Semanas después...
Prisión Federal de la DEA "San ermitaño."
Niall
Luego de semanas encerrado entre cuatro paredes, solo con mi presencia, donde me mantuvieron incomunicado y abandonado, llegó el momento de mi internacion en una cárcel.
Estas últimas semanas mi cabeza no dejó de dar vueltas.
Solo podía pensar en una cosa; Antonella.
Y mi hijo, no dejé de pensar en él ni un solo día.
Tampoco en Finn, ni Jamal..
—Abajo, princesas ¡Vamos!— Grita el guardia al bajar de la camioneta. —, ¡no tenemos todo el día! ¡Al que llegue último le meto el arma por el orificio nasal!
Cinco hombres bajan caminando despacio al igual que yo, con sus manos esposas y mirando hacia todos lados aquí adentro.
A veces pienso que Dios, o el Diablo esta de mi lado.
No es una prisión tan jodida como lo creí, es una donde guardan a todos los narcotraficantes menos peligrosos o incluso hay algunos amigos que vi caer hace tiempo.
Al ser una prisión modificada sólo para nosotros, no es tan perjudicial.
Pero es una porquería, huele a cañería y excremento.
—¡VAMOS, PRINCESAS!— continúa gritando el guardia. —, ¡Busquen una celda y a las duchas luego!
—Oye..— Un hombre castaño se acerca a mi. —¿Te han dicho cuando sales de aquí?
Sonrío. —Olvídalo, es la DEA, no la policía federal. Aquí entramos sin salida, nunca vamos a salir y tampoco tendremos juicio.
—¿Tu nombre?— Pregunta.
—Niall.— Respondo seco.
Él asiente. —Un gusto, Niall— Extiende su mano. —, soy Liam.
Asiento entrando en una celda, el tal Liam entra en la misma que yo. Dejo el bolso con mis pocas pertenencias y salgo de camino hacia las duchas.
Abro la llave de agua la cual sale a grados bajo cero, me quito el mono de prisionero y me relajo solo un poco.
Los bullicios son leves, me lavo el cuerpo solo con agua luego de semanas sin poder hacerlo.
Me concentro en mi sin prestar atención a casi nada, como se debe hacer aqui.
Sé que no debo mirar hacia ningún lado aquí, pero de reojo observo como casi todos los hombres salen de las duchas amontonados y a las apuradas.
Me pongo alerta mirando hacia todos lados confundido.
Guardias entran en silencio y mirando hacia todos lados, uno de los hombres que llegó junto a mi en la camioneta intenta salir, pero un policial lo detiene. —Los nuevos se quedan aquí. —Sonríe el policía. —, tenemos que bautizarlos ¿No?