Charli siluetea una sonrisa de preocupación, y lo mismo hace Rachel. Secretismo no hay en la sala. Tácitamente, los tres estamos conscientes del asunto, sobre todo de lo aparentemente fácil que será ir en su rescate. El pensamiento de que yo sea el descubridor del tercer keykeep intenta entrar en mi cabeza, pero no lo logra; se sale de inmediato. ¿Quién soy yo? ¿Por qué tengo yo el privilegio de, entre tantas personas, haber localizado ya tres buscadas criaturas?
—Hmmm... No vas a ir, ¿o sí? —me pregunta Charli, torciendo ligeramente su cabeza.
Me quedo como estatua ante la pregunta, envuelto en ensoñaciones. ¡Por supuesto que tengo que ir! No hay qué barajar. ¿Por qué no habría de hacerlo? ¿Cuál podría ser el impedimento? Ninguno. Ninguno en lo absoluto, así sea peligroso.
—No hay de otra. Ya estoy a medio camino. No puedo echar a perder todo —hablo con motivación—, ¡no puedo!
—Si me permiten opinar —interviene Rachel con urbanidad—, no tomes una decisión absorta, Joseph. Hay una posibilidad de que el Bosque Vechnyy esté siendo vigilado por la armamentista Zona X.
—Puedo ir esta misma madrugada —contesto. Miro al suelo—. Estará completamente oscuro, y no haré ruido.
—Tendré que ir contigo, no me das otra opción —gruñe Charli—. Todo sea por acertar el enigma... —Puedo sentir preocupación en sus palabras. No será algo fácil ir a estas horas a tan tenebroso bosque; pero este momento es diferente a todos, porque ahorita mi meta de triunfar puede más que mi miedo a fracasar; si no fuera por esta motivación, seguramente ya hubiera echado todo a la cloaca.
—Sabía que vendrías conmigo y no me dejarías solo —replico, sonriendo.
Charli refunfuñe y ríe con ironía.
Tomo las dos piedras y las vuelvo a guardar. No quiero ni imaginar cómo ya han de oler los bolsillos de mi pantalón. A mugre pura, seguramente.
—Gracias, Rachel. —Se despide Charli de la persona a la que le agradezco un par de cosillas—. Si pasa algo importante, te lo vamos a deber a ti. —Sonríe maliciosamente.
—Si es un descubrimiento, sí; si son sus muertes, no —responde en son de gracia. Charli ríe. Yo quisiera, pero estoy aturdido.
—Gracias por todo, Rachel —expreso finalmente mi agradecimiento—. Un gusto conocerte. —Me despido de ella.
La científica abre un cajón de su escritorio y saca dos cosas: una lámpara y una enorme lupa; me los entrega.
—Sigo insistiendo en que des muerte a tu instinto animal —comenta—, pero si realmente tu anhelo por explorar es invencible, creo que estos instrumentos te ayudarán. La lupa electrónica te ayudará a amplificar la imagen de las futuras piedras que yo sé que encontraras. —El tono con que lo dice suena verídico, sincero, pero las palabras detrás parecen mero sarcasmo.
Doy las gracias. Sí que me serán útiles estos materiales, sobre todo la lámpara. El bosque al que vamos incluso de día es sombrío y lúgubre; de noche debe de ser indudable oscuridad.
Rachel nos conduce hasta la salida y vuelve al interior, al laboratorio.
—El kosoku nos puede dejar en el aeropuerto; ¿lo tomamos? —sugiere Charli, señalando el violáceo tren elevado que recorre toda la ciudad. La estación más cercana queda a nuestra altura, conque no tendríamos que descender todo el edificio de los Habitáculos de la Ciencia.
—Okey —respondo, y nos acercamos vacilando levemente a la plataforma naranja en que el kosoku se detendrá para subir gente. Esperamos unos cinco minutos, y subimos.
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Tumor (Keykeeps #1)
Science FictionAño: 2140 Desde hace décadas, un extraño material ha estado cayendo a la tierra: la gente lo ha adoptado como Tumor. Cada año, los jóvenes pobres de diecisiete años son enviados a esta misteriosa zona para que puedan así explorarla y descubrir...