Llevo cinco horas jugando con Carmen a Clockwork Rock, este jueguito adictivo en el que manejas a un mercader y puedes ir a una fábrica para construir tus propios robots. Me encanta porque me evoca los momentos de cuando era un niño. Hemos cumplido ya unos diez años pasando horas con este videojuego y nunca nos aburre.
Fui yo el que propuso jugar un rato. Después de lo sucedido, esto nos relajaría a los dos, y más ante los sucesos que están por acontecer. Ver a Carmen toda empeñada, moviendo las manos de aquí para allá con el fin de crear el robot perfecto, me llena y me tranquiliza. Gracias al magíster virtual que se ganó hace unas semanas, ella tiene muchas más piezas disponibles para sus robots.
Me paro un momento para configurar la ventáz de tal manera que airee la habitación. Desde que ha habido lluvias ácidas cuando el otoño comenzó, el agua que se encharca en la azotea se filtra hasta nuestro techo, provocando que mi cuarto se abarrote de un olor desagradable a ácido. Las lluvias han sido tan fuertes que ni siquiera el impermeabilizante puede detenerlas.
—¿Envidia de que todos tus robots sean desnarigados? —comenta Carmen a la vez que vuelvo a sentarme para continuar jugando.
—En realidad me da más envidia que los tuyos puedan portar adargas —replico, seleccionando una cabeza basculante para mi robot.
Dejo de jugar un momento y torno mi vista hacia el cielo aborregándose. Luego volteo a ver a Carmen. Ya son las 16:10. Ya hemos jugado bastante.
—Lo siento —rompo el silencio. Carmen también se detiene y me escucha con atención—. Tal vez no debí dejar que hablaras tú primero. Lo siento mucho.
Su mandíbula se ve hinchada y sus pómulos casi explotan de lo rojo que están. Ella finge que no le duele nada, pero de cuando en cuando, mirando por la esquina de mis ojos, puedo ver cómo frunce los labios con fuerza y amargura. Es evidente que se desmedró gracias a la prepotencia de mi padre.
—No importa. —Sacude la cabeza un par de veces—. Además, prefiero que me haya hecho esto a mí a que te lo hubiera hecho a ti. —Sonríe un poco.
—Pero yo no. Y, quieras o no, te afectará cuando vayamos al Tumor.
No entiendo cómo mi padre se puede comportar de tan inicua manera con su familia. No he visto personalmente en qué trabaja, pero según él, es jefe de una empresa de café, aunque con su actitud, cualquier cosa que diga no puede ser del todo fidedigna.
Una prueba de ello es que mi mamá nos contó que una vez vio cómo él regañó fuertemente a unos niñitos que se atravesaron en su camino. Desde ese entonces, siempre le he tenido pavor. Sé que es capaz de hacer cosas muy pérfidas y viles.
No comprendo cómo fue que mi padre tuvo un cambio muy repentino. Cuando yo tenía pocos años, él todavía era muy amigable tanto con Carmen como conmigo. Fue en un tiempo aleatorio cuando yo tenía unos diez años que volvió a casa encalabrinado y empezó a gritarnos a todos. También se quejaba de las «espantosas e insoportables altas temperaturas» y en sí de cosas de las que nunca había clamado. Desde ahí, sigue siendo el mismo. Su personalidad está tan empedernida en su corazón que es probable que nunca se la podamos extraer.
Recuerdo que una noche le pregunté con toda la amabilidad del mundo que a qué se debía su cambio drástico, pero la respuesta no fue para nada satisfactoria: me obligo a pasar toda la noche fuera de la casa, y todo por hacer esa simple cuestión. Muy lamentable.
El videojuego al que estábamos jugando se borra de la pantalla y es remplazado por la misma candidata de Pure de hace un rato. Nos comunica brevemente que el momento y punto para que entremos al Tumor es a la medianoche en la Plaza Mayor. Peor hora no pudieron haber elegido.
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Tumor (Keykeeps #1)
Science FictionAño: 2140 Desde hace décadas, un extraño material ha estado cayendo a la tierra: la gente lo ha adoptado como Tumor. Cada año, los jóvenes pobres de diecisiete años son enviados a esta misteriosa zona para que puedan así explorarla y descubrir...