XXIX: Perdidos En El Dolor

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Milán, Italia.

12 de diciembre.

Antonella

El viaje en avión fue agotador, esperar tres horas en el aeropuerto por mi vuelo no fue agradable.

Pero la estadía dentro del avión, si lo fue, pasé las mejores horas de mi vida y las azafatas fueron muy amables ayudando en todo lo que necesites.

Bajo las escaleras del avión a las apuradas.

Al llegar al aeropuerto busco una tienda donde me compro una botella de agua y continuo mi recorrido pacífico buscando un taxi en la salida.

Encuentro un taxi rápidamente, las épocas de visita en Italia terminaron y los turistas ya no ocupan todos los taxis.

Le indico al conductor la dirección de la antigua casa de Bianca, ella llamó al dueño y le pidió asilo para mi.
Es un buen precio y una buena casa la cual podré rentar con el dinero que tengo y mientras trabajo podré conseguir más.

Él conduce en silencio mientras me concentro en mi móvil, observando los excesivos mensajes de Lorenzo.

Tomo la decisión de marcar su número, él está lejos de mi y ya no puede impedir que me quede aquí.

—¿Hola?

—Antonella ¿Me quieres explicar dónde estás? ¡¿Como es eso de que te fuiste, Antonella?!— Grita. —¡¿Con el permiso de quien?!

—Oye , tú no eres mi padre, Lorenzo — me cabreo. —, ya no quería vivir allí y Niall tampoco lo aceptaba así que regresé.

—No puedes irte sin despedirte de mi.

—Me ibas a impedir que lo haga y yo no soy como tu, Lorenzo, no puedo convivir con la persona que asesinó a mi padre.

—Tu jamás sabrás la historia completa y nunca te preocupaste por saberla..

—Como sea,  ya estoy lejos de esa mala persona y no te diré donde estoy porque no quiero que vengas  aquí, lo mejor será que continúes con tu vida y que yo recupere la mía.— Murmuro.

—Haz lo que quieras, pero no te quiero ver nuevamente en un club de pool dance.

—Ese no es tu problema, te lo repito, no eres mi padre. — Apreto mis puños. —, te llamaré otro día, adiós.

Corto la llamada sintiendo la mirada del joven y atractivo conductor en mi, a través del espejo retrovisor. —¿Visitando Italia, señorita?

Sonrío observando su  perfecta sonrisa. —No, vivo aquí.

—¿Si?

Asiento. —¿Y usted?

Él se ríe. —Bueno, supongo que si trabajo de conducir autos es porque vivo aquí..

—Si, lo siento..— Ambos reimos. —¿Y vive con su esposa? ¿...O hijos?

—¿Quiere preguntarme si soy soltero, preciosa?

—No lo sé, ¿Alguna pasajera le preguntó algua vez si se encuentra soltero?

—Muchas— Responde. —, pero la mayoría se detiene cuando respondo que tengo esposa. Les importa demasiado, ¿A ti te importa?

𝐏𝐔𝐓𝐀 © [𝟏] [N.H]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora