Capítulo 62 - La caída de la casa Eppsian (1)

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Alicia presionó la manta rodeándola, estaba por sacar lo que su corazón ha ahogado por mucho tiempo, cuando lo perdió todo, el día en que comenzó la caída de la casa Eppsian. Lo recordaba como si fuera ayer, ¿cómo no hacerlo? Se trataba de los últimos meses de felicidad que experimentó, luego de eso, ya no pudo experimentar la explosión de una sonrisa genuina, porque el descubrir cómo amar ciegamente a un hombre, le destruyó la vida, la de su hijo y ahora está por hacer lo mismo con sus nietos.
«Te maldigo» expresó para sí misma, maldiciendo a quien le dio todo, y de quien recibió traición «Maldigo el día que te conocí.»
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Alicia contempló la calle desde la ventana, se había enamorado de Riveron, un país pequeño, pero con la gente más cálida que haya conocido, era completamente diferente de la capital, donde todos parecen estar listos para desatar una guerra, una inevitable y a la cual está invitada, así que con pesar, sólo pudo ver a la gente pasear.
En dos días viajará al Reino de Cantillana donde permanecerá dos semanas más y de ahí  partirá de regreso al Imperio donde la esperaba una montaña de trabajo, la planeación de su boda con Dimitri al igual que su coronación. Claro, todo eso antes de quedar atrapada entre las artimañas, las intrigas y las conspiraciones de los distinguidos miembros de la Cámara de Lores, y eso sin contar su lucha contra el tiempo por quedar embarazada en sus tres primeros años de Emperatriz.
Alicia soltó un largo suspiro, era demasiado lo que le esperaba, sin embarazo, era lo que se debía hacer, era su destino y su obligación.
La joven sabía que Dimitri era un gran hombre, sería un excelente esposo, que la quería tanto como ella a él, pero más que ser amantes, se veían como amigos, y ambos tenían la esperanza de que con el tiempo su relación podría cambiar y puedan verse como enamorados, aunque también existía la posibilidad de que no sucediera y terminarán com eternos amigos.
Lo habían hablado y a pesar de que él juró que sólo sería ella en su vida, Alicia no se interpondría si algún día alguien llenara su corazón. Al final para eso existían las  concubinas, para darle lo que la Emperatriz no pudo.
—¿Está triste por dejar la ciudad, Alteza? —preguntó la Vizcondesa Walters.
—Un poco. Es un lugar encantador que es difícil querer partir —respondió Alicia con una sonrisa a medias.
Su dama de compañía sonrió, era verdad, el pequeño país era perfecto para vivir en paz, alejado de todo lo que se vive en la capital del Imperio, no era de extrañar que el difunto Duque Eppsian hubiera deseado traer a su hija alguna vez.
—Escuché que hay un mercado nocturno los fines de semana —comentó  la pelirroja.
La Vizcondesa asintió, ella también había escuchado, el dueño de la posada le había recomendado visitarlo— ¿Le gustaría conocerlo?
Los hermosos ojos verde claro de la Princesa Heredera brillaron como un par de peridotos cargados de emociones y alegría— ¿Puedo?
—Por supuesto —respondió la mujer con una sonrisa—. Sólo hace falta avisar al Comandante Orinelli, estoy segura de que...
—Entonces olvidemoslo —interrumpió Alicia—. Si Leonard llega a aceptar que salga una vez que se oculte el sol, iré rodeada de toda la guardia—A la joven no le agradaba la mirada que le regalaban algunas personas, aquella llena de celos—, no quiero sentirme incómoda.
—Lamento escuchar eso, Alteza, pero no queda de otra.
Alicia arqueó sus cejas frustrada— Quisiera experimentar al menos una vez en mi vida, lo que se siente ser una persona común.
Con ojos que describen una gran preocupación, la Vizcondesa observó el semblante triste de la joven— Pero usted no es una persona común, será la próxima Emperatriz del Imperio de Ohara. La mujer más importante del continente de Alithea.
Las lágrimas de Alicia se hicieron presentes— Lo sé, y es tan pesado para mi. Sólo por una vez me gustaría ser libre, ser Alicia, no la hija de un Duque, ni la Princesa Heredera de ningún Imperio.
El llanto de Alicia conmovió a la Vizcondesa, la joven había quedado huérfana joven, y tenía la pesada tarea de convertirse en regidora de un gran país.
A la llegada de la pelirroja al Palacio y tuvo que enfrentarse a un gran cambio, aceptar la muerte  de su padre, adaptarse  a su nueva vida, iniciar con las interminables clases de sucesión y además algunas de las tareas en la administración del ducado. Si no fuera por Dimitri, ella se hubiera hundido en una gran depresión y ansiedad, no fue de extrañar que le asignaron al Vizconde Clemente como ayudante para estabilizar el ducado.
—Por favor, Luisa, sólo una hora —rogó la señorita, al ver su única oportunidad tendiendo de un hilo—. Será un paseo rápido, estaremos de regreso antes de que Leonard lo noté.
La Vizcondesa no estaba muy convencida, era poco probable de que el Comandante Orinelli no se percate de la salida, no por nada era considerado el hombre más fuerte en el continente de Alithea y con ese carácter que carga, no se tomará muy bien el hecho de que intentaron salir sin protección.
Las súplicas de la pelirroja continuaron hasta que logró convencer a su dama de compañía. La mujer tenía la difícil tarea de mentirle al hombre encargado de la seguridad y además sacarla sin ser vista.
Y por increíble que pareciera lograron salir. Leonard salió temprano a responder un mensaje del Imperio y dejó a cargo a otro caballero. El hombre parecía más preocupado por alardear de su posición temporal, que por hacer su trabajo.
Fuera, entre la multitud de la calle, Alicia paseaba vistiendo como una pueblerina, llamando la atención de todos.
Una mujer de tan bella apariencia, caminando con elegancia y hablando con encanto, era un imán para hombres y mujeres. Las miradas curiosas la seguían hasta que desaparecía de su vista, pero entre toda la gente, un hombre la observaba con suma atención.
Una sonrisa se coló al verla sin la compañía de ninguno de sus guardaespaldas, en especial, sin la presencia de Leonard Orinelli.
«Esto será más fácil de lo que pensé» habló para sus adentro.
El hombre hizo una seña a sus acompañantes quien estaba atento a sus ordenes— Prepárense, actuaremos hoy, ya que la dama ha venido a nosotros sin su perro guardián.
Sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor, Alicia disfrutó de comida, dulces y la interacción de la gente, sin ser vista con preocupación o envidia, algo que jamás ha experimentado.
Y antes de darse cuenta, el tiempo pasó volando— Alteza, creo que es hora de volver —sugirió por octava vez la Vizcondesa—. Ya es muy tarde y nadie ha venido a buscarnos.
Lusia estaba preocupada, algo no estaba bien. Tres horas y no se habían dado cuenta de su ausencia ¿Era eso posible?
—Muy bien volvamos.
El par de damas observó a su alrededor, habían caminado en una dirección por lo que solo tenían que girar y regresar por donde vinieron, pero las cosas no fueron tan fáciles como parecía, la calle era curva, si no seguían el sendero original era fácil perderse.
Avanzaban de regreso cuando se toparon con una enorme carreta obstaculizando la calle, algunos comerciantes discutían con el dueño para que la moviera y los transeúntes que deseaban continuar el recorrido se dispersaron por las calles aledañas.
—¿Deberíamos atravesar? —preguntó Alicia un tanto preocupada. Si estallaba una pelea en el momentos que pasen, seguramente saldrán lastimadas— ¿o será mejor rodear?
La doncella no supo qué contestar, no estaban familiarizadas con las calles y la única ruta conocida para llevarlas a la estancia, se encontraba totalmente bloqueada.
—¿Están bien? —preguntó un hombre a su espalda— Se ven un poco preocupadas ¿Necesitan ayuda?
Las mujeres posaron sus ojos en el desconocido, quien les sonreía amablemente, luego se vieron entre sí con cautela.
—Si están perdidas puedo ayudarlas —Ofreció el hombre con mayor consideración.
—Se lo agradecemos, pero estamos bien —respondió con cortesía la pelirroja.
—Como gusten las damas —dijo haciendo una reverencia—, aquí estaré por si me necesitan.
Alicia estaba a punto de agradecer cuando la alarma se encendió en su cabeza. Los gritos provenientes de las personas involucradas en la discusión se volvieron más fuertes.
—¡Oblígame, imbécil! —exclamó alguien sacando su espada— ¡Quiero ver como lo intentas!
Los espectadores entraron en pánico y comenzaron a correr en todas direcciones. Alicia fue sujetada repentinamente y separada de su dama de compañía— ¡Luisa! —gritó al alejarse.
Mientras la Vizcondesa fue arrastrada por un par de hombres y dejada inconsciente en una orilla de la calle.
El hombre, que preguntó casualmente si podía ayudarlas, tomó a Alicia del brazo y la guió a una calle desolada.
—¡Suéltame! —ordenó la joven con gran autoridad.
—¿O si no qué? —cuestionó su secuestrador, mostrando un cuchillo amenazadoramente— ¿Me obligarás a hacerlo?
La Princesa Heredera se quedó muda de miedo, nunca se le ocurrió que en el lugar más tranquilo jamás visto, algo así pudiera pasar y ahora lamentaba profundamente haber salido de la posada.
—¿Qué harás con ese cuchillo? —indagó asustada, pensando en un sin fin de acciones—. No necesitas hacerme daño. Puedo pagarte una gran suma de dinero, si me dejas ir.
El hombre rió divertido ante la propuesta de la jovencita. La ingenua dama no sabía lo que le esperaba— Ya he recibido una cantidad muy generosa.
—Puedo darte el doble, no, el triple. Di la cantidad y la multiplicaré.
El hombre movió el cuchillo de un lado a otro en negación— ¿Y ser yo quien termine muerto? No lo creo —respondió— Si tanto querías vivir, nunca debiste separarte de tus guardias, pequeña Duquesa.
La joven se estremeció al escuchar el final de su manifiesto, si bien, no era la Duquesa Eppsian porque había renunciado a esa posición para convertirse en la futura Emperatriz, nadie sabía su identidad, y ese sujeto parecía saberlo muy bien.
—¡Ayuda! —gritó la pelirroja aterrada intentando huir.
—¡Cállate! —escupió enfurecido al tiempo que sujetaba con fuerza su cabellera usando su mano libre.
La aterrada señorita gritó de miedo y dolor. irritando al bandido, quien sin dudarlo, impactó con dureza el mango de la daga en su mejilla.
La fuerza utilizada fue tanta que la jovencita sintió un dolor insoportable recorrerla, al grado de asegurar que su quijada fue dislocada.
Aturdida por el dolor y con su alrededor moviéndose vertiginosamente, sintió otro dolor sacudirla, esta vez en la nuca.
Alicia cayó al suelo golpeando su cabeza. Su visión iba y venía. El hombre que la agredía, la veía con expresión de desagrado, como si se tratara de una peste, algo de lo que debe deshacerse inmediatamente— Pagaría todo lo que tengo por ver la cara del Emperador cuando vea tu cuerpo llegar en pedazos —Fue lo último que escuchó antes de ver la daga brillar a una corta distancia de ella.
Una hora después, la pelirroja recuperó la conciencia. Un dolor insoportable la trajo a la realidad.
—¿Dónde estoy? —preguntó en un susurro.
—En una posada de mala muerte —respondió alguien a la distancia.
La vela casi consumida reveló a un hombre cubriendo su rostro observándola al otro lado de la habitación. El desconocido no portaba camisa o prenda alguna en la parte superior de su cuerpo, sin embargo, llevaba un vendaje improvisado rodeando su cintura.
Sin pedir permiso, el hombre entró en su espacio personal, dejándola paralizada— Debió doler mucho —dijo acercando su mano a ella.
—N-no me toques —advirtió con terror. La dama retrocediendo lo más que pudo, evitando el contacto.
El enmascarado asintió con torpeza al notar el miedo en sus acciones— Lo siento. No quise asustarte. Simplemente me preocupé al ver tu mejilla hinchada.
Contrariamente a su repentino actuar, su voz era suave y cortés, aunque eso no fue suficiente para Alicia, quien no dudó en presionar su cuerpo contra la pared. Estaba aterrada, temía por su vida, en especial en lo relacionado con la forma en la que la asesinaría— Primero me golpeas y ahora te preocupas —declaró en un tono tan bajo apenas apreciable, hablando para ella misma.
El hombre escuchó perfectamente el comentario de la joven, no obstante, no respondió inmediatamente, la observó acorralada, por un par de segundos antes de cerrar los ojos dando la impresión de que estuviera apunto de quedarse dormido, producto de la pérdida de sangre, y los abrió nuevamente con dificultad— ¿La dama cree que yo fui quién la golpeó? —preguntó con voz débil— Arriesgue mi vida para rescatarte y ¿así es como me agradece? Un poco ingrato ¿no te parece?
Alicia observó al hombre en silencio palpando la hinchazón de su piel. No lo conocía, pero lo mejor era no hacerlo enfurecer, ya había probado el sabor de su furia y entre más prolongue su charla, mayor se volverán sus posibilidades de que Leonard llegue a rescatarla.
—¿Cómo te llamas? —habló el hombre con su voz grave— Escuché que eres la hija de noble del Imperio de Ohara ¿es cierto? —continuó su especie de interrogatorio— Tu padre debe ser alguien importante si hicieron todo un show para llegar a tí, ¿o fue por una deuda? —El hombre parecía muy parlanchín, y conforme su plática continuaba, ella se dió cuenta de que no era aquel sujeto del callejón. Por un instante, ambos se miraron con detención. El hombre esperaba una respuesta y Alicia no entendía la razón que tuvo para rescatarla— Espero que sea la primera —prosiguió al notar la precaria actitud de la joven— Planeo regresarte a salvo y pedir una recompensa ¿Crees que consiga algo?
«Es por dinero, claro, ¿Por qué más podría ser?» pensó Alicia.
—¿Cuánto quieres? —indagó con mayor confianza, incorporarse únicamente para sentarse sobre sus piernas, liberando una sonrisa casi triunfal— Puedo darte la cantidad que quieras.
Unos ojos llenos de ilusión observaban al hombre pensativo, en un prolongado silencio. Él no expresó palabra alguna y ella se fue invadiendo nuevame por los nervios, estaba tan cerca de salvarse como de morir.
—Sí que soy un idiota —Finalmente el hombre respondió con una voz divertida, aunque cargada de una pesadez al hablar, e ignorando el dolor punzante de la herida en el costado de su abdomen, se inclinó hacia ella—, y tú, mi hermosa señorita, no deberías confiarte de nadie, el lobo a veces viste de cordero —soltó un quejido, pero no se incorporó —, tan inocente que no sabes como te atacará, pero al diablo, nunca se sabe si no habrá un mañana.
El rostro escondido tras una tela negra reveló una identidad. Un hombre tan apuesto, que podría dejar sin aliento a cualquier dama, apareció ante ella. Alicia se quedó prácticamente boquiabierta, y sin verlo venir, fue atrapada en unos fuertes brazos antes que el atrevido le robara un beso.
La dama ni siquiera tuvo la oportunidad de alejarse, su mente quedó en blanco al ver ese hipnotizante rostro, su corazón latía como nunca lo había hecho en su vida y se sentía tan bien, que incluso olvidó el dolor experimentado por los golpes.
El cuerpo que la aprisionaba, se estrechaba más a ella, parecía como si él también se deleitaba con la unión de los labios.
La adrenalina expulsada de su cuerpo, una encantadora dama y la sensación de que quizás este sería su último día, embriagó al hombre.
Con el aliento entrecortado ambos se alejaron el uno del otro, la señorita parpadeó aturdida por la repentina reacción que mostró y el hombre sonreía complacido por haber sido correspondido— Tomaré esto como pago —declaró sonriendo seductoramente.
Alicia cubrió su rostro sonrojado, se sentirá tan avergonzada, no obstante, el hombre apartó sus manos para ver esas expresivas pupilas—. Escúchame bien, bonita —dijo con la voz débil—, no es seguro salir ahora. Estaremos aquí solos tú y yo por un buen rato. Esperaremos a que amanezca. Si alguien toca la puerta, no hagas ningún ruido, incluso si es alguien que dice buscarte. Allá afuera, hay varios enfrentamientos, parece una guerra, y no planeó morir asesinado.
Gritos de terror y dolor se escucharon en ese instante y durante las siguientes horas. Alicia temblaba de miedo, pero no por estar con el desconocido, sino por lo que estuviera pasando en las calles, por Luisa, por Leonard, incluso por los ciudadanos inocentes.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el atractivo hombre acostándose junto a ella tratando de tranquilizarla— Mi nombre es Vladir Casares, bueno, ahora soy sólo Vladir.
—Me llamo Alicia.
—Es bonito —manifestó tomando la suave mano de la señorita y llevándola a sus labios para besarla—, tan bonito como tú.
—¿Eres de Riveron? —indagó apresuradamente, tratando de que no notara su nerviosismo ante su galantería.
Vladir negó sin soltar su mano— Nací en la capital de Zolhia y ahí permanecí hasta que cumplí diecisiete años.
El hombre comenzó a contarle parte de su vida a la joven, quien entre más escuchaba, más quería saber de él.
Vladir poseía una gran labia, que no dudó en demostrar cada que sentía el cuerpo de Alicia estremecerse al escuchar los gritos. La animó haciéndola reír, únicamente para tranquilizar su mente, lamentablemente, la plácida conversación pronto tuvo un final, para cuando el sol salió la joven se encontraba vencida por un sueño profundo.
La pelirroja despertó más tarde debido a un fuerte dolor de cabeza, sus músculos  pesaban mucho y al abrir los ojos se topó con el torso del hombre sobre sus piernas.
—Vladir —Lo llamó con preocupación. Ver la palidez de su piel y las sábanas ensangrentadas la puso nerviosa—. Vladir... por favor, despierta —suplicó Alicia, pero él no se movió.
—¡Revisen esa pocilga! —Se escuchó gritar a alguien afuera— Si es necesario tirarla, háganlo. No quiero un rincón sin ser revisado.
La voz imponente de Leonard no le regresó la calma, Alicia no podía pensar en otra cosa más que en despertar a su salvador— Vladir, por favor, despierta —rogó entre lágrimas—. Abre los ojos.
Abrazando al hombre, se negó a la idea de que no despertará. Jamás había experimentado tal desespero, tampoco sabía cómo explicar lo que pasaba en su mente, la ansiedad agobiante de verlo inconsciente bloqueaba su entendimiento.
—Vladir... despierta —sollozó con tristeza. Sus ojos verde claro se nublaron por las lágrimas derramadas.
—No llores... por un... don nadie —Se escuchó decir débilmente.
En la claridad de la luz, un par de ojos avellana observaban a la mujer que estaba destinada a desposar a un importante Emperador, y que ahora estaba perdidamente enamorada de quien hizo sentir especial a Alicia y no a la descendiente de un importante Duque.
La señorita negó con la cabeza, Vladir era todo menos un don nadie— No lo eres, nunca lo serás.
La débil mano del moribundo hombre se levantó temblorosa, intentó llegar a su mejilla hinchada, pero su cuerpo comenzaba a perder la fuerza restante— Tal vez... sea egoísta... pedirlo —dijo con el aliento entrecortado—, pero... no me olvides...Alicia. No quiero... que me olvides.
Las lágrimas se volvieron más espesas que en un principio y antes de que ella pudiera soltar algún ruido, Leonard se encontraba en su presencia.
Un hombre alto, de gran complexión y mirada dura, apareció. Su semblante aterrador se relajó un poco al ver a la pelirroja, no obstante, sus fríos ojos grises observaron con suma atención al hombre en los brazos de la dama.
—No se mueva, Alteza —comandó con su clásico tono autoritario—. No le daré tiempo a ese bastardo de intentar algo.
Una larga cuchilla se levantó con determinación, los ojos de quien es conocido por su brutal manejo con la espada, no soltaron a Vladir.
—¡Detente, Leonard! Estás cometiendo un error —Se apresuró a decir—.  Él no es un criminal. Vladir me salvó.
El Comandante Orinelli frunció el ceño con incredulidad. Era imposible creerle. Había peleado toda la noche con asesinos y mató a quienes encubrieron la salida de la Princesa Heredera, así que no podía confiar en ese desconocido.
—¿Estás diciendo que este hombre te rescató y te escondió aquí, sin ser vistos por nadie? —«¡Tonterías!»
Leonard no se tragaba eso.
—Así es. Él me trajo aquí, aún estando herido.
—¿Herido? —repitió. La historia parecía cada vez más falsa— Menuda fuerza debió tener.
—¡Leonard! —gritó Alicia furiosa ante la desconfianza del caballero— Puede que no lo creas, pero te aseguro que si no fuera por Vladir, ahora mismo estaría muerta en un callejón.
Fue una declaración segura para alguien que no vio ni escuchó nada luego de quedar inconsciente.
El caballero de melena chocolate, observó momentáneamente a la joven de rostro preocupado, una mano sujetaba la del tipo y la otra acariciaba su melena. La atención del Comandante descendió hasta el hombre que parecía que pronto moriría, aquel al que llamaba Vladir.
Independientemente de que las palabras de Alicia fueran verdad o no. Leonard tenía desconfianza, así era él. Alguien que sólo puede confiar en lo que sus ojos ven, y lo que veía en ese momento, era a una mujer enamorada, que lucía desesperada por salvar a alguien que acaba de conocer.
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Leonard nunca se tragó la historia del misterioso caballero que apareció de la nada justo en el momento preciso para rescatar a la damisela en apuros.
Al contrario envió a un caballero al país natal de Vladir para investigar cualquier cosa relacionada con él.
Su récord no mostró nada relevante, Vladir era el hijo medio de un Vizconde endeudado, el cual huyó de casa luego que los embargadores se apropiaran de la casa e intentaran arrspar a la familia para obligarlos a pagar el resto, en sí era un noble arruinado, quien se convertió en un caballero errante y trabajo para varios comerciantes, pero incluso con su expediente sólo describe su pobreza y sus buen manejo con la espada, para el entonces Comandante de la Guardia Imperial era sospechoso, sin embargo, se mantuvo firme a su promesa de no decir nada al Emperador de cómo se conoció con Alicia, ni los detalles de esa noche, no obstante, Leonard le dió una última advertencia antes de su boda.
—Deseo de corazón que seas feliz, Alicia. Lo merece, pero no puedo evitar decirte que tienes que mantener tu guardia en alto. Te convertirás en una Duquesa muy influyente y también en una muy joven. Muchos desearán ese poder y harán lo que sea para tenerlo. No debes confiar enteramente en nadie, y ten cuidado, el amor debe existir, pero no debe darse ciegamente, a menos que quieras salir lastimada.
Alicia no tomó sus palabras con seriedad. Leonard era frío, calculador y desconfiado por naturaleza, producto de la mala relación con su propia familia.
«Si te hubiera escuchado» pensó en la advertencia convertida en realidad, aunque por mucho que odiara a Vladir por arruinarlos, seguía siendo el hombre que le dio el regalo de ser madre.
—Alicia —Edryan pronunció su nombre atrayéndola a sus sentidos.
Catherine observaba atentamente el rostro de Alicia, sintiendo su corazón ser sacudido por aquella tristeza y las lágrimas expuestas.
La Princesa amaba a Alicia, no sólo por la relación mantenida con sus padres, sino porque ella cuido de las princesas el primer año de guerra contra el gremio— Si es muy doloroso para ella...
—Díselo, Alicia—interrumpió el hombre— No podemos esperar más tiempo.
—¡Eso intentó, Edryan! —rugió ante la presión del Comandante— ¿Tienes una idea de lo difícil que es para mí confesar algo así? —interpeló frustrada.
—Tal vez no, pero se tiene que hacer.
—¡Lo sé, maldita sea! ¡Lo sé! —bufó arrebatadamente, ahora que le tocaba confesarlo, se daba cuenta de que en nada se comparaba pedirlo a hacerlo. Alicia cubrió su rostro lloroso y soltó un pesado llanto— Pero no puedo, no quiero ganarme su odio, ni tampoco no quiero que odie a mi hijo.
Con más confusión Catherin entró en un estado de desespero— ¿De qué hablas? ¿Por qué habría de odiarte a ti y a Henrick?
Un drama comenzaba y el caballero no tenía tiempo para consolar a las damas— Bien, se lo diré yo —profirió decidido a ponerle fin a la angustia de ambas.
Mientras el rostro ansioso de la Princesa veía a Edryan, Alicia descubrió su rostro con terror.
—No, Edryan, te lo suplico —imploró la pelirroja.
—Basta Alicia, ¿O es que quieres que sea Vrahos quien se lo diga?
La cabeza de la Princesa comenzó a girar, cada vez que alguno hablaba las palabras expresadas se volvían tan confusas, pero ante la mención de los enemigos de la corona, no pudo seguir siendo la espectadora— ¿Por qué Vrahos tendría que informarme algo... de ellos?
Si todo parecía ser confuso, ahora no lo lucía tanto. Catherine se sintió golpeada por un recuerdo.
—Nunca se ha preguntado, Su Alteza, ¿Por qué Su Majestad, hizo que la casa Eppsian se convirtiera en la casa Epps? Ir tan lejos como cambiar la cresta solamente por un sello perdido ¿tiene esto lógica?
No, nada tenía lógica. La ruptura de la amistad con Alicia, despojar a la casa Eppsian del poder y su nombre, el rechazo descomunal del Emperador porque Catherine desposara a su hija, la mentira de la paternidad de Alexander. Sin embargo, ahora parecía tener sentido
—Porque la conspiración tras la muerte de su madre está más torcida de lo que parece—pronunció secamente—. El padre de Henrick estuvo involucrado.
Con los ojos abiertos por la sorpresa, Catherine posó su mirada en Alicia, ambas mujeres se observaron con conmoción.
—¿Es cierto? —preguntó una frágil voz casi al punto de quiebre.
En esa silenciosa habitación, sólo el sollozo de Alicia fue audible.
Catherine comenzó a sentir su respiración acelerarse, el dolor de la traición y la furia de los secretos guardados la azotaban cruelmente, pero aquello que iba a explotar fue frenado al escuchar un escándalo del otro lado de la puerta.
—¡Pagarás por lo que dijiste!
—¿Qué te da las agallas, maldito plebeyo? ¿Piensas que porque fuiste el amante de la Princesa y tu hijo será el próximo Emperador, eres superior a nosotros?
Una pelea, dos hombres y una voz familiar por todos los reunidos, retumbó entre las cuatro paredes de aquel lugar.
No hubo necesidad de indagar mucho, ellos entendieron la conversación perfectamente, así como quien era ese hombre y el contexto de la disputa.
   Alicia observó a Catherine con sorpresa —¿Alexander es hijo de Lucas? —ella se limitó a verla —¿Engañaste a mi hijo con tu guardia personal? —preguntó con mayor énfasis la ex Duquesa.
   —No tengo porque darte explicaciones —escupió la Princesa con enojo.
   Alicia negó con la cabeza sintiendo pena por su hijo— ¿Cómo pudiste...?
   —¿Crees que te queda algo de cara para reclamarme cuando tu esposo estuvo involucrado en la muerte de mi madre? —explotó Catherine, sin embargo, no esperó respuesta, dio media vuelta y salió de la habitación.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2023 ⏰

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