29 | Fantasías

1.1K 114 38
                                    

Estoy flotando en un millar de emociones que no debería estar sintiendo, porque sinceramente, esto no es lo mío, yo no puedo permitirme este tipo de sentimientos.

Todo es oscuridad y ni siquiera puedo parpadear o abrir los ojos; ya no se trata de la pérdida de visión que me ha acompañado desde hace mucho tiempo, no, todo esto es algo nuevo.

Los nervios comienzan a aparecer poco a poco, invadiéndome por completo y me encuentro en la terrible situación de querer deshacerme del vendaje sobre mis ojos, pero sé que si lo hago, todo estará perdido.

—Missy, tranquila... llamaré al doctor —habla una voz femenina que reconozco al instante.

—Mamá... ¿qué sucede? —pregunto.

No obtengo otra respuesta más que el sonido de la puerta al ser abierta y luego el grito de mi madre.

En lo que me parecen unos agotadores minutos; escucho la voz del doctor Donovan.

—Hola Artemisa —saluda y siento sus manos sobre mi rostro—. ¿Cómo te sientes? ¿Estás mareada o con náuseas?

Niego con la cabeza, intentando deshacerme del molesto vendaje sobre mis ojos.

—Bueno, eso es algo excelente, eres buena con la anestesia.

—¿Cuándo podré quitarme esto? —pregunto, refiriéndome a la venda.

—Tranquila, todavía debemos dejar pasar cuarenta y ocho horas.

¡¿Qué?! —exclamo—. ¿Tanto tiempo?

Escucho una risita provenir del doctor Donovan y mis nervios se crispan aún más.

—Es una broma, Artemisa —dice—. Mañana por la mañana podremos quitarte el vendaje.

Suelto un suspiro y de repente, recuerdo algo.

—Mamá...

—¿Qué sucede cariño? —pregunta, con un deje de preocupación en su voz.

—¿Dónde está Braxton?

Un par de murmullos me llegan, pero mantengo mi sentido auditivo expectante a la respuesta de mi madre.

—El señor Airlie tuvo que marcharse —responde, paulatinamente.

—¿Marcharse a dónde? ¿A su casa?

—No. Tuvo que volver a Estados Unidos —suelta y siento sus manos sobre las mías—. Se fue después de que saliste de cirugía.

Un dolor me cruza el pecho y puedo escuchar a mi corazón romperse ante las palabras de mi madre.

Él se ha ido. No va a estar aquí conmigo cuando me quiten el vendaje y descubra si recuperé la vista o no.

—¿Volverá? —pregunto, con voz temblorosa.

—Cariño... —por el tono de mi madre, sé que él no regresará.

—Artemisa —el doctor Donovan dice mi nombre con un tono que me provoca mucho más dolor, porque pareciera que está compadeciéndome o teniéndome lastima.

—Quiero estar sola —digo, ahogando un sollozo.

—Hija, por favor...

—Necesito que me dejen sola, mamá —repito, con voz determinante.

—Lo siento —habla el médico—. Me temo que por el momento no puedes estar sola.

—Doctor...

—Acabas de salir de una cirugía bastante riesgosa y complicada, no sé sobre tu vida privada, pero eres mi paciente y no puedo permitir que mi trabajo tratando de salvar tu vista se convierta en un fracaso... No puedes estar sola, Artemisa.

ARTEMISA©  | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora