CAPÍTULO 40

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O pongo a salvo las piedras, o pongo a salvo a mi equipo; no hay escapatoria. Ambas cosas son valiosas, y cualquier decisión tomada tendrá repercusiones graves.

—Lo acabo de encontrar junto a la piedra —le cuento a Charli con un aire de preocupación. Más incidentes como los de Franco y Carlo podrían atacarnos si no hago algo que satisfaga a la SAE.

Ella lee la nota.

—Eso significa... que unos melindrosos taimados de la SAE entraron a la sede sigilosamente y le hicieron daño a Franco mientras ponían ese papel en tu cuarto... ¿Y por qué no simplemente tomaron la piedra y ya? ¿Acaso quieren hacer más drama? —comenta, haciendo una expresión de enojo.

—Lo mismo me pregunto yo. Tal vez quieren que se las entregue personalmente, ¿no crees?

—Pues sí, aunque no tiene nada de sentido eso. A parte de exagerados, ¡orgullosos! Y ponen sus malezas en tu nombre, ¡ja, ja!

Charli da un último vistazo a la piedra y la coloca sobre el suelo, a un lado de la otra. Juntas se ven preciosas. Casi como si fueran unas reliquias. Una de color café con letras amarillas y la otra gris con letras verdes. No las puedo dar. ¿Por qué tendría que hacerlo? Dejar a alguien en paz no es una clase de intercambio...

—¿Y tú qué piensas? —pregunto. No quiero resolver una cuestión más yo solo—. ¿Será mejor entregárselas a la SAE para evitar traer más problemas?

—¡No, jamás! —Se enfurruña—. ¡No sucumbas a esa bola de bribones! No es una solución. Ya te sacrificaste mucho como para que se las des así, sin más. De hecho, creo que es mejor que escondamos ambas piedras antes de que se les ocurra robártelas mientras vamos a las expediciones.

—¿Esconderlas? ¿Dónde?

—En la zona que vamos a explorar hoy. Ven —se levanta y me da una mano para ayudarme. Tomo las piedras conmigo y las coloco en mis dos bolsillos—, hay que irnos ya. Voy a atosigar a todos para que vengan al comedor.

Sigo su paso y ambos salimos de ahí. Nadie está en las sillas, así que Charli llama a todo el equipo golpeando muy fuerte una tabla perlada. Poco a poco van llegando todos desde sus cuartos o distintas partes de la subterránea sede. ¡Menudo método escandaloso para lograr que las personas que diriges se reúnan en cierto lugar!

—De acuerdo, Equipo Zafiro, hoy iremos al bosque de los mensajes extraños —ordena Charli, pasando a su satírica personalidad de jefa con carácter.

—¿Otra vez ahí? —refunfuñe un chico que está recargado sobre el alto respaldar de una silla. Tiene el fin de que sea su compañero quien lo escuche, pero habla tan fuerte que llega a los oídos alargados de Charli.

—Sí, otra vez. Pero esta vez no iremos a investigar.

—¿Entonces a jugar? —dice Heyde. Toca su cabellera enredada en expresión coqueta. Por los movimientos de su muñeca, puedo ver que ostenta su nuevo reloj de plata. Está feo, la verdad. O tal vez sea el cuerpo que lo posee lo que se ve mal.

—¡No! Verán, cada viernes todos sin excepción alguna vestiremos unos pijamas de lana. Justo allá —dice, señalando un cuarto que queda subiendo las escaleras— los tengo. Son sencillos, pero de lo más cómodo que jamás van a sentir alrededor de sus fríos cuerpecitos.

Casi todos nos quedamos con risas contenidas. Algunos se burlan en voz baja.

—Qué ñoña... —dice alguien, entornando los ojos.

—¿Vestir pijamas? —comenta otro chico—. Amanda, ¿estás bien?

—Sí, aunque a una aplastante mayoría le parezca ridículo, así se hará. Estar tapados y sin frío en medio de la naturaleza nos reconfortará. Es sólo para poder crecer mentalmente, chicos.

Tumor (Keykeeps #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora