CAPÍTULO 24

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Fiodor

Todos parecen sumidos dentro de la tranquilidad, pues se supone que la hora del almuerzo es uno de los pocos momentos del día en los que el fiscal puede fingir ser un buen padre. Sin embargo, a mí no me importa mucho respetar su tradición familiar y esa es la razón por la cual estoy aquí a punto de empujar esta puerta y darme a conocer nuevamente por la hermosa familia.

Mis reglas hoy fueron muy claras, a diferencia de mi última visita: matar a todo el que esté dentro de estas paredes, excepto a la familia. Y me importa muy poco si la policía llega o si en alguna horas esto se transmite por televisión nacional. Es más, desearía ver sus caras cuando eso pase y descubran las macabras conexiones que mantiene el mejor fiscal del país con el mundo de las drogas.

Los disparos son más escandalosos, al igual que las los gritos de los pobres inocentes. Y es que las armas son más grandes y la piedad mínima. Permanezco de pie frente a la gran alberca a la espera de que mis hombres vayan por aquel personaje que ha colmado mi paciencia. Recuesto un poco mi peso sobre el gran bate cubierto de pequeñas púas que aguarda su próxima víctima, con experiencia, pues no será su primera vez.

El ruido de las puertas llaman mi atención y puedo ver el espectáculo que monta el fiscal cuando se niega, rotundamente, a seguir caminando hacia mí. Sabe lo que le espera y desea escapar, pero yo no contrato perros callejeros para ayudarme con el trabajo sucio, contrato bestias sin ningún tipo de humanidad que no durarían dar un solo disparo si así se los ordeno.

Cae de rodillas frente a mí y mis hombres se dispersan a su lado, apuntándolo con su arma para que evite intentar levantarse.

Me observo, con ojos llorosos.

—Y-yo no sabía, ¡te juro que no sabía! —balbucea—. ¡¿Por qué me hubiese quedado callado si sabía que ibas a venir?! Es mi hija!

No digo nada, solo camino hasta él, me coloco frente a su espalda y elevo el bate.

—Sin embargo puedes investigar en segundos algo que te vaya a beneficiar. —doy un fuerte golpe en su espalda, haciéndola sangrar un poco, cae sobre el césped—. Pero ni siquiera eres capaz de hacer algo bueno por tu hija una sola vez en la vida.

—L-lo siento...

Solloza. La ira en mí es muy fuerte y vuelvo a elevar el bate preparado para el segundo golpe, más no lo hago. Lo dejo caer.

—Consígueme la ubicación de ese hijo de perra, y consigue la autopsia de mi padre. —gira hacia mí, y asiente—. No te mato aquí mismo porque a pesar de todo, sigues siendo su padre y lamentablemente, eres la única opción que tengo para llegar al culpable. Pero si vuelvo a llamarte o me haces volver aquí, te juro por toda la sangre que he derramado que no seré piadoso contigo mucho menos por ser el padre de Innet. En cuanto a ella, intenta, aunque sea por primera vez, cuidar su vida.

No digo nada más y me retiro, mis onces recogen el bate y sigue mi paso.

◇◇◇

Innet

La lluvia cae con mucha fuerza, permanezco sentada en el frío suelo frente a la vieja ventana que se deja golpear violentamente por las gotas. Un sentimiento de nostalgia me acompaña y me duele no poder recordarlo. Algo me dice que una emoción distinta albergó en mí umen una situación como esta, y cuando llevo mis ojos al paraguas negro dentro del cubo, siento la intensidad en el deseo que mantiene de que lo recuerde antes de que sea muy tarde.

Decido ponerme de pie y tomarlo, salgo del departamento cargando mi mochila y mis cero ganas de ir a la universidad con este clima. Llego hasta la puerta de entrada y decido abrir el paraguas, opto por correr un poco pero solo al terminar de bajar los escalones, me detengo abruptamente.

Un deja vú, o realmente es mi subconsciente haciéndome saber que debo recordar algo que ocurrió en este lugar. Elevo mi mano izquierda y miro el costoso anillo del que no tengo idea cómo llegó a mi mano pero del que mi madre ha insistido que no me deshaga, pues podría ayudarme a recordar. La hermosa flor es única y dudo mucho que sea un anillo fácil de conseguir.

—Parece que fue personalizado. —susurro—. Innet, ¿acaso conseguiste un sugar daddy y no lo recuerdas?

Analizo, pero luego borro esas ideas de mi cabeza. Saco mi mano del paraguas y dejo que la lluvia caiga sobre la flamante joya.

—¿A quién estoy olvidando...?

◇◇◇

Fiodor

Luego de ocuparme del padre de Innet, tuve que volver a la universidad para cumplir con mis compromisos. Son aproximadamente las 9 de la noche y todo parece estar desierto. Salgo de mi oficina y emprendo mi habitual ruta por el camino.

—¡Señor Soloviev! —una voz femenina bastante madura me detiene. Puedo descubrir que se trata de la señora que hace la limpieza en la biblioteca.

—¿Cómo ha estado? ¿Aún no va a casa?

—Ya sabe, estos jóvenes de ahora son un desastre. —afirma y yo río—. ¿Ya se va?

Asiento.

—Ha sido un día difícil para mí. 

—Supongo que el clima ha influido en todos... —susurra.

—¿Por qué lo dice?

—Esa chica... ¡oh, usted la conoce! —afirma, me intereso—. La chica que suele quedarse a dormir en la biblioteca. Hoy parece haber estado mucho tiempo bajo la lluvia, creo que está a punto de enfermarse.

Tiemblo.

—¿Sigue en la biblioteca? —asiente—. Vuelvo en un segundo, espere.

Salgo corriendo sin dar explicaciones.

◇◇◇

Abro la puerta de la gran biblioteca, intentando no hacer ruido. Puedo verla recostada sobre la habitual mesa. Me vuelvo un manojo de nervios a pesar de que no es la primera vez. Me acerco a ella lentamente y coloco la bolsa con medicamentos a su lado. Observo su cansado rostro e intento llevar mi mano a él pero me retracto, para luego dejarlo ser.

Coloco mi palma suavemente sobre su frente y tomo su temperatura, no me explico cómo puede dormir tan tranquila a pesar de estar ardiendo en fiebre. Muevo la mano con pesar y retiro mi chaqueta, colocándola ahora sobre su pequeño cuerpo. Tomo su largo cabello con delicadeza y lo retiro del interior.

Me alejo suavemente y luego de algunas leves miradas de tristeza, decido irme.

Lo que nunca supe fue que con tan solo darme la vuelta, aquellos conocidos ojos se abrieron ante mí, buscando al responsable de eliminar su frío.

Llego hasta la salida y me topo con la señora del servicio, parece intrigada al no verme salir con ella.

—Señor...

—Levántela, pídale que vaya a casa. —digo, luce confundida—. Y por favor, no le diga que estuve aquí.

No dice nada, y yo tampoco lo hago más. Solo sigo el camino hacia la salida y desaparezco.

Lucid dreamZ [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora