27. Eclipse

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Junto sus patitas una vez y él abre la boca para mordisquear mis dedos

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Junto sus patitas una vez y él abre la boca para mordisquear mis dedos. Sus dientes ahora han crecido un poco al igual que el. Zooz parece un gato normal, pues sigue siendo un cachorro, pero pronto será más grande y por ende necesitará mucho espacio abierto y seguro.

Me duele el corazón verlo y pensar en que tendrá una vida doméstica.

Se acostumbró perfectamente a vivir aquí, y, aunque no me agrade tener que servirle carne para alimentarlo, debo hacerlo, porque esa es su única manera de sobrevivir.

Vuelvo a acariciarle el pelaje, es suave y precioso. Sus orejas tienen unos pelos en punta como si fueran antenas negras. Es gracioso, es demasiado hermoso. No sé si su instinto lo hará aborrecerme cuando crezca o si seguirá encariñado a mí.

Sigo intentando despertar sus sentidos salvajes lo más pronto posible para poder devolverlo a su hogar, pero no he avanzado nada. Tiene mucho miedo y creo que se debe a lo que ocurrió el día en que fue herido.

Por esos motivos también me detengo y no quiero dejarlo ir.

—¿Zooz, quisieras volver a casa?

Él se retuerce sobre mis piernas, moviendo su cabeza para buscar mi mano.

Mandarlo fuera sería demasiado riesgoso. Es tan dócil que no tendría la oportunidad de sobrevivir contra los animales que lo amenazan.

Tomo la correa que tengo al lado y ajusto el gancho sobre el pechero que ya tiene puesto.

Por momentos me llego a sentir cruel por habérmelo quedado. Sin embargo, tenerlo me da más momentos de alegría, y eso, opaca lo demás.

—Es mentira —le digo en tono dulce—. No voy a dejarte.

Ni un segundo pienso dejarlo solo.

Cuando tocan la puerta, recojo la manta sobre la mesa y bajo a Zooz para que ande. Él sabe que iremos a pasear, así que no espera a que yo lo anime a andar y camina hacia la puerta. Sé que por su pelaje no necesita de abrigo, pero no es por mi gato que traigo la manta.

—¿Listo?

Le entrego la manta y ella la toma colocándola encima de su brazo.

Le pedí a Eidriene que fuera conmigo a la academia. No quería ir solo, ni tampoco quería ir con Krooz.

—Como nunca —digo sin ánimos.

—¿Qué ocurre señor? —pregunta Dove preocupado—. ¿Hay algo que le disguste?

—Sí —respondo mientras empezamos a andar—, me disgusta hacer esto.

—Creí que había conseguido llevarse bien con el señor de Romaniv...

—¡Zovin! ¡Tienes pelo gatuno en tu traje! —Eidriene exclama de repente—. ¡Van a fotografiarte, por favor!

Indignada se acerca a mí para empezar a sacudirme el pantalón.

El cisne y el príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora