41 | Acrimonia

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El pánico me atraviesa de lado a lado cuando mi inesperada visita se acerca a mí y besa mis labios; con determinación, la aparto de mí y retrocedo otro par de pasos más.

—No quiero ser grosero contigo, así que por favor... vete.

Ante mi mirada llena de perplejidad la mujer frente a mí desata el nudo de su abrigo y se lo quita; no lleva puesto más que un par de bragas de encaje rojo a juego con un sujetador del mismo color y material.

Carajo, nunca antes había sentido la necesidad urgente de cavar un hoyo en el piso y lanzarme por él; la mujer delante de mí lleva sus manos a la espalda y así como así, se deshace de su sujetador, revelando unos senos de tamaño considerable, pero que no hacen otra cosa más que provocar un dolor punzante en mi cerebro que aún continúa luchando por entender si lo que está pasando es real o producto de algún sueño bizarro.

Doy un paso hacia a ella y le sujeto las muñecas cuando intenta quitarse las bragas. —No lo hagas —pido—. Vístete y vete de mi casa, haré de cuenta que esto jamás sucedió... y créeme, no lo haré por ti y mucho menos por mí, lo haré por la persona que no se merece que le hagas esto.

—Mírame bien, dime si no te parezco atractiva... soy mejo que ella.

—Voy a detenerte aquí —digo, con mis ojos fijos en los suyos y apretando más mi agarre en sus muñecas.

Un sudor frío me recorre la espina dorsal, mi pulso se intensifica y los latidos de mi corazón va a más que la propia velocidad de la luz cuando escucho unos murmullos provenir de afuera... seguramente de la sala de estar.

—Deja eso por allí —pide una voz femenina que sé reconocer al instante.

Mierda. Artemisa está en mi casa mientras yo estoy aquí en mi habitación, desnudo, con solo una toalla cubriendo mis partes íntimas y con una mujer que no es ella.

Exactamente hace una semana, antes de hoy, ella quiso sorprenderme aquí mismo en ésta habitación, dándome el mejor sexo de mi vida y las cosas se fueron al demonio cuando se le ocurrió hablar sobre sus sentimientos, después de eso, me tomó un par de días llenarme de valor para afrontar las cosas y quedamos en buenos términos cuando la cité en el techo del edificio de la editorial, aunque para ser honesto, creo que incluso di un paso en falso al hacer que la velada de esa noche se tornara en algo romántico cuando no había sido esa mi intención; después de casi terminar perdiendo la batalla interna conmigo mismo, los chicos planearon un fin de semana en Houston para liberarnos de responsabilidades y para pre-festejar mi cumpleaños. Ésa semana fue una completa locura, con las emociones surcando fuera de mi cuerpo cada que recordaba las palabras de Artemisa, sin embargo, la decisión de lo que quería estaba más que aceptada por ella y con eso, superamos un poco ése bache.

—Vístete... ahora —vuelvo a ordenarle a la mujer frente a mí.

Sería un mentiroso de mierda si dijera que Artemisa Graham no me importa en lo absoluto, porque para variar, estoy más preocupado por ella y sus sentimientos que por mi propio bienestar mental y social. Desde el momento que puse mis manos en su cuerpo virgen e inexperto, supe que había sellado mi pase a la cárcel y al infierno mismo, aunque ninguna de esas cosas me detuvo de follarla como lo he estado haciendo.

La desnuda mujer tira de mi brazo, lanzándome a la cama, donde en un parpadeo después, la tengo sobre mí, con sus piernas a cada lado de las mías. Peleo. Forcejeo e intento apartarla de mí, pero ella se enrosca a mi cuerpo como una condenada serpiente.

—Prueba lo que es tener una verdadera mujer entre tus brazos —me susurra al oído, mordiéndome el lóbulo de la oreja.

Sus manos viajan a través de mi pecho, descendiendo por mi abdomen y deteniéndose en la cinturilla de la toalla que todavía permanece atada en mi cintura.

ARTEMISA©  | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora