encima.

Veo a Peter luchando con Manolo mientras yo sigo en el suelo llorando, no sé ni cuando empecé a llorar, pero lo hacía. En algún momento Peter recibe un golpe en la nariz, algo que lo desestabiliza, así que Manolo aprovecha y sale a correr, escapando, dejándome con el miedo de volver a ser atacada.

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora