Capítulo 9 - Deseos reprimidos

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* * *


Un rechinido tan leve como el soplido del viento se escuchó. Un hombre de gran tamaño entró sigilosamente como un ratón, aunque por su apariencia podría describirse mejor como un lobo.

Con pasos ligeros, se acercó a la mujer dormida pacíficamente. Su rostro tranquilo no reflejaba tristezas, ni sufrimientos, sólo una gran paz. Sus largas pestañas creaban una sombra sobre sus suaves mejillas.

El intruso la contempló en la tranquilidad del silencio llenándose de un deseo desenfrenado por acariciar su rostro, quería sentir nuevamente la sensación que creaba el tener contacto con ella. Fue tan grande su necesidad como para resistirse.

Quitó apresuradamente el guante de su mano izquierda, sus grandes dedos temblaron al tacto de la delicada piel de terciopelo de la bella durmiente. Recordando la última vez que experimentó esta sensación entre sus manos. Había pasado un tiempo, sin embargo, recordaba vívidamente su pálida piel y suave cabello entre sus dedos. La felicidad y agonía experimentada en ese momento, ahora se llenaba de un anhelo incontenible.

—mmm... —Loretta se quejó entre sueños, perturbada, tal vez fue el contacto que recibió, o una pesadilla atormentando.

Ese ligero ruido alarmó lo suficiente al hombre para alejarlo y sin dudar, apagó la vela junto a la cama, dejando solo a la luz de la luna, que atravesaba por la diminuta ventana, iluminar el pequeño espacio.

—¿Joyce? —dijo afligida entre sueños con la voz llena de pesar. El hombre tragó saliva con solo escuchar el dolor expresado en sus palabras. Sin poderlo soportar se acercó a ella, deseando abrazarla, consolarla y más que nada, decirle que todo estaría bien, que este periodo oscuro pronto terminará, que al final ella...

—Es difícil —Loretta murmuró mientras se incorporaba y tocaba la mejilla del hombre, sus ojos permanecieron cerrados, el sonambulismo a veces aparecía.

El hombre, que se estremeció de emoción ante la cálida caricia provocada ante la fricción de su piel cuando sus delicadas manos se encontraron con su rostro, deseó detener el tiempo y permanecer así la eternidad.

—Lo sé... sólo espera un poco más, todo estará bien —respondió en un susurro, en su afán por consolarla y hacerle sentir que siempre estaría a su lado.

—¿Por... qué? —preguntó ella con la voz quebrada. Lo que hizo que el corazón del afligido hombre le doliera, no sabía cómo responder, no se atrevía a responder.

—Lo siento —musitó colocando su frente contra la de ella. Incapaz de profesar alguna otra palabra o excusa que únicamente él pudiera entender.

La cercanía le impedía siquiera pensar. Simplemente deseaba estrecharla contra sus brazos, demostrarle el amor que sentía y que hasta ahora no había sabido cómo hacérselo saber.

Las rústicas manos del hombre actuaron por su propia cuenta, rodeando el rostro lloroso, rompiendo nuevamente el corazón de quien la visita en secreto—No llores, mi hermosa Lorie —expresó.

Entonces, al finalizar sus palabras, los ojos del extraño se abrieron y su cuerpo se contrajo en la oscuridad de la noche, impidiéndole siquiera moverse.

El suave contacto recibido en sus labios bastó para hacerlo perderse en un ardiente egoísmo y en la silenciosa habitación, el imponente hombre paralizó por el suave beso de la mujer, podía escuchar su desenfrenado corazón palpitar tan fuerte como el creado por un enorme tambor.

Su impulso y euforia sobrepasó la razón. En un instante su cuerpo intoxicado de ella, le hizo imposible detenerse. Quería, deseaba e imploraba saborear un poco más.

¿Por qué se divorció Loretta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora