25 | Euforia

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Con un leve asentimiento de su cabeza, ella me hace saber que todavía desea ser mía, que todavía ansía entregarse a mí de la forma en que la he imaginado tantas veces.

No logro encontrar un solo fallo en mis pensamientos que hace tiempo dejaron de ser coherentes; estoy decidido a tomar lo que esta chica me ofrece y arrepentirme después por haber puesto mis manos sobre ella, pero ahora, justo en este momento, eso me importa una mierda.

Quitándome el cinturón, tomo sus manos y las ato con él al cabezal de la cama, manteniéndola inmóvil, aunque no tanto como me gustaría, porque todavía puede mover su cuerpo... jamás me había parecido excitante el hecho de ver el cuerpo femenino retorcerse debido a la anticipación.

—Quédate quieta —ordeno, al mismo tiempo que llevo mis manos a su costado izquierdo y deslizo el cierre de su vestido.

Acatando mi orden, Artemisa se queda completamente quieta y solo levanta su cuerpo de la cama para que yo pueda arrastrar su vestimenta por él hasta dejarla en ropa interior.

Me deshago de mi propia ropa, quitándome primero la camiseta, luego los pantalones y finalmente, mi ropa interior; pero antes, saco el paquete de aluminio y lo tiro en la cama.

Esta noche, planeo tomarme mi tiempo y saborear cada minuto que estamos juntos, y en este momento, hay algo muy dulce en su cuerpo que deseo saborear.

Subiendo a la cama nuevamente, me muevo entre sus piernas, inclinándome poco a poco, con los ojos fijos en mi objetivo. Inhalo el dulce aroma de su sexo y aparto a un lado la diminuta tela de su tanga; presiono un beso con la boca abierta en sus labios vaginales.

Con una rápida lamida, puedo decir que su sexo es cálido, azucarado y sabe a miel. Gimo por el sabor, con mi boca llena de líquido debido a cada lamida, es por mucho, lo mejor que he probado en mi vida y, cuanto más tengo de ella, más quiero. Cierro los ojos mientras me deleito con su dulce sabor, mantengo mis labios cerca de su coño. Es mejor de lo que había soñado posible, sí, la he probado antes, pero esto es diferente... en este momento, tengo claras mis intenciones, no importa si me arrepiento luego, no cambiaré mi decisión. Escucho a Artemisa gimiendo, y sus caderas se mueven con el ritmo de mi boca, excitándome aún más.

Froto mi erección en la cama, tratando de encontrar un alivio, pero nada es suficiente. No importa, esperaré hasta que esté dentro de ella, y luego me dejaré ir. Hasta entonces, esto será todo para darle su placer.

Sonrío contra su sexo al darme cuenta que está tirando de su atadura, y sus gritos de deseo son cada vez más fuertes, resonando por toda la habitación.

Sin é, a Kitty... lig dom tú a chloisteáil [Eso es todo, gatita... déjame escucharte] —susurro, contra su sexo—. Vamos, dámelo, binneas [dulzura].

—Oh, Dios... por favor —gime, suplicante.

—Di mi nombre, gatita —ordeno, inclinándome, mordisqueando su clítoris.

Ella deja escapar un gemido, todavía moviéndose contra mi cara.

¡Braxton! —grita, presa del orgasmo.

Chupo su clítoris en mi boca, sacudiéndolo con mi lengua una y otra vez mientras sus intensos gritos resuenan en toda la habitación. Sus caderas se levantan de la cama, y las agarro con ambas manos, inmovilizándola mientras sigo tocando su dulce botón.

Golpeo su clítoris con la punta de mis dedos. Su espalda se inclina fuera de la cama al tiempo que echa la cabeza hacia atrás, con la boca abierta mientras grita su liberación.

Su orgasmo es tan feroz que tira de su atadura, tratando de controlar de alguna manera el placer que corre por sus venas. Mientras los ecos de sus gritos rebotaban de pared en pared, mantengo mi boca sobre ella y lamiendo el resto de su orgasmo.

ARTEMISA©  | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora