XXVI

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Mis ojos pesados casi no se dejaban abrir, no captaban las órdenes que mi cerebro enviaba, pero poco a poco comencé a parpadear varias veces para adaptarme a la luz que había, la cual era demasiada, solo veía paredes blancas a mi alrededor, un horrible pi pi también sonaba haciendo que me doliera la cabeza, pero de inmediato pude ubicarme, me encontraba en el hospital del pueblo.

¿Qué hago aquí?

Intenté levantarme de la camilla lentamente, sabía bien que si estaba en el hospital era porque no estaba en las mejores condiciones físicas, lo cuál no me importó para intentar levantarme, pero igual no pude hacerlo, mis pies no se movían para nada, ni mis pies ni mis piernas, nada tenía movimiento, cosa que me asustó, obviamente lo primero que se me vino a la mente fue gritar.

—¡Ayuda! ¡Alguien que venga! ¡Ya! ¡Por favor! ¡Ayúdenme!

Veo venir a una enfermera corriendo hacía mi habitación, entra algo asustada, me revisa con la mirada de arriba a abajo y como no ve nada fuera de su sitio puede suspirar aliviada.

—¿Qué pasa?

—¿Qué hago aquí?

—¿No recuerdas?

—¿Dónde está Matheo? El hombre que me trajo.

—No sé muy bien quien te trajo.

—¡Traiga a alguien que yo conozca!

—Alexia relájate—veo entrar a mi madre.

—¿Mamá qué haces aquí? ¿Por qué no estoy esposada a la camilla?

—¿Por qué tendrías que estarlo?—pregunta confundida.

—Soy una mala persona mamá, todos lo saben ¿Dónde está Matheo?—pregunto de la nada.

—¿Matheo?—frunce el ceño.

—Sí mamá, Matheo, el Teniente, mi compañero de trabajo, lo lleve muchas veces a la casa.

—Alexia no conozco ningún Teniente llamado Matheo.

—¿Qué? ¿Cómo que no? Mamá más o menos van cinco meses que lo conoces, toda la familia lo conoce.

—No hija, no lo conocemos, además de que tú llevas como un mes en este hospital, no dabas respuesta de nada, estabas casi en coma.

—¿Cómo que un mes? El accidente lo tuve anoche, él fue quien me trajo mamá, fue Matheo O'Connor.

—¿Matheo O'Connor? ¿El hijastro del amigo de Joe?

—¡Sí! Dios sabía que no estaba loca.

—Al parecer lo estás, porque él no es Teniente de nada, y tú ni lo conoces que yo sepa.

—¿Qué?—pregunté confundida.

—Llamaré al Doctor—avisó la enfermera que no se había movido para nada.

Mi mente no sirve para nada en estos momentos, estoy tratando de asimilar lo que está pasando, porque no entiendo absolutamente nada, como pueden decirme que llevo aquí un mes, y todo lo que ha pasado qué.

Veo entrar un hombre por la puerta, y es como la primera vez que lo vi, grande, con esas características que por un momento me gustaron pero que su forma de ser destruyó por completo, lo único que cambia es su personalidad, no es el hombre dominante, odioso y maleducado que conocí alguna vez. Era todo lo contrario, venía con una sonrisa que podía dar paz a cualquiera que lo viera, no era el Matheo que conocía.

—Señorita Evans.

—Matheo ¿Qué haces vestido así?

—Muy bien, vamos a revisarte con cuidado para descartar trauma.

—No quiero nada de eso, quiero saber qué pasó, por qué ustedes actúan tan raro, te conozco hace tiempo Matheo por qué me hablas con tanta indiferencia.

—¿Qué tiene Matheo? ¿Por qué dice esas cosas?

—Es Normal, sufrió un golpe muy fuerte en la cabeza.

—¿Pero volverá a estar cómo antes?

Bien, si yo estoy loca y todo lo que creo que pasó en realidad jamás pasó, entonces quiero saber cómo fue que llegué aquí y como sufrí un golpe en la cabeza de esa gravedad.

—¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí? Quiero saber mamá.

—Ale, desde que murió Selene te hundiste en la depresión, no comías y solo bebías demasiado alcohol todos los días, tanto así que un día venías en el auto totalmente embriagada, no sé muy bien cómo pero terminaste chocando con un árbol, por suerte Matheo venía por la misma carretera y te vio, te dio los primero auxilios para luego traerte, desde entonces has estado dormida, como en coma.

—No puede ser posible. Auc—me quejé y llevé mi mano a mi cabeza, al parecer tenía allí puntos, de dónde me estaba saliendo sangre.

—Yo me encargo, pueden dejar el cuarto por favor—dijo el ahora Doctor O'Connor y ellas dos salen.

Sus dedos tocan mi frente y un escalofrío me recorre, ese tacto lo he sentido antes, estoy más que segura, yo no puedo estar loca. Con delicadeza limpia mi herida y la revisa.

—¿Por qué siento que te conozco de antes?—no puedo evitar decir—Tu olor, tu tacto, tu voz, no es la primera vez que la oigo ¿Por qué te tengo tan presente?

—Era yo quien te cuidaba Alexia, todos los días, te leía, te peinaba, te limpiaba.

—¿Por qué?

—Joe me hablaba mucho de ti, me mostraba tus fotos de pequeña, eres importante para él.

Veo sus ojos color avellana y puedo sentir tantas cosas en un momento, que siento que mi cabeza va a explotar, pero a la vez me siento tan bien a su lado, como si de verdad hubiéramos vivido todo aquello que soñé o imaginé.

Diario de una Forense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora