Los constantes repiqueteos en el azulejo bastarían para poner la tranquilidad de cualquiera por las nubes, y eso es lo que está pasando.
Artemisa no ha dejado de morderse las uñas, de mover los pies y hacer un sonido fuera de lo común en el azulejo cristalino, llevando mi propio nerviosismo a niveles estratosféricos.
—¿Estás bien? —pregunto.
Ella deja escapar un suspiro mientras niega con la cabeza.
—Quiero irme, Braxton —dice. Puedo escuchar el temor en su voz.
—Missy, todo saldrá bien —expreso, colocando mi mano en su rodilla.
Exhalando, ella deja de mover los pies y cierra los ojos; mi mano, por iniciativa propia, sube por su rodilla hasta colocarse en su muslo, perdiéndose bajo la tela de su vestido.
¿Qué carajos estoy haciendo? No puedo detener mis pensamientos y las horribles ganas que tengo de doblarla sobre el sofá y embestir en ella. Estoy en un maldito hospital, por el amor a Dios; no debo estar teniendo esta clase de pensamientos y, sobre todo, no debería tener esta maldita erección.
—Artemisa Graham —llama la enfermera, logrando sacarme de mis pensamientos eróticos.
—Aquí —digo, ayudando a Missy a avanzar hacia el consultorio.
Las paredes son inmaculadamente blancas, el olor a medicamentos es el predominante, aunque también está la fragancia a lirios.
Contrario a lo que hubiese esperado, el doctor Donovan es un tipo bastante aceptable, y algo joven para alguien con sus referencias médicas.
—Buenos días, señor Airlie —saluda, tendiéndome la mano para estrechar la mía.
—Buen día.
—Lamento tanto la demora, no tenía intención de hacerlos esperar, pero tuve un pequeño problema con mi auto.
—No se preocupe.
—Bien, entonces, supongo que esta hermosa señorita debe ser Artemisa Graham.
Una horrible sensación se apodera de todo mi cuerpo, siento como si estuviese a punto de cometer un crimen.
—Ho... hola —musita, Artemisa.
Los ojos del doctor se clavan en ella. —Dime, Artemisa, ¿desde hace cuánto no puedes disfrutar de tu sentido visual? —pregunta, una vez que nos sentamos.
—Desde que era una niña.
—¿Has visitado a algún otro especialista?
—Sí, y no solo a uno, si no a muchos.
—¿Ninguno de ellos te ha dado buenas noticias? —cuestiona, con un seño adornando su frente.
Missy niega con la cabeza, apretujándose las manos.
—Sinceramente, creo que ellos no estaban haciendo su trabajo, pero, te aseguro, Artemisa, que yo haré todo lo posible por tenerte las mejores noticias.
Trato de mantenerme sereno, pero mi serenidad y mis inmensas ganas por estar en calma se van al caño cuando los ojos del doctor Donovan aterrizan sobre mí, mirándome con un puto aire de superioridad que puedo asegurar, no posee.
—Señor Airlie, voy a pedirle que abandone la habitación, necesito charlar a solas con la señorita Graham.
Mis ojos se abren con la sorpresa e incredulidad parpadeando en ellos; definitivamente, este hombre ha perdido la apreciación por su vida.
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ARTEMISA© | TERMINADA
RomanceArtemisa tiene diecisiete años. Vive en Carolina del Norte. Tiene un perro labrador y un gato blanco, o al menos ella supone que ese es su color. Su padre es contratista, su madre es diseñadora y programadora web y su hermana, bailarina profesional...