Capítulo 6 - Malentendidos

28 4 2
                                    




* * *



Harold Duran contemplaba el esplendoroso y magnífico collar llamado "los 30 amaneceres", sosteniendo en su mano derecha el estuche con el collar de la Marquesa Hubbart. El artículo acababa de llegar de la joyería después de ordenar una revisión minuciosa para asegurarse que no estuviera dañado.

El collar era pequeño en comparación al perteneciente a la difunta Emperatriz, sin embargo, a simple vista se podían ver similitudes. Ambos tenían las joyas distribuidas de la misma manera, estaban hechos ambos con 30 rubíes y la piedra preciosa de mayor tamaño asemejaba un corazón.

Harold, quien no era un experto en el área, veía con detalle ambos objetos, preguntándose la razón detrás del parecido.

Lucía como una réplica en menor escala, aunque carecía de muchas cualidades para poder ser llamada así. Era fácil de apreciar lo hermoso del objeto, sin embargo, era un trabajo con notables defectos, las joyas no eran de un tamaño uniforme lo creando un ligero desbalance en la apreciación. Aquellos nobles perfeccionistas jamás dejarían pasar ese detalle. Tal vez por este motivo la Marquesa Hubbart, trajo aquí su pertenencia, dejándola en el olvido.

El collar había permanecido ahí, sin ser movido, hasta que su querida hija le puso las manos encima, sacando a la luz uno de sus oscuros secretos ¿Qué pasaría si los orgullosos aristócratas se dieran cuenta de cómo su familia ha hecho uso de las pertenencias? Si eso sucedía no solo estarían arruinados sino sería el fin de la familia Duran.

Con un mar de problemas sobre su espalda salió de la habitación donde se resguarda el tesoro Imperial y continuó por ese largo pasillo subterráneo. Ahora tenía en sus manos el objeto robado por Ariel, lo mejor era devolverlo a donde pertenecía, y sin perder más tiempo, se encaminó a la bodega de donde nunca se debió mover. Desafortunadamente, esa acción nunca se pudo realizar. Estando a unas puertas de distancia su fiel trabajador venía hacia él junto a un hombre de aproximadamente sesenta años quienes caminaban en su búsqueda. Harold, se quedó helado al reconocer inmediatamente al hombre.

—¿Qué... qué es todo esto? —titubeó entrando en pánico —¿Por qué está el Vizconde Clemente en este lugar? —preguntó nerviosamente el Marqués Duran a su empleado temiendo por la respuesta.

El gerente, que lucía una expresión preocupada respondió con una voz muy baja —El Vizconde Edgar Clemente, viene a tomar posesión de las pertenencias de la Marquesa Hubbart.

Aterrado, Harold apretó con fuerza el estuche del collar. Sus sentidos de alarma sonaron en su interior, aquello que más temía está sucediendo. El banquero mirando a unos metros de distancia, la puerta a la que se dirigía, actuó defensivamente, necesitaba ganar tiempo y llevar la joya a ese lugar.

—¡¿Qué tontería estás diciendo?! Nadie puede tocar las propiedades de mi cliente, solo la dueña puede acceder a ellas —recalcó el Marqués Duran esperando que el hombre dudara un poco y así poder mandarlo de regreso a la oficina y colocar el objeto en su posesión.

Sin embargo, el Vizconde, luciendo la misma cara seria con la que se le describe, extendió la mano hacia el propietario del banco, ignorando los complicados pensamientos del Marqués— A partir de hoy, soy el administrador de la Princesa Loretta Brienne Von McNamee, Marquesa de Hubbart —le informó sin dar espacio a dudas—. Este es el documento donde se me autoriza el control total en el manejo de sus posesiones, también se anexó la lista de las pertenencias me indicó se encuentran aquí. Así que siendo comunicado, le pido me entregue todos y cada uno de los objetos escritos en el papel y los prepare para ser movidos.

El banquero observó el papel con terror, sus mano temblorosa se aferró al estuche— Es-esto es absurdo. Necesito ser informado con anticipación —replicó agresivamente —. Hay un procedimiento, comparar su lista con mis archivos, los gastos...

¿Por qué se divorció Loretta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora