Capítulo 47 - Lo que siempre deseó escuchar

13 1 0
                                    







* * *


La lluvia cedió al llegar las primeras horas del día, Loretta observaba el par de iris azulinas que la miraban a detalle. Pupilas claras comparables al hermoso cielo.

La dama había escuchado durante toda la noche mil disculpas por todas las cosas que el Príncipe le había hecho o dicho. La mayoría de ellas ni siquiera las recordaba, había otras que lo hacían, pero no les prestó importancia, y de entre todas estas, existía una que aún no llegaba, y por alguna extraña razón, más que escuchar su disculpa, deseaba una explicación.

—Desmond —lo llamó con voz seria, alertando inmediatamente al hombre— ¿Cuando...? —Loretta se detuvo, no quería sonar molesta, únicamente requería la verdad, y usando la más suave de sus voces le preguntó— ¿Por qué me regalaste ese collar, cómo el de mamá? ¿De verdad querías hacerme una broma? y... ¿Cómo sabías que Su Majestad enfurecería?

Desmond la observó por un instante y sonrió inocentemente, irritándola de cierto modo— Mi bella Loretta ¿de verdad, aún no lo sabes, por qué mamá usaba ese accesorio en su aniversario de bodas?

Loretta negó con la cabeza, ante las vagas ideas en su mente, porque luego de ese día, nadie se dignó a explicarle nada. Elizabeth le ocultó la verdad a su hija adoptiva y dejó que creciera con la idea de que Desmond la odiaba. Principalmente porque ella era quien más se negaba a la idea de ellos dos juntos.

—La historia de amor entre mis padres... la quería para nosotros —confesó Desmond, sonriendo cautivadoramente al acercarse a ella, a sus labios— Mi confesión secreta —pronunció en un tono apenas audible, y sin el menor aviso la besó sorprendiendo no sólo a Loretta sino a él mismo.

Fue un acto no planeó, el impulso de su subconsciente, una pequeña acción inocente, haciéndolo sonrojar tal y como la mujer con esos ojos grisáceos llenos de desconcierto.

Ambos se incorporaron apresuradamente de la reducida cama en cuanto sus labios se separaron, él se sentó en la orilla de la cama con los pies tocando el piso y Loretta pegó la espalda contra la pared quedando atrapada a las expensas de un nuevo intento.

—Lo siento, fue... inapropiado —pronunció el avergonzado Príncipe, encogiendo sus hombros.

—E-está bien —Se obligó a decir la dama al tocar ligeramente sus labios con su dedo índice y medio.

La imagen de Loretta era tan encantadora que un nuevo deseo por besarla se apoderó de él.

La mujer de imagen impecable se escondió entre ese cabello desaliñado y  rostro sonrojado. Su apariencia lejos de verse descuidada, le sumaba una nueva hermosura, provocando en Desmond un incontrolable palpitar.

El rostro que era contemplado con tanta admiración se giró hacia su izquierda y se inclinó ligeramente hacia abajo, evitando ver al hombre que lucía cómo si fuera a comerla en cualquier momento. Ante ese movimiento, su camisón resbaló ligeramente mostrando su hombro. La suave piel cual pétalos de rosas, marcaba la delicadeza de su ser.

El hambriento Príncipe tragó saliva, nunca sintió un deseo tan fuerte como el que sentía en ese momento. La pasión suprimida de tantos años de añoranza tomaba fuerza, lo seducía a robar nuevamente esa pequeña boca que lo hace tocar el cielo con un simple roce.

—No lo sabía —manifestó la avergonzada Princesa ignorando la repentina aceleración de su corazón— Yo...—detuvo sus palabras. Si continuaba, no estaba segura de que más se desataría— Tengo hambre —expresó, desesperada por parar la sensación extraña que comenzaba a surgir en ella, y alejarlo para que no lo notara.

Una sonrisa se dibujó en el Príncipe al asentir— Enseguida traeré algo.

Desmond acercó su mano provocando que ella se encogiera sorprendida. El tacto de las ásperas manos del hombre, que por un momento aceleraron nuevamente el corazón de la dama, cubrieron la blanca piel expuesta —Me encargaré de eso —aseguró al incorporarse.

¿Por qué se divorció Loretta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora