19. Hielo

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Presiento como arroja todas las cosas del escritorio y luego siento el toque de sus manos calientes encontrarse con mi trasero, para después elevarme hasta el escritorio

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Presiento como arroja todas las cosas del escritorio y luego siento el toque de sus manos calientes encontrarse con mi trasero, para después elevarme hasta el escritorio. Es ahí donde Krooz se va rindiendo más a mí, provocando que mi espalda se vaya desplomando hacia la madera.

Krooz desciende sus manos por el contorno de mi cintura y caderas, y en un instante llega a la línea que divide mis piernas; las separa con ferocidad, permitiendo que su cuerpo se cierna más al mío. La anchura de cada parte de suya se vuelve más notoria cuando se ajusta en mí.

Uno de sus grandes brazos aparece tras mi espalda, sosteniendo mi cuerpo, mientras él decide desviarse por mi mandíbula. Nuestras bocas se mezclan un momento hasta que renuncia y se desliza sobre mis labios besando y recorriendo. Juega con su lengua sobre mi piel, apurando aún más a que mi garganta empiece a soltar delicados y suaves lamentos de excitación.

—Déjalos salir —pide mientras desabrocha los botones de mi camisa.

No importa cuánto ruido haga aquí, nadie nos escucharía. Así que lo obedezco, pero con lentitud. Dejando que el nivel de sus caricias vaya aumentando el volumen de mis gemidos.

Aún soltaba bajos jadeos, cuando la boca caliente de Krooz que recorría mi clavícula desnuda, me transportó a esa noche donde se detuvo cerca de esa zona. Ahora estoy impaciente porque vaya más abajo.

Siento una de sus manos ir a mi cintura y apretarla. Me retuerzo hacia arriba y bajo la cabeza para observar lo que me hace. Sus ojos perdidos en lujuria no dejan de mirarme. Él saca su lengua y veo a donde se dirige.

Mi corazón ya se está alterando.

Cuando la punta mojada roza mi pezón entreabro los labios. Cuando su boca se cierne por completo, llevando sus dientes, encerrando mi punta rosada, mordiéndolo para luego chuparlo con fuerza, los pálpitos ya no equivalen solo en mi pecho. Se conectan con mis nervios inferiores, provocando que mi pene empiece a vibrar, hinchándose hasta provocar sus propios pálpitos.

No evito el impulso de alzar más mi pecho. Krooz retira su mano de mi espalda y la ocupa en tratar mi otro pezón y cada vez más la sangre se acumula en mi miembro.

Caigo por completo en el escritorio dejando que él haga todo lo que se le ofrezca. Elevo mis manos para sujetarle el rostro y luego llegar a su cabeza, y hundo mis dedos con fortaleza sobre su cabello.

Krooz abandona mi pecho y desciende aún más. Besando por en medio de mis costillas y llegando a mi abdomen. En el momento que se encuentra en mi ombligo, mete su lengua ahí y luego muerde la piel y yo jadeo.

—Cuando quieras detenerlo solo dilo... —Me pide y yo asiento—. Buen gatito.

—Deja de decirme así.

—¿Te molesta? —pregunta, divertido.

—Sí.

—¿Y esto? —Desabrocha el botón y lentamente va bajando el cierre—. ¿Te molesta?

El cisne y el príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora