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Comenzó a caminar a gran velocidad hacía mi auto, mientras que yo lo seguía un poco más despacio, pues traía mis sandalias altas.

—Muévase—esta vez era él quien apuraba.

—Esperese, no ve que traigo tacones.

—Pues para que se los puso si va a caminar así de lento—se quejó.

—Hoy es mi día libre ¿sabe? Día en el que no trabajo.

—El mío también, y aquí me ve sin tacones en mis pies.

—Cállese—espeté al entrar al auto.

—Usted no es nadie para mandarme a callar—cerró la puerta con más fuerza de la necesaria.

—¿Qué le pasa? Por poco y le queda abierta.

—Ustedes las mujeres se quejan por todo.

—Y ustedes los hombres son unos pendejos—comencé a manejar.

—¿Para dónde va?

—Yo que sé—me encogí de hombros—Usted tampoco me ha dicho donde es el lugar.

—Pues pregunte, quien sabe a donde nos iba a llevar.

—En vez de quejarse como niña, deme la dirección del lugar.

—¿Niña? ¿Se siente bien? Está diciendo estupideces.

—Ya cállese y dígame la dirección.

—Es en la Calle 3.

—Que mierda, cómo resulte en mi día de descanso, trabajando, y con usted en mi auto.

—Más bien cómo resulté yo conociéndola a usted.

—Usted se metió de chismoso en este caso.

—No sabía quién era usted.

—Ahora lo sabe, debería retirarse.

—Siga soñando.

Llegamos más rápido de lo que pensábamos, nos bajamos del auto rápidamente y yo sin zapatos, allí ya nos esperaba Paola.

—Doctora, Teniente, que sorpresa verlos...juntos—nos dijo la chica.

Pues era de esperar que se sorprendieran, ambos veníamos muy bien vestidos, y bajamos del mismo auto.

—Preocúpese por su trabajo y no por nosotros—le dijo el hombre a mi lado, comentario que hizo que ella se pusiera roja de la vergüenza.

—No sea grosero—le dije.

—Pero es la verdad, a ella no le importa si estamos, llegamos o nos ve juntos—rodó los ojos.

—No le haga caso Paola. Mejor díganos qué ha pasado aquí.

—Si—nos adentramos a la gran casa que había, subimos a la segunda planta para llegar a una habitación en donde había un cuerpo—Encontramos el cuerpo de una mujer sin vida...

—Pues claramente tiene que estar sin vida para que ella este aquí—el Teniente me señaló, con obviedad.

—Mire Teniente, si no va a respetar a Paola mientras habla y no se pone serio, mejor vaya y póngase a contar piedritas por ahí—dije, muy enojada.

—Ya. Se puso sensible—lo último lo dijo en voz baja, pero alcancé a escuchar.

—Siga—le dije a la chica que nos veía.

—Bueno pues es un asesinato, con un mensaje para la policía—eso si le interesó al hombre.

—¿Qué clase de mensaje?

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora