EPÍLOGO

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Innet

Con el paso de los días, creo que el sufrimiento y el dolor de la pérdida se asentaba cada vez en mí. Pero cuando esos días se convirtieron en semanas y las semanas meses, tuve que detenerme para darme cuenta de que ya habían pasado dos años.

Esperé todo lo que pude, vivía tan esperanzada que incluso convertí nuestras rutinas habituales en un ritual con la esperanza de volver a ver ese cuerpo envuelto en algún costoso traje en aquellos sitios donde mi corazón aún se resguarda.

Incluso guardé el paraguas, y lo usé con tanta frecuencia como pude mientras intentaba salir con mis amigos e ir a citas, viendo que ninguna funcionaba. Solía cruzar por el aula donde tuvimos nuestro primer encuentro y solo podía encontrar en él un espacio vacío.

Y sabía que era injusto de mi parte esperar actos de respuesta de los que él no se hizo responsable antes de marcharse, pero cuando dijo que volvería, realmente pensé que sucedería. Mamá pensó que lo había superado, su tío optaba por no decir nada que no fuera de ayuda para mí y eso se resumía al hecho de que ni siquiera él sabía dónde estaba Fiodor.

Entiendo que debería aprovechar mi tiempo y aceptar que él no volverá pero cuando como, me pregunto si él también lo estará haciendo. Me pregunto si tiene un paraguas cada vez que llueve o que tal vez... haya encontrado a alguien que le entregue su corazón tal y como yo lo hice.

Escucho las noticias en la televisión y aunque suene loco, daría lo que fuera por escuchar su nombre en uno de los reportajes. Ni siquiera la prensa sabe de él, sin embargo, es indudable que sigue con vida, ¿pero en qué estado?

Todos empiezan a recoger sus cosas para salir del salón, me traen de vuelta a la realidad y sé que las clases han terminado. Los últimos meses han sido estresantes tomando en cuenta que pronto entraremos en la etapa final de la carrera. Debería emocionarme, pero no lo estoy.

Recojo mis cosas y salgo por el pasillo, camino sin ánimo mientras mis compañeros me rodean envueltos en una charla amistosa.

—Innet. —llama una de las chicas, la observo—. ¿Irás a tomar con nosotros?

Niego.

—Debo ir a un lugar, lo siento. —respondo.

—Siempre se escapa a esta hora. —habla otro de los chicos—. ¿Acaso estás viendo a un chico?

—Uhhh... —bromean todos, pero mi expresión es todo menos alegría.

Me despido de ellos y los veo partir. Llevo mi vista al anillo que aún adorna mi dedo y las promesas que con él se quedaron.

Supongo, que tengo que conformarme con lo que pudo ser.

◇◇◇

El taxi me deja justo en la entrada y le agradezco, lo veo partir y me acerco al portón. Tomo la llave que me obsequió el tío de Fiodor y lo abro. Ingreso al habitual lugar y camino por sus adornados pasadizos. Las flores han crecido mucho más y el lugar se ve mucho más animado. Vengo aquí para cuidar las tumbas de su familia y también, para revivir los recuerdos.

Llego hasta el centro y estoy tan sumida en mis pensamientos que cuando elevo la cabeza dejo caer mi bolso haciendo ruido.

Mi corazón se desborda y mis ojos se vuelven llorosos sin poder creerlo, cierro los ojos varias veces para confirmar que mi salud mental no me esté jugando alguna trampa. El entallado traje es de recordar, su figura incluso de espaldas es conocida.

No puede ser él.

Su cuerpo se gira y no puedo asimilar que nuevamente estoy viendo su rostro. Un poco más maduro, un poco más sereno, agotado. Aún así me regala una sonrisa y parece no darse cuenta del daño que me está causando.

Empiezo a llorar fuertemente pero no me muevo, con temor a que todo sea un sueño.

—Espero que dos años hayan sido suficientes para poder pedirte matrimonio. —dice, y puedo ver cómo contiene las lágrimas—. Esperaba una reacción distinta, un golpe, un abrazo, incluso un balazo.

Intenta bromear, y aquello solo me hace llorar aún más.

Realmente está aquí.

Ambos nos miramos con nostalgia, el reencuentro hace florecer nuestras emociones y el miedo a desaparecer si nos acercamos.

—Idiota... —susurro, entre lágrimas—. ¡Imbécil! ¡¿sabes cuánto te extrañé?!

Veo rodar las lagrimas por sus mejillas.

—Lo sé. —afirma—. También te extrañé, cada día me torturé con el recuerdo de tu rostro. Pero hice una promesa, así que estoy aquí para cumplirla.

Con dificultad, mueve sus pies hasta quedar frente a mí, eleva su mano derecha mientras me ofrece una flor. Una flor de color rosa y azul, igual a la que le obsequié aquel día. Solo logra hacerme llorar aún más. Elevo mi vista a sus hermosos ojos, confirmando que su presencia es real.

Sonríe, y habla:

—Espero que aún sigas esperando por mí.

Me lanzo entre sus brazos sin previo aviso, guardándolo en un fuerte abrazo. Envuelve sus brazos en mí con fuerza mientras besa mi cabeza.

—Te amo... —susurro las palabras que no pude decir todo este tiempo. Él ríe.

—Mi chica buena, supongo que aún sigues enamorada de mí.


FIN⌛

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