50 | En La Distancia

1.1K 90 40
                                    

Llevo exactamente un mes en Florencia, adaptándome al lugar, a su gente y a sus tradiciones y, aunque no ha sido nada sencillo, creo que finalmente estoy encontrando mi lugar en la ciudad.

Me ha costado horrores conseguir un trabajo con el que pueda cubrir mis gastos propios y el dinero que he traído conmigo ya se está agotando; inhalo una bocanada de aire fresco antes de dirigirme al siguiente local que he marcado en el periódico, rogando una plegaria al cielo por conseguirlo ésta vez.

—¿Artemisa Graham?

Asiento en dirección a la mujer que me mira con una expresión dulce, casi maternal.

Ciao, buongiorno, tesoro [Hola, buen día, cariño] —saluda, todavía manteniendo la sonrisa cortés en sus labios—. Mi dispiace farti aspettare così tanto. Ora, vediamo se sei in forma per il lavoro [Lamento hacerte esperar tanto. Ahora, veamos si eres apta para el puesto].

La entrevista concluye en buenos términos y, para cuando abandono la oficina de la dueña, el corazón me late a mil por hora, porque finalmente he conseguido un buen empleo.

Si alguien me hubiese dicho hace tiempo que ahora estaría lejos de la protección y cuidado de mis padres, no lo hubiese creído, porque durante muchos años me negué a mí misma la posibilidad de hacer algo por mi propia cuenta; sin embargo, ahora sé que puedo valerme por mí misma, que soy capaz de hacer lo que no había imaginado y que, sin pretenderlo, podría llegar a tener el mundo si es que me lo propongo.

—Hola, Artemisa —saluda Dante, a penas cruzo la calle al campus—. ¿Qué tal va la búsqueda de empleo?

—Hola... mmmm, bastante bien, de hecho, ya he encontrado uno.

Él me sonríe, como si realmente se alegrara por mí. —Genial. Nos vemos después —dice, corriendo en dirección a las oficinas centrales de intercambios.

Aunque la búsqueda de empleo duró bastante tiempo, ahora ya tengo la seguridad de un sueldo que va a ayudarme en muchos aspectos. Cuando llego a la habitación, encuentro a Antonella y a Syth rebuscando entre sus cajones, ambas con expresiones de desasosiego inundando sus facciones.

—¿Pasa algo? —pregunto, dejando mi mochila sobre el escritorio.

—Se nos ha perdido la carpeta del proyecto —exhala Syth.

Dejando escapar un suspiro, voy directamente a la litera de Antonella y saco de entre los cajones inferiores, la carpeta celeste. —La encontré ayer en la jardinera del balcón, supuse que la habían olvidado allí, así que la guardé.

Ambas me miran con una sonrisa radiante y se lanzan a mí, abrazándome. Desde el primer día que llegué al campus y a los dormitorios, las dos fueron muy amables conmigo, me brindaron su amistad y me presentaron a sus amigos, debo decir que todas las personas que he conocido desde que llegué a Florencia, han sido de lo más amables y buenas conmigo.

En cuanto ellas se marchan, tomo unas cosas del closet y me dirijo al cuarto de baño; la ducha es de lo más relajante y, en cuanto salgo de ella y envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo, mi teléfono vibra en el estante superior del lavabo.

—Hola, mamá —saludo, poniéndome la ropa interior.

—Hola, cariño, espero no estar molestando, solo quería saber qué tal va tu semana.

—Eh, bien. De hecho, ya tengo empleo y justo ahora estoy terminando de bañarme para irme a clases.

—Entiendo. En ése caso, no te molesto más. Que tengas un buen día, cariño.

Me despido de mi madre y termino de vestirme, después, me aplico un poco de pintalabios y recojo mi cabello en una coleta, dejando unos mechones sueltos para, posteriormente, tomar mi mochila y salir corriendo del dormitorio.

ARTEMISA©  | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora