16. Caliente

3.8K 444 558
                                    

El dolor me cubre el cuerpo como púas, hincan y queman a la vez

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El dolor me cubre el cuerpo como púas, hincan y queman a la vez. Intento nadar, pero mis patines no me lo permiten. Por suerte todavía puedo mover los brazos y antes de que se me entumezcan por completo, nado hasta conseguir llegar de vuelta la superficie.

Creí que el aire sería más reconfortante que el agua, pero es igual de malo. Porque al salir siento como si me azotara el rostro y casi me cortara la piel.

¡Arde, maldición!

—¡Zov! ¡Extiende un poco más la mano! —Distingo la voz desesperada de Krooz.

Pestañeo en repetidas veces y al fin consigo aclarar mi visión. Busco señales de él hasta encontrarlo tirado en el suelo mientras alarga su brazo.

—¡Puede romperse aún más! —exclamo—. ¡Saldré yo solo!

Aprieto el hielo para intentar impulsarme y este se derrumba haciéndome caer otra vez al agua.

—¡Zov!

La voz se desvanece.

Emprendo la lucha con mis brazos otra vez y logro alcanzar la superficie. Pero no sé por cuanto tiempo más lograré mantenerme.

Empiezo a sentir el frío del agua hasta en los huesos, el dolor ya no está siendo soportable y mis brazos se están volviendo rígidos.

—¡Dame la mano!

—¡¿Krooz?! —Escupo agua cuando lo veo muy cerca de las grietas—. ¡Aléjate, puedes caer!

—¡Solo un poco más, Zov! —insiste—. ¡Dame la mano!

Hago lo que me ordena, pero no lo alcanzo. Dejo caer mi brazo y este se desliza pesado sobre el hielo.

—¡Esfuérzate más! —me ruega—. ¡Zov, por favor, no te rindas!

—No puedo... —La temperatura logra entumecerme los brazos—. Ya no puedo moverlos...

Del resto ya no puedo ser consciente.

El frío es tanto que me hace entrar en estado de shock. Veo que me muevo, pero no sé qué ocurre con exactitud.

—¿Sigues despierto?

Veo el cielo, ahora más oscuro, y es cuando vuelvo a recuperar un poco de razón.

Krooz ha conseguido arrastrarme hasta fuera del agujero, cada vez más lejos de este. Distingo como las grietas van haciéndose menos notorias en el hielo, y es ahí cuando él se detiene.

—Zov... —me llama entre jadeos—. Intenta decir algo...

—Algo...

—Bien, estarás bien.

Vuelve a mí para cargarme en sus brazos y yo como puedo me hundo en su pecho a la vez que el cuerpo comienza a temblarme.

—Solo no vayas a quedarte dormido.

El cisne y el príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora