Estoy pensando seriamente en asesinar a Dylan. En serio, millones de imágenes sobre las diferentes formas de tortura que puedo hacerle, pasan por mi mente.
Y, a decir verdad, ninguna me parece tan descabellada.
—¿De verdad crees que eso funcionará? —inquiero, enarcando una ceja.
Él asiente, mostrándome la carpeta.
—Claro, ha funcionado antes, no será la excepción esta vez.
—No la conoces —murmuro en respuesta.
—Por eso funcionará, tú la abordaste porque ya la habías visto antes y de nada te sirvió ese hecho, ahora es mi turno, la buscaré y hablaré con ella.
Me encojo de hombros, intentando quitarle importancia al asunto.
—De acuerdo, ve y búscala, habla con ella y convéncela, pero si fracasas, no habrá segundas oportunidades, sabes que no estoy para rogarle a ningún escritor.
Con una sonrisa asomando a sus labios, Dylan se pone de pie y se retira, dejándome solo con el pensamiento y la imagen de esa chiquilla.
Maldita sea, ¿por qué no puedo sacármela de la cabeza? Es como un imán, ella se cuela en mis pensamientos y hace que mi corazón se sienta como un remolino abrasador.
Incapaz de continuar sentado con su rostro jodiendo mi mente, me levanto y tomo el saco del perchero.
—Cancela todas mis citas —digo, mirando a Karla—. Estaré fuera toda la tarde.
—Pero, señor Airlie, tiene la videoconferencia con Gustav Low.
—Comunícate con él y agenda la videoconferencia para otro día —dicho eso, me subo al ascensor y pierdo de vista a Karla.
Me recargo contra el cristal del cubo y cierro los ojos, inhalando y exhalando lentamente, tratando de procesar todo lo que ha ocurrido desde la primera vez que vi a Artemisa.
Esa chica solo ha aparecido en mi vida para fastidiarme y joderme, para sacarme de mis casillas y para reavivar un recuerdo que me costó años enterrar bajo la superficie de lo que soy ahora; ella aparece y todo mi mundo perfectamente construido parece ir directo a la misma mierda, todo lo que me ha costado años de esfuerzo y trabajo, está volviendo nuevamente al exterior y eso no me gusta para nada.
Debo encontrar la manera de volver a sepultar esos recuerdos, de implementar el escudo protector que me rodea, porque esa chica ha abierto una grieta en mis sistemas de defensa y ahora mi vida ha vuelto a ponerse gris.
Artemisa Graham me está jodiendo. Profundamente.
📕🌇
¿Qué carajos estoy haciendo? Me hago la pregunta mientras estaciono el auto en la rampa y fijo mis ojos en la casa frente a mí.
Es un lugar muy lindo, de hecho, me hace sentir paz, me hace sentirme relajado. Pero de verdad, todavía no alcanzo a entender qué demonios estoy haciendo aquí cuando se supone que debo estar con las piernas de Faye rodeando mi cintura mientras la embisto una y otra vez.
El corazón me rebota dentro del pecho cuando veo al labrador, está corriendo por todo el lugar, ladrando y persiguiendo a un chico que salió de repente de la casa.
Bajo del auto y camino con pasos decididos hacia la casa; la granja no es muy grande ni muy pequeña, es mediana y la casa es acorde al espacio.
—Buenas tardes —saludo, dirigiéndome al chico.
Él me mira con expresión de desconcierto mezclado con asombro.
—¿Puedo ayudarle en algo? —pregunta.
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ARTEMISA© | TERMINADA
RomanceArtemisa tiene diecisiete años. Vive en Carolina del Norte. Tiene un perro labrador y un gato blanco, o al menos ella supone que ese es su color. Su padre es contratista, su madre es diseñadora y programadora web y su hermana, bailarina profesional...