26. Eterno

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Continúo analizando las líneas de mi mano, aspirando a comprender un poco o al menos interpretarlas como esa mujer había hecho

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Continúo analizando las líneas de mi mano, aspirando a comprender un poco o al menos interpretarlas como esa mujer había hecho. Sin embargo, no consigo entender nada en ella. La cierro con lentitud, empuñándola sobre mi pecho. Siento como mis dedos golpean la rosa del broche y retorno a ese otro comentario extraño.

¿Él sabía eso sobre la obsidiana? ¿Por eso me la regaló?

Deslizo mi mano dejándola caer sobre mi regazo.

¿Qué estoy pensando? Estas cosas no tienen sentido. Son absurdas.

No puedo asustarme por una idiotez, y menos voy a dejar de usar el broche. Aunque las situaciones se dieron a partir de mi encuentro con él, no significan nada más que coincidencias.

Pero eso no es lo que me da miedo.

Estoy tan indeciso ahora.

Me gusta la persona equivocada y a quien en poco tiempo debo dejar ir.

Este sentimiento se volvió tan fuerte. Yo estoy enamorado de Krooz.

El corazón se me estruja cada vez que imagino el día en que se casará. Las espinas me punzan la garganta y cada extremidad de mi cuerpo, siento como si fluyera veneno en mí. Esta necesidad de huir con él y escondernos de todos para seguir juntos, va a matarme.

Es egoísta pensar así, él no me pertenece y nunca lo hará. Aunque él quiera convencerme de que se ha entregado a mí.

Si se siente igual, ¿sería capaz de abandonar todo este acuerdo para estar conmigo?

Si hiciera eso no tendría problema en confesarle que yo también quiero lo mismo.

Las campanas suenan, anunciando que la media noche a llegado.

Las personas se acercan al fogón, tienen rostros alegres mientras lanzan sus rosas secas. Deben estar muy entusiasmados por un deseo que probablemente nunca se cumpla. Los que siguen teniendo fe en ello es porque juran que sus deseos fueron concedidos.

Yo no creo.

En mi niñez lo hacía, era demasiado ingenuo y creía en casi todo.

Pero desde ese incidente, cuando llegaba esta noche y debía arrojar una rosa, la mía siempre estaba vacía.

Sin embargo, esta noche...

Desde mi punto, donde nos encontramos sentados, arrojo la rosa hacia el fogón y mientras esta cae, me quedo mirando las llamas que la consumen.

Esta noche, por primera vez en años, la rosa lleva un deseo. Uno egoísta y desesperado.

Mis amigos también arrojan los suyos.

—¿Qué pidieron?

—Eso no se cuenta Torrance.

—Volver a ver a mi papá —responde Zutsi emocionada.

El cisne y el príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora