12. Vedme

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El silbido del claxon se esfuma al tiempo en el que el tren empieza su recorrido

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El silbido del claxon se esfuma al tiempo en el que el tren empieza su recorrido.

Me apego más al asiento, ajustando mi cuerpo a los almohadones mientras reposo mi cabeza para admirar la vista que ofrece la ventana en esa mañana soleada. El cielo es de un resaltante color celeste destacado sobre el manto blanco que reposa sobre los árboles y las montañas.

La estación de trenes está alojada en un área despejada, por lo que las casas del reino se distinguen a la lejanía. Las estructuras deslumbran más en invierno. Están hechas para destacar sobre la nieve, tanto así, que cuando son cubiertas del todo, se asemejan a castillos de hielo, y el palacio que es aún más imponente, reluce mejor.

Creo que pronto me quedaré dormido hipnotizado por la vista, lo cual sería increíble, pues ayer no conseguí dormir bien.

Estuve pensando en la tarde del incidente en el lago y bajé la guardia. Eso me desequilibró emocionalmente y me despreocupé por la dieta, así que terminé yendo a la cocina por algo de comida para consolarme, por mucha comida. Al pasar la hora me arrepentí. Vomité alrededor de la madrugada y desde entonces me mantuve despierto.

Cierro los ojos y unos segundos después siento una presencia en el vagón, percibo como camina y hasta que está cerca de mí se detiene. Abro los ojos y lo veo, parado a un costado del asiento de frente.

—¿Desayunaste?

Krooz luce impecable. Con su cabello peinado y su ropa adecuada para el campamento. Claro, alguien ha dormido bien, y yo parezco un hombre que ha cargado leña toda la noche, incluso debo tener ojeras.

Asiento con la cabeza.

—¿Por qué no has comido?

—He... —Trago saliva y duele—. Dicho que sí. —concluyo la frase. Es la primera vez que hablo desde anoche y al vomitar me he lastimado la garganta.

—Eso es una mentira. —Se acomoda en el asiento y me mira con seriedad—. No bajaste a desayunar con nosotros.

—Lo hice en mi habitación —insisto con dificultad.

—No te creo.

—¿Por qué?

—Porque tu padre ha ordenado que no se te sirvieran nada, al menos que estuvieras en la mesa. Creo que nadie se atreve a desobedecer a tu padre. Ni siquiera tú.

Lo podía esperar.

Luego de que escuchará nuestra discusión, no piensa permitirme comer a solas, de ser posible me sentaría al lado de Krooz.

Mi padre no sabe que ahora ya empezamos a tratarnos con más decencia o eso es lo que yo intento.

—No tenía hambre —digo. Vuelvo a cerrar los ojos, esperando que me deje en paz.

—La única vez que te he visto comer fue cuando te conocí.

—Pues lo prefiero así, porque no me gusta que los demás me vean mientras lo hago.

El cisne y el príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora