CAPÍTULO 12

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Como en el día anterior, los molestos rayos de luz que se cuelan por la ventana son la causa de que mis sueños se ahuyenten y vuelva a existir en el mundo real. Desventaja número veintiuno de estar en una habitación tipo A: no hay cortinas. Rayos.

Después de despierto, no duro ni siquiera dos minutos acostado y estirado sobre toda la extensión de la cama. Hoy a fuerzas tengo que aventajar en puntos al segundo puesto, para de esta manera poder ir a Utopia City. Pronto estaré en esa gran ciudad. El pensamiento aviva el hervor de la juventud que llevo en las venas.

Después de tomar un baño rápido, perneo para salir de mi habitación e ir al patio central.

Es fácil darse cuenta de que, tal como me dijo Charli, las personas son flojas, porque casi todas se levantan hasta después del mediodía. Se hacen hechoras en sus propias vidas al actuar así. No entiendo cuál es el punto de vivir si nunca tratas de convertirte en alguien más feliz, máxime cuando tienes el tiempo y la oportunidad de hacerlo. Incomprensible.

Decido trabajar en la cocina debido a que es mil veces más tranquilo y terso que trabajar en el baño. A parte, me gustó la manera en que la gente de ahí actúa: de buena gana y de manera relajada.

—Buenos días, ¿vienes a trabajar o a desayunar? —me dice muy sonriente la fémina encargada de recibir cocineros y clientes.

—Buenos días. A trabajar.

—De acuerdo. Pasa tu tarjeta.

Al hacerlo, me cuelo entre los meseros yendo y viniendo para arreglar las mesas e iniciar con sus labores matutinas. Me ubico detrás del traste de metal y me pongo en marcha con la preparación de alimentos. Hay muchísimas órdenes por atender y poca gente trabajando. Espero que este factor me dé alguna clase de puntos extra. No, realmente no creo que eso pase.

Trabajo y trabajo durante un buen tiempo. Creo que lo estoy haciendo más lento que ayer cuando colaboré con Charli, no sé exactamente por qué. Tal vez es porque hoy amanecí muy adolorido y cansado. Sin embargo, el tiempo pasa volando.

Preparo los platillos con delicada precisión y les echo especias a ojo de buen cubero. Quiero monear que yo sí soy un buen trabajador; me he topado con unos que cocinan con una higiene y organización lamentable. En lo que cocino y acomodo platillos, pienso en las situaciones impactantes que han hecho que mi vida rumbee en los últimos días: el objeto que vi en el cielo con Carmen antes de entrar al Tumor, el infectado de granadera, la criatura alada y la piedra, las grandes cantidades de líquido morado en el suelo que encontré, Kev, la hermana de Freck... Si eso ha pasado en unas dos semanas, no quiero ni imaginar todos los sucesos que me pasarán en la vida entera que me queda por delante. Pero definitivamente, una vida llena de misterios y cosas por aprender y descubrir es mejor que cualquier otro estilo de vida, desde mi punto de vista. Así que no me quejo.

Tampoco puedo ignorar el hecho de que no estoy con Katie... ni con Carmen. Cuando toda tu vida has estado con una excelente y grandiosa persona y de repente te separan de ella, es una tortura total, aun por poco tiempo que sea. Es como si te descosieran esa orla que adornaba tu vida. Deseo de todo corazón que al menos no esté muerta. No sé qué haría. Ella es mi hermana, y el hecho de saber que... Simplemente no. La extraño muchísimo. La quiero de vuelta conmigo. Pero he pensado cada noche en cómo traerla de nuevo a mí, y nada se me viene a la mente.

Cuando de plano ya no puedo casi ni mover las manos por el agotamiento, finalizo con el trabajo. Pasaron aproximadamente nueve horas. ¡Nueve horas cocinando y preparando! Fue muchísimo. Mientras antes cocinar era una tirria para mí, ahora me da un efecto placebo cada que lo hago.

Tumor (Keykeeps #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora