CAPÍTULO 22

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Un mes más tarde

Fiodor

Ingiero el poco contenido que queda en la botella, no importa cuánto queme mi garganta o cómo haga doler mi herida, supongo que aquel dolor no es nada parecido al que guardo en el alma. El líquido dejar de arder sobre mis labios y al agitar la botella descubro que lo he bebido todo, dejándola tirada en algún lugar de mi habitación que ahora, podría confundirse con un almacén de bebidas alcohólicas.

He vuelto a casa aproximadamente a las 5 de la mañana. Últimamente no duermo y solo me emborracho a la espera de aquella llamada que me da luz verde para ir a visitar el hospital.

Un mes, un mes donde la mayoría de nuestros encuentros han sido únicamente a través del gran cristal de seguridad que separa la zona de cuidados intensivos del resto de la sala. Sumando a esto el encuentro con su madre donde simplemente las cosas dieron un giro inexplicable.

visito el hospital nuevamente, me niego a irme de aquí hasta obtener una respuesta sobre su condición. Mi ojos duelen y mi cabeza pide por un poco de descanso, pero se lo niego. Mi tío ha intentado sacarme de aquí a como dé lugar, obteniendo serias palabras, golpes, y lo último, que lo apuntara con mi arma.

Un cuerpo se coloca frente a mí y al elevar mi vista puedo descubrir quién es a través de mis ojos llorosos. La señora L'evans me observa con un semblante serio, aún así es evidente que al igual que yo, la ha pasado mal últimamente.

—Vamos a tomar un café. —dice—. Tenemos mucho de qué hablar.

◇◇◇

Mis manos temblorosas sostienen la taza mientras la llevo a mi boca, el caliente hace doler mi reciente herida sin curar, pero lo ignoro.

—Debería haberse quedado en el hospital. —dice, y llama mi atención—. No parece haber sanado, como estuvo diciendo.

Sonrío, sin ánimo.

—Descuide, no es nada grave. —resto importancia y vuelvo a tomar la taza.

—Supongo que no es la primera vez que le pasa, entonces. —me paralizo, llevo mis ojos a ella—. Lo sé, señor Vólkov. Porque ese es su verdadero apellido, ¿no?

Dejo la taza en la mesa, estoy nervioso.

—Y-yo...

—No lo dijo Innet, aunque es evidente que ella lo sabe. —afirma—. Lo supe por su padre. Fue la primera vez que llamó a casa en mucho tiempo... solo para decir que no dejara salir a Innet.

Él lo sabía.

Su madre solloza frente a mí y la culpabilidad aumenta.

—Traté de salvarla, lo juro. —afirmo, con tristeza.

Me ofrece una pequeña sonrisa.

—Lo sé. De lo contrario, dudo que estarías todos los días negado a salir del hospital a pesar de que sabes que puedes ser capturado en cualquier momento. —comenta—. ¿Por qué?

—¿Uh?

—¿Por qué Innet confió tanto en ti a pesar de saber lo que haces? Igual, ¿por qué aún sigo confiando en ti incluso más que en aquel hombre que llamó para decir lo que eres? —cuestiona—. Supongo, que aún sigues tratando de salvar tu parte humana del mundo que te rodea, tal vez por eso tratas de ser una buena persona.

—No sé si pueda llamarme así. —confieso—. No sé si puedo seguir diciendo que soy un ser humano...

Mi gesto decae. Una cálida mano se posiciona sobre la mía, brindando apoyo.

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